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¿Saben 'ellos' que hay vida aquí?

Astrónomos españoles estudian la huella de la Tierra en el Universo como modelo para buscar exoplanetas habitables

JAVIER YANES

Suponiendo que, en algún lejano rincón del Universo, un astrónomo extraterrestre dirigiese su telescopio hacia la Tierra, ¿podría llegar a concluir de sus observaciones que hay vida en este planeta?

Esta pregunta es la que se formuló el investigador Enric Pallé, del Instituto Astrofísico de Canarias. En colaboración con Pilar Montañés-Rodríguez y Manuel Vázquez, del mismo observatorio, y con Eric Ford, de la Universidad de Florida y Sara Seager del Instituto Tecnológico de Massachusetts (ambos en EEUU), ha completado un estudio que se publicará en abril en la revista Astrophysical Journal y donde la respuesta a la cuestión es que tal vez sí.

Pallé lleva años estudiando el albedo terrestre, una magnitud que mide la luminosidad de un cuerpo sobre el que incide la luz. Como ejemplo, el brillo de la parte oscura de la Luna –lo que le falta a las fases creciente y menguante para completar el círculo– es un indicador de la luz que la Tierra refleja sobre su satélite.

Midiendo este parámetro a lo largo de dos décadas y relacionándolo con datos del clima, Pallé removió las incómodas verdades del cambio climático cuando en 2004 publicó sus conclusiones en Science: entre 1983 y 2001 la luz rebotada por la Tierra había disminuido, sugiriendo que el aumento de la nubosidad retenía más energía en la atmósfera, lo que podía relacionarse con un calentamiento general del planeta.

Pálido punto azul

Pero las aplicaciones del enfoque de Pallé no se detenían ahí. Recopilando información de satélites meteorológicos desde 1984 a 2005, el científico se puso en la piel de un hipotético observador en un planeta lejano.

Para este astrónomo extraterrestre, la Tierra no sería más que un píxel, como en la imagen obtenida en 1990 por la misión Voyager, donde el planeta aparecía, en palabras del astrónomo Carl Sagan, como un “pálido punto azul”. ¿Podrían los cambios en el brillo de esta mota estelar revelar la presencia de vida?

Empleando un modelo matemático, redujeron las fluctuaciones en las nubes a cambios en el resplandor de ese único punto. El objetivo era comprobar si, agregados los datos, era posible deducir el periodo de rotación entre el aparente caos de nubosidad cambiante. Según Pallé, “a escala global las nubes no son tan aleatorias, sino que siguen un patrón marcado por la orografía y las corrientes marinas”.

Esto resulta en un patrón comparable a “los lunares de una pelota que da vueltas”, que permite predecir la duración del día y la presencia de nubes y océanos. Frente al caso de Venus, siempre envuelto en nubes, y de Marte, eternamente despejado, para Pallés el dinamismo de la atmósfera terrestre revela un planeta que no tiene “encefalograma plano”.

Pallé confía en que sus conclusiones ayuden al diseño de nuevas generaciones de telescopios con la potencia suficiente para cazar, en la inmensidad del espacio, algún pálido punto azul. Quizá allí ese hipotético astrónomo escrute el cielo, como Pallé, “hambriento de fotones”.

El proyecto

La caza de fotones recibirá en 2008 el impulso del nuevo Gran Telescopio de Canarias (GTC). Con su espejo de 10,4 metros, es el de mayor superficie colectora del mundo. Se trata de una iniciativa española, liderada por el Instituto de Astrofísica de Canarias, en la que colaboran México y la Universidad de Florida (EEUU).

Primera luz

El pasado 13 de julio el GTC abrió su ojo para recibir su primera luz, de una estrella próxima a la Polar.

Producción científica

A mediados de 2008 el GTC entrará en producción científica, con la búsqueda de exoplanetas como una de sus metas.

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