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«No existe la 'aspirina' del cáncer»

Erwin Wagner, científico de fama mundial y pionero en la creación de los ratones transgénicos, es el nuevo y brillante fichaje del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas

JAVIER YANES

A Erwin Friedrich Wagner (Wolfsberg, Austria, 1950) la biología molecular le cogió en la cresta de la ola de la década de 1970, cuando los científicos exploraban los entresijos bacterianos con un cierto miedo respetuoso a la gran metrópolis de la célula animal. Wagner fue uno de los primeros que se adentraron en este microscópico laberinto, armados con la vocación de un guardia de tráfico molecular, dispuestos a dirigir a la célula cancerosa hacia el buen puerto de la diferenciación: la adquisición de una función determinada.

En el camino, fue uno de los privilegiados comadrones que ayudaron a una generación de ratonas a parir las primeras crías con piezas prefabricadas; eran los ratones transgénicos, tan comunes hoy en los laboratorios de todo el mundo como la pipeta.

Después de un largo periplo científico con escalas en Graz, Berlín, Innsbruck, Filadelfia, Heidelberg -euroepicentro de la biología molecular- y Viena, fondea ahora en el madrileño Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) de Mariano Barbacid. Su presencia no será fantasmagórica o virtual, como desgraciadamente ocurre a menudo con grandes nombres internacionales que sirven para poco más que decorar la memoria anual de los centros de investigación.

El espacio asignado a Wagner, aún en proceso de pertrecharse, no será una silla sin estrenar en un despacho vacío, sino un amplio laboratorio que llena un ala del antiguo hospital Victoria Eugenia, núcleo del CNIO. Él ha venido para quedarse.

En España, los investigadores ‘senior' hablan de falta de recursos, de escasa visibilidad de la ciencia nacional y de dificultades para publicar en las mejores revistas. Los ‘postdocs' dicen sentir una especie de hórror vacui cuando regresan. Y se repite la queja de la fuga de cerebros. ¿Qué se le ha perdido a usted aquí?

En Austria los becarios también completan su formación con un postdoctorado en grandes centros de otros países, así que este aspecto de la fuga es parte de la carrera del científico. Y por cierto, también allí se quejan de que es muy difícil publicar en las principales revistas. Pero esto tal vez no indique que hay que lograrlo, sino que quizá los propios científicos deberíamos buscar una salida al respecto.

En cuanto a mí, es cierto que no tenía por qué marcharme de Viena, tenía un puesto muy bueno. Pero quería hacer algo nuevo. El ambiente aquí es excelente; Mariano ha construido un gran instituto, con reconocimiento internacional, y pensé que era una oportunidad única. Me ilusionaba crear un programa nuevo, algo que no podía hacer en Viena. Y además, tampoco hay muchos lugares donde se encuentre tanto apoyo como aquí para la experimentación en ratones que necesitamos hacer.

Por último, ¿realmente se quejan de vacío? Me sorprende. Aquí hay muchas posibilidades de interaccionar, por el gran número de seminarios internacionales que se celebran. Fue así como conocí el CNIO. Además, España hoy es clave en el campo de las células madre, al tener la regulación más liberal, junto con el Reino Unido, así que es un lugar atractivo para los científicos.

¿Tan bien los ve? Entonces, ¿se quejan de vicio?

En un año estaré en condiciones de darle una respuesta más precisa; pero puedo decirle que, además de Madrid, Barcelona tiene un gran nivel. Creo que lo que falta es una mayor presencia de científicos extranjeros, porque tradicionalmente España no se ha considerado como una de las mejores opciones para hacer ciencia. Espero servir de ejemplo a otros.

Usted empezó diferenciando células pluripotentes. Sin embargo, hoy parece que toca justo lo contrario: reprogramar diferenciadas para obtener células madre. ¿Es tan fácil como desandar el mismo camino?

