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"Es necesario que las leyes aprobadas no se queden en papel mojado"

ENTREVISTA A CRISTINA NARBONA. Embajadora ante la OCDE. La ex ministra de Medio Ambiente pide al nuevo Gobierno que no descuide la conservación de la naturaleza 

MANUEL ANSEDE

La ex ministra de Medio Ambiente Cristina Narbona (Madrid, 1951) no ve como un destierro su nuevo puesto como embajadora permanente de España ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico

(OCDE), sino como un premio a 26 años de vida política. En París, Narbona planea llevar su lucha antinuclear, que comenzó en las calles en la década de 1970, al feudo de la Agencia de la Energía Nuclear, dependiente de la OCDE. Desde Santander, donde ha participado en el curso Europa en el mundo, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, reconoce sus errores – “intentar, en ocasiones, cambiar a la sociedad por decreto”– y analiza la gestión de su sucesora, Elena Espinosa, al frente de lo que Narbona llama con sorna “Ministerio de Tierra, Mar y Aire”.

¿Era demasiado ecologista para ser ministra?

Fui secretaria de Estado de Medio Ambiente durante cuatro años, y después Zapatero quiso que fuera ministra. Él es el primer presidente y el primer secretario general del PSOE al que el tema ambiental le parece importante. Ahora hay otra etapa, y también me siento muy respaldada.

Tras su salida, hay quinielas sobre la postura de los ministros respecto a la energía nuclear.

La última palabra la tendrá siempre Zapatero.

Pero ¿nota un giro en la política energética?

La energía nuclear no es la solución, en absoluto. Es una energía cara, que requiere enormes medidas de seguridad y, sobre todo, tiene alternativas.

¿Cree que Garoña seguirá funcionando?

El Gobierno tomará una decisión dentro de poco. Yo creo que las centrales nucleares españolas, cuando culminen su ciclo de vida, deben terminar su función. Hay que estar abierto a cambiar de opinión, pero yo no lo he hecho porque no han cambiado los fundamentos de la energía nuclear. Sigue sin resolverse la cuestión fundamental del tratamiento de sus residuos de altísima radiactividad. Y me preocupa muchísimo que países con un bajo nivel de desarrollo y de control democrático, como India y China, utilicen la energía atómica.

¿Se dejó alguna asignatura pendiente?

Se aprobaron diez leyes como diez soles. Ahora lo que hace falta es que se cumplan y no se queden en papel mojado. Con cualquier normativa siempre existe el riesgo de que quienes tienen la responsabilidad de aplicarla no lo exijan.

El Hotel El Algarrobico sigue en pie...

Sí, pero hay un proceso expropiatorio en marcha que el Ministerio no ha desactivado. Cuando llegue su momento, El Algarrobico se demolerá. Yo no estaré como ministra, pero espero ir como turista de a pie para ver el Cabo de Gata sin El Algarrobico. Yo hice todo lo posible para que se tirara antes. De hecho, existe una base de acuerdo para tirar todo el hotel. Todo está listo.

La prensa estaba preparada para hacer la fotografía antes de las elecciones del 9 de marzo.

Yo también estaba preparada, pero más que de cara a la recta electoral, para culminar un proceso que llevaba ya tres años en marcha. Una de mis preocupaciones, cuando empecé como ministra, fue ver que la aplicación de la Ley de Costas era muy insuficiente en todo el litoral español. Había expedientes de deslindes, con obras ya en marcha, que ni siquiera se habían empezado, como el caso de El Algarrobico. Hicimos un esfuerzo para acelerar el proceso y empezar la expropiación. Pero esto siempre lleva más tiempo del que a uno le gustaría.

Hablando de velocidad, Espinosa ha propuesto agilizar los trámites de evaluación ambiental. ¿Tan mal lo hacían ustedes?

Durante nuestra etapa, el número de días se redujo a la mitad respecto a 2004. Y se puso en marcha el proceso de teletramitación, que ahora empezará a dar sus frutos.

