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Más de 100 averías para 26 tipos de cáncer

Un estudio con participación española revela que ciertas alteraciones en el número de copias de los genes son comunes a tumores de órganos distintos

AINHOA IRIBERRI

El mayor mapa genónico del cáncer realizado hasta la fecha, publicado hoy en Nature, ha identificado más de 100 alteraciones genéticas presentes en esta enfermedad y, lo que es más novedoso, la mayoría son comunes a los distintos tipos de cáncer. Se trata de un trabajo de gran envergadura que ha contado con la participación de tres españoles: el investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Jordi Barretina, el jefe del Programa de Tumores Gastrointestinales del Instituto Oncológico Vall dHebrón (VHIO), Josep Tabernero, y el director de este mismo centro, José Baselga.

Según explican desde el VHIO, el centro barcelonés ha aportado más de un 10% de las muestras de tumores, que fueron estudiadas en el Instituto Broad del MIT.

Los autores analizaron 3.131 muestras de cáncer pertenecientes a 26 tipos de tejidos, incluyendo tumores en el pulmón, la próstata, la mama, los ovarios, el esófago y algún cáncer de sangre, entre otros. 'Se trata del mayor estudio que se ha hecho hasta la fecha en este campo', puntualiza Tabernero. Las anomalías genéticas que buscaron, utilizando unos tests capaces de detectar al mismo tiempo cientos de variaciones genéticas individuales, fueron las alteraciones en el número de copias de los genes (SCNA, de sus siglas en inglés).

Cuando se produce una SCNA, en vez de las habituales dos copias de un gen paterna y materna, los tumores pueden presentar varias copias (fenómeno que se conoce como amplificación), o una o ninguna (deleción). En el estudio publicado hoy, algunas de estas SCNA era compartidas hasta tal punto por tumores diferentes, que el hallazgo sorprendió incluso a los propios autores del estudio. 'Esto sugiere que, en el futuro, el elemento conductor del tratamiento del cáncer serán las alteraciones genómicas comunes, en lugar del tejido de origen del tumor', explica en un comunicado el autor principal del trabajo, el investigador del Instituto Broad Matthew Meyerson.

En total, los autores identificaron 158 regiones de SCNA alteradas frecuentemente en diversos tipos de cáncer. De ellas, 122 no podían explicarse por oncogenes mutaciones malignas previamente identificados.

Según explica Tabernero, una de las principales conclusiones del estudio es que 'un 75% de los cambios somáticos [del ADN del tumor] es común a los distintos tipos de cáncer, mientras que el 25% cambia según el tipo de tumor'.

Esto podría suponer un cambio en el paradigma de desarrollo de nuevos tratamientos ya que, tal y como subraya este experto, 'aunque se está invirtiendo mucho esfuerzo para los genes particulares, está claro que no hay que desechar los comunes'.

Porque si hay una implicación práctica detrás de este estudio es, precisamente, el desarrollo de nuevos fármacos. Tal y como comenta Barretina, los nuevos fármacos estarían dirigidos a 'inhibir la función de la proteína que está en exceso o, algo más complicado, introducir copias de genes que han desaparecido'.

No se trata de un hallazgo que sirva para los tumores hereditarios, como ocurrió, por ejemplo, con los genes BRCA1 y BRCA2. La diferencia, señala Tabernero, es obvia: 'Estas mutaciones están presentes en las líneas somáticas (células del tumor) pero no en las líneas germinales (células que originan espermatozoides y óvulos), a diferencia de los portadores de mutaciones en BRCA1 y BRCA2, que los tienen en todas las células'.

En la última década, se han multiplicado los ejemplos de medicina personalizada en el tratamiento del cáncer. Quizás el más conocido sea el de la proteína HER2. Las pacientes de cáncer de mama con defectos en el gen que produce esta proteína (que es, también, uno de los identificados como más comunes en el nuevo estudio) responden muy bien al trastuzumab, un fármaco que es, sin embargo, inútil para otros tipos de cáncer de mama.

Casos de éxito como el del HER2 son los que mueven a los investigadores a la búsqueda de nuevos ejemplos. En esta ocasión, los autores del estudio de Nature se centraron en dos genes, MCL1 y BCL2L1. Según explica Tabernero, 'estos genes hacen que la célula pueda entrar en apoptosis' o, en otras palabras, que muera. 'Si están delecionados, hacen que la célula no se suicide', comenta. Aunque el papel oncogénico de ambos genes ya se conocía, no se sabía que eran comunes a casi todos los tipos de tumores analizados.

El estudio con participación española no es el único sobre las alteraciones genéticas de los tumores publicado en esta última edición de Nature. Un trabajo del Instituto Wellcome Trust Sanger (Hinxton, Reino Unido) aporta también datos sobre cómo diferenciar las alteraciones genéticas que provocan el cáncer de las que son causadas por el proceso tumoral.

La mayoría de los genomas de cáncer está plagada de mutaciones genéticas. Sin embargo, explica la institución en un comunicado, gran parte de estas alteraciones son 'pasajeras', es decir, mutaciones que no contribuyen al desarrollo del cáncer, sino que se han producido cuando el tumor ha crecido.

Una minoría son las llamadas mutaciones conductoras y, hasta la fecha, la ciencia no ha conseguido con éxito identificarlas. Los investigadores dirigidos por el científico Mike Stratton analizaron las deleciones (pérdida de una o dos copias de un gen) de 750 muestras de células cancerígenas y las compararon con las deleciones en lugares frágiles del ADN, una característica asociada a las alteraciones pasajeras. Lo que descubrieron es que había diferencias significativas entre ambas alteraciones genéticas, lo que, explican, les ha permitido desarrollar 'firmas de deleciones' asociadas a genes supresores de tumores y otras ligadas a los lugares frágiles.

Este hallazgo también serviría para un potencial desarrollo de fármacos dirigidos a esas alteraciones concretas.

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