El problema biológico es común a todos los organismos, desde la levadura al hombre: qué mecanismos logran ir de la célula A a la B. Es así de simple, pero todavía no lo entendemos. En efecto, ahora la gente quiere ir de B a A, y los descubrimientos de los últimos 20 años ayudan a esto. Pero en ese camino a mí me interesaba también el desarrollo técnico de la transferencia estable de genes en células madre, que nos sirvió para lograr esta diferenciación.

También para la reprogramación, el cambio del comportamiento de la célula, pero no parece que eso vaya a facilitar su aplicación terapéutica.

No, la transferencia génica sirve a efectos experimentales, pero no para la vía clínica, pues sería demasiado peligroso. Deberán buscar otro modo, tal vez el uso de pequeñas moléculas.

El terreno de la señalización celular, la manera en que se comunica la célula, se ha complicado muchísimo desde que usted empezó. ¿Cree que la imagen se está aclarando o enturbiando?

Cada vez tenemos una visión más completa del cableado genético de la célula y de cómo las distintas señales se interpretan de forma diferente en distintas células y en distintas fases. Se aclara, sin duda. Pero todavía lo entendemos poco, sobre todo en el contexto del organismo.

Es cierto que el camino inverso -la reprogramación- parece ahora muy sencillo, ya que se logra con sólo tres o cuatro genes y no con miles. En cambio, el conocimiento de cómo la célula ya diferenciada abandona su ciclo, y cómo se decide si detiene su proliferación o si muere, aún no lo entendemos.

¿Deberían tenerse más en cuenta las células madre específicas de tejido, que hoy parecen las hermanas pobres?

Para sus aplicaciones, sin duda; deberíamos fijarnos en cómo activar las células progenitoras específicas de linaje que permanecen durmientes en los tejidos adultos.

¿Entonces se ha exagerado en exceso la importancia de la reprogramación?

Ha habido una reacción excesiva antes de indagar en aspectos más profundos de la reprogramación. ¿Qué ocurre con otros genes cuyo papel en diferenciación ya se conocía anteriormente? Aún no lo sabemos. El tiempo lo dirá, pero soy optimista. Aunque estamos lejos de lo que sería el experimento perfecto: poder controlar el proceso de aislamiento y clonación de una sola célula e incluso de poder observar en vídeo cómo se reprograma a un estado pluripotente.

¿Cuál es el punto crítico que se escapa del proceso tumoral?

La gente se ha fijado mucho en cómo los oncogenes actúan en la célula, pero un tumor es algo mucho más complejo que una célula. Ahora estamos entendiendo que debemos considerar el tumor como un órgano extrínseco, que crece, con sus células de apoyo, células estromales, vasos sanguíneos e incluso células madre del cáncer.

Esta visión del tumor como un órgano nos puede aportar otras soluciones nuevas, como, por ejemplo, ahogarlo cortándole el flujo sanguíneo. En el caso de las leucemias, muchas se podrán tratar con células madre del sistema hematopoyético [sanguíneas y de la médula ósea]... Pero nunca habrá una cura general para el cáncer, una aspirina.

Habla de células madre del cáncer, ¿ya se puede certificar que existen?

Soy lo bastante viejo como para haber visto muchas modas que vienen y van. El concepto del origen del cáncer en las células madre no es nuevo en absoluto, se hablaba de él en los años sesenta y setenta del siglo pasado, pero ahora algunos grandes nombres lo están promocionando. La diferencia es que hoy tenemos mejores herramientas y marcadores. Ahora se discute si deberían denominarse más bien 'células iniciadoras del cáncer'. Pero, insisto, la idea es vieja.

¿Cuál es el próximo gran avance de la biología?

Creo que la posibilidad de centrarnos en una sola célula y bajar a ese nivel de detalle sería de enorme interés, tanto para la ciencia básica como para las terapias. Aquí pueden jugar un gran papel la interacción con la física y la nanotecnología, además de las simulaciones por ordenador.

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