Este artículo se publicó hace 13 años.
¿Es posible rescatarlas todas?
