Este artículo se publicó hace 15 años.
La casa de Darwin regresa al siglo XIX
Down House abre sus puertas con motivo del bicentenario del científico
"Vieja y fea". Así describió Charles Darwin la casona georgiana , al sureste de Londres, donde se instaló, en 1842, con su mujer, Emma, embarazada, y dos hijos. El joven visionario había regresado de su expedición por Sudamérica, a bordo del Beagle, y buscaba un refugio rural, próximo pero a suficiente distancia de la capital británica, para centrarse en el trabajo sin continuas distracciones de visitantes y colegas científicos.
En el estudio de la mansión escribió el pilar de la ciencia moderna, El origen de las especies, además de textos como The descent of man, que apuntalan su teoría de la supervivencia del más fuerte. En el año del doble aniversario -su nacimiento, el 12 de febrero, y la publicación de su tótem científico, el 24 de noviembre- la "vieja y fea" casa se ha renovado a fondo e incluye una nueva exhibición sobre su vida y obra.
Down House tenía amplias estancias para acomodar a una creciente familia -siete de sus diez hijos sobrevivieron hasta la madurez- y tenía abundante terreno para demostrar con ejemplos comunes lo que había observado en especies exóticas de las Galápagos y otros parajes visitados en sus cinco años de travesía marítima.
Al adquirir la finca, en 1996, English Heritage emprendió la restauración de la casa y los terrenos para recuperar su aspecto original. "Intentamos preservar el carácter histórico sin entrometernos en el desarrollo natural de las plantas y árboles", explica Rowan Blaik, jardinero jefe de Down House. Material documental no falta. Darwin anotaba todo en cuadernos y se conservan 14.500 cartas, además de memorias de sus hijos, que mencionan nombres de plantas, ubicación de los frutales y describen el interior de la vivienda.
"Tenemos planos de los jardines, con información exacta sobre la distancia entre los árboles, y muchas fotografías. También disponemos de reproducciones en facsímil de las enciclopedias que utilizaba Darwin, con sus anotaciones al pie de página. Solía escribir a revistas de agricultura buscando solución a problemas que encontraba en sus tareas diarias", resalta Blaik. Como ejemplo, menciona el pozo de agua, al fondo del jardín ornamental. Era profundo y el agua se subía en un cubo sujeto a cadenas de hierro. "Darwin se daba duchas de agua fría como terapia para su mala salud. Preguntó a los expertos si el entonces novedoso cable eléctrico aguantaría el peso del cubo", recuerda.
En Down House aún crece una morera (Morus nigra) por la que los niños descendían desde su habitación. "Las semillas que plantamos proceden, en su mayoría, de esquejes originales", observa el jardinero.
Experimentos en su jardín
Los jardines e invernaderos eran los laboratorios de Darwin. Algunos experimentos continúan: semilleros para demostrar la mortalidad de distintas especies; una sección del césped en continuo barbecho para descubrir las dominantes flores silvestres; enredaderas de interior y exterior para estudios de adaptabilidad; orquídeas para observar su reproducción sexual; plantas carnívoras como ejemplo de la función nutritiva; prímulas, por sus misterios genéticos. "Realmente, el visitante puede observar aquí la mente de Darwin", explica Blaik.
La calma y silencio de los helados jardines contrasta con la frenética actividad en el interior de la casa. Faltan pocos días para el bicentenario y los técnicos siguen montando la exposición sobre la vida familiar y profesional del padre de la ciencia moderna. "Era una familia muy unida. A Darwin no le importaba que sus hijos le interrumpieran el trabajo. Es más, eran fuente de estudio y admiración", explica la comisaria de la muestra, Annie Kemkaran-Smith.
Hay muchos objetos originales de los Darwin: cuadernos, manuscritos, microscopios, animalitos de hierro, vajilla, piano de cola... Se exhibe la copia de El Capital que Marx le regaló y primeras ediciones de sus libros. Con las nuevas tecnologías se muestran páginas digitalizadas de sus diarios y manuscritos.
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