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Iqer, un arquero de hace 4.000 años

El egiptólogo del CSIC José Manuel Galán, director del ‘Proyecto Djehuty’, descubre en Luxor (Egipto) la tumba intacta de un guerrero de la dinastía XI, un nuevo hito arqueológico

JUAN J. GÓMEZ

 

En egiptología, como en todo lo que importa, la distancia entre lo vulgar y lo excelente radica en los matices. Para la mayoría de mortales cualquier momia egipcia es poco más que una momia egipcia.

También, en principio, la momia de Iqer, un arquero del Antiguo Egipto, enterrado hace 4.000 años y desenterrado hace unos días por un equipo español de arqueólogos.

En cambio, para el filólogo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Manuel Galán, que lidia de forma rutinaria con momias milenarias desde que inició el Proyecto Djehuty, en 2002, Iqer es ya un hito en egiptología.

La tumba de Iqer –en lengua egipcia, “el excelente”, el nombre aparece en el ataúd en escritura jeroglífica– fue descubierta por el equipo de Galán el pasado 2 de febrero, en una pequeña oquedad en la roca de la falda de la montaña, un metro por debajo del falso suelo del patio de entrada a la tumba de Djehuty, objeto principal de la investigación.

El cuerpo momificado del antiguo guerrero, un arquero de alto rango, conservaba sobre él dos grandes arcos y tres largos bastones.

Junto a la cabecera del ataúd se recuperó una vasija de cerámica y cinco flechas, clavadas en la tierra, con sus plumas bien conservadas en el extremo posterior.

Todo esto es llamativo, pero aún no es, necesariamente, excepcional.El propio Galán aportaba ayer a Público, en conversación telefónica desde la orilla oeste de Luxor, en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, donde apura los últimos días de la VII campaña de excavaciones del proyecto, el primero de los matices importantes: “El contexto arqueológico es lo que da valor al hallazgo. Hay muchas piezas en los museos que son preciosas, pero que se compraron en el mercado negro de antigüedades en el siglo XIX y no se sabe de dónde vienen ni qué había al lado de ellas. Nuestro ataúd tiene un valor excepcional por haber aparecido en un contexto bien documentado”.

La mirada de Galán fue la primera en 4.000 años que se posaba sobre la tumba de Iqer, un hecho poco habitual en egiptología.

Sólo el año pasado aparecieron en el mismo lugar y en similares condiciones otros dos ataúdes, uno de ellos también en buen estado de conservación. Pero de nuevo varios matices inaprensibles para los profanos representan el salto a la excepcionalidad.

'Se encuentran muy pocos enterramientos intactos, todas las necrópolis, incluidas la de Tutankamon o la de Djehuty se reutilizaban constantemente. Las abrían los ladrones; los sacerdotes de Amón, para recuperar pertenencias y ponerlas dentro de otras tumbas; los familiares, para enterrarse ellos después...”, relata Galán.

El egiptólogo añade que si quedan pocas necrópolis y tumbas intactas, menos de ellas aún proceden, como la de Iqer, de la dinastía XI, lo que le otorga al hallazgo un nuevo valor añadido: “Es un periodo muy poco conocido dentro de la historia de Egipto. Es una especie de edad media o edad oscura de la cual los documentos que existen son relativamente escasos; si el ataúd perteneciera a las dinastía XII o XIII, también sería interesante, pero perdería valor, porque son dinastías clásicas y de ellas hay más información a disposición de los egiptólogos”.

Con todo, el mayor atractivo científico del ataúd de Iqer está en su exterior. Como no podía ser de otro modo, teniendo en cuenta que Galán es filólogo, las inscripciones en jeroglífico que ilustran el exterior del féretro, en perfecto estado de conservación, son para el investigador lo mejor del hallazgo.

El jeroglífico recoge un deseo de invocación de ofrendas para el difunto, con apelaciones a varias divinidades: Osiris, Anubis y Hathor. Pero al parecer es una fórmula conocida.

Para el científico lo más interesante de la inscripción es cómo están hechos los jeroglíficos. “Es una maravilla, están coloreados con un estilo infantil y naif, es una preciosidad, lo convierte en una pieza única, por su sencillez, frescura, simpatía y encanto, parecen dibujados por un niño”, describe con la emoción del hallazgo aún muy viva.

