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Una clasificación de todas las especies

El código de barras genético catalogará la vida en la Tierra

JAVIER YANES

Se ha celebrado en Taipei (Taiwan) la segunda conferencia internacional del Barcode of Life (código de barras de la vida), una joven iniciativa que aspira a crear un catálogo de seres vivos del planeta a través de un código común: una secuencia genética presente en todas las especies que permite su identificación y clasificación sistemática.

Más de 350 científicos de 46 países repasaron los avances obtenidos a partir de 2003, cuando se lanzó la propuesta. El consorcio para el Barcode of Life (CBOL) ha crecido hasta reunir a 160 organizaciones de 50 países, liderando el esfuerzo mundial en este proyecto científico, que cuenta con financiación millonaria de numerosas instituciones, como la Fundación Rockefeller.

DNI genético

La idea se basa en elegir una misma región del genoma para todas las especies: un fragmento de 648 pares de bases de la secuencia de la Citocromo C Oxidasa 1 (CO1). Esta secuencia está presente en todas las células animales y muestra variaciones relacionadas con su recorrido evolutivo.

En el caso de las plantas, se ha propuesto el uso de otra región, llamada ITS.

Hasta el momento se han archivado alrededor de 290.000 registros, correspondientes a más de 31.000 especies.

La primera aplicación de este sistema es la taxonomía (clasificación) de los organismos. Desde que el sueco Carl von Linné estableció en el siglo XVIII la nomenclatura binomial —género y especie, como Homo sapiens—, la genética ha aportado un modo de ubicar a los organismos y sus relaciones en el árbol genealógico de la vida. Sin embargo, ninguna propuesta ha logrado hasta ahora un consenso para complementar el estándar de Linné con un modelo de DNI genético.

Fuera de los cajones del taxónomo, los científicos proponen innumerables aplicaciones prácticas para el código de barras: prevención de fraudes alimentarios —el famoso gato por liebre—, control del tráfico de maderas protegidas, identificación y control de plagas, diagnóstico preciso de infecciones, y un largo etcétera.

No convence a todos

Sobre la relevancia académica del proyecto, no faltan las críticas. Juan José Ibáñez, científico del CSIC, destaca por su dura animadversión a lo que considera, en su blog de la web MadrI+D, un “timo colosal” producto de “vendemotos”. Sus razones se basan en una dudosa validez del método, que Ibáñez juzga como un producto de márketing.

Más prudente en sus opiniones es la responsable del laboratorio de sistemática molecular del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC), Annie Machordom, que colabora con el CBOL. El sistema no es novedoso para ella: “No han inventado nada nuevo. Llevamos muchos años clasificando con la CO1”.

Machordom asegura que las aplicaciones fuera del laboratorio quizá sean provechosas, pero opina que en su especialidad “nunca sustituirá a la taxonomía clásica morfológica”.

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