Sin embargo, el anuncio se ha visto como una vía para agilizar el Plan Estratégico de Infraestructuras y Transporte. ¿El medio ambiente será víctima de la crisis?

Espero que no, porque es compatible ser más eficientes, y que los trámites se aceleren con el respeto a las normas europeas de obligado cumplimiento, como la defensa de nuestra biodiversidad.

El Gobierno afirma que la lucha contra el cambio climático es una de sus prioridades, pero hay proyectos que no cuadran con esto, como el de la Refinería Balboa [una instalación en Badajoz que emitiría 1,5 millones de toneladas anuales de CO2].

Esa actuación está todavía en trámite. Cuando termine, el Ministerio dirá sí, no o pondrá condiciones. La gente se tiene que acostumbrar a no ver las exigencias ambientales como un límite, sino como una mejora de su calidad de vida. Somos un país de nuevos ricos, si no cogemos el coche para hacer un kilómetro no demostramos cuánto hemos avanzado.

¿Ibarra ya no está enfadado con usted por este tema?

Ibarra ya no es presidente ni yo soy ministra. Él sabe que tenemos criterios diferentes sobre si existe un derecho de las regiones a contaminar más, que es un argumento que él utilizó, el “yo también quiero contaminar”. Y hay que dar la vuelta al argumento. Extremadura tiene unos ecosistemas valiosísimos que están generando empleos. Hay que conservarlos.

¿Qué sentido tiene quitarse la corbata en el Congreso, como propuso el ministro Miguel Sebastián, y luego poner este tipo de proyectos sobre la mesa?

No debo entrar en mayores opiniones, aunque diré que mucha gente cree que lo importante es hacer obra pública aunque se destroce el medio ambiente. No debería ser así. España ya ha destrozado mucho.

¿No es cínico poner placas solares en Moncloa y luego impulsar proyectos así?

No creo que haya cinismo. Yo fui secretaria de Estado de Medio Ambiente entre 1993 y 1996, tras la Cumbre de Río de Janeiro de 1992. En aquella época, ni siquiera pude conseguir que el Gobierno socialista aprobara un plan de lucha contra el cambio climático, que entonces ya estábamos obligados a elaborar. Ahora vamos despacio, pero estamos recuperando mucho tiempo perdido.

¿Le ha dado alguna idea a Jesús Caldera para la Fundación IDEAS?

Nos hemos visto en París y hemos comentado muchos temas, como el debate sobre los biocombustibles. Hay que trabajar para que el uso de productos agrícolas no se convierta en un freno para la producción de alimentos o para la conservación de la biodiversidad.

En mayo, la OCDE afirmó que los biocarburantes provocarán un tercio de la subida de los precios agrícolas y usted salió en defensa de biocombustibles.

No tengo por qué coincidir con todos los técnicos de la OCDE. Ahora mismo, los precios de los cereales están bajando sin que haya habido ninguna reducción del incentivo a los biocombustibles. El encarecimiento tiene mucho más que ver con el incremento del precio del petróleo y con cosechas muy malas relacionadas con el cambio climático, además del aumento de la demanda de alimentos en países como China.

¿Y por qué son el chivo expiatorio?

Siempre que hay una avance en una determinada fuente energética, quienes tienen interés en mantener otras intentan frenar ese desarrollo.

Al hacer balance de los primeros 100 días del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino daba la impresión de que la principal medida fue la instalación de una cámara web en un nido de águila imperial. ¿Por qué ha habido ese parón?

Es un planteamiento injusto, aunque es cierto que todos los ministerios en la primera legislatura de Zapatero tuvieron unos primeros 100 días mucho más intensos que en esta legislatura, después de una etapa de ocho años de gobierno del PP. Todos los ministerios tomamos decisiones muy llamativas, pero ya están tomadas. Si ha habido 10 leyes en cuatro años no va a haber otras 10, no se trata de estar haciendo siempre leyes. Yo creo que el Ministerio ha hecho mucho más.

Dicen que usted era muy verde y Espinosa ha venido muy verde.

A los ministros hay que valorarlos cuando llevan un poco más de tiempo.

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