Galán confiesa que la tumba de Iqer es el hallazgo más importante del Proyecto Djehuty desde que encontró en 2004 la Tabla del aprendiz, el único retrato frontal conocido de un faraón del Antiguo Egipto. De hecho, no le extrañaría que el ataúd siguiera los pasos de la tablilla y acabara en un par de años en el Museo de Luxor.

Excavar las tumbas de Djehuty y Hery, dos altos dignatarios de la corte, en torno al reinado de Hatshepsut –una de las pocas mujeres en la historia del antiguo Egipto que ejerció de faraón, hacia el año 1500 a.C.– es el objetivo principal del Proyecto Djehuty, patrocinado por la Fundación Caja Madrid.

No obstante, al estar ambas tumbas construidas sobre una antigua necrópolis, las sorpresas son continuas y el trabajo, aunque nunca se detiene, se ralentiza. “Podemos estudiar la evolución de los ritos funerarios en una franja de enterramientos que abarca más de mil años de historia”, cuenta Galán.

Así explica, de paso, por qué se ha tenido que aplazar para la campaña de 2009 la ansiada entrada en la cámara funeraria de Djehuty, ubicada al fondo de un pozo de más de ocho metros de profundidad, que este año ha quedado despejado.

No obstante, las mejores previsiones al inicio de la campaña parecen confirmarse: “La cámara se reutilizó y se revolvió en época antigua, pero creemos que no llegaron los ladrones modernos. Encontramos huellas de presencia moderna en los primeros cuatro metros de excavación, pero no así en los cuatro últimos”.

Galán asegura que todas las campañas son buenas y traen sorpresas agradables, pero cuando se le pregunta qué espera encontrar el próximo año, ni la lejanía ni el elocuente silencio ocultan su enorme sonrisa.

En 2004, durante la tercera campaña, el equipo encontró ‘La tabla del aprendiz’, el primer retrato frontal conocido de un faraón del Antiguo Egipto. Se trata de una imagen doble, que se especula realizaron un maestro y su aprendiz en el año 1450 a.C. A la derecha de los dos dibujos, la tabla contenía un texto escrito en columnas. Se trataba del primer párrafo de ‘El libro de Kemit’, el manual utilizado en las escuelas de escribas para aprender el oficio. En el reverso se puede observar a un faraón cazando patos en las marismas, en lo que supone la primera representación encontrada de un rey realizando esta acción. ‘La tabla del maestro’ ocupa hoy un lugar de privilegio en el Museo de Luxor.

En 2005, los investigadores hallaron un pequeño papiro enrollado y doblado. Aunque se sospechaba que se trataba de una carta o un amuleto, el equipo decidió llevar en la siguiente campaña para estudiarlo a una experta papiróloga, quien descubrió que el pairo contenía un breve texto de carácter mágico que portaban los egipcios como amuleto hacia el año 1000 a.C, dentro de un pequeño estuche que se colgaban del cuello.

La tumba de un matrimonio de nobles del antiguo Egipto, encontrada en la campaña de 2006, permitió descubrir una colección única de objetos pertenecientes a un ajuar funerario de 3.400 años de antigüedad. Incluía cuatro vasos canopos (destinados a guardar las vísceras de los difuntos después de su momificación) con tapas policromas decoradas con la representación de rostros humanos. Además, contenía restos del tablero y piezas de un juego de mesa llamado senet, equiparable a la actual oca.

En la campaña de 2007, el equipo encontró 43 ramos de flores secas atados con cuerdas, formados en su mayoría por ramas de olivo y persea. Se trata de los restos de olivo más antiguos recuperados hasta la fecha, ya que datan de hace 3.500 años.

En el exterior de la tumba de Djehuty han aparecido 2.000 fragmentos de las paredes que el equipo completa como un puzzle para reconstruir las inscripciones. Éstas cuentan la vida de Djehuty, describen los ritos funerarios de la época e incluyen información religiosa y de otro tipo sobre un periodo poco documentado del Antiguo Egipto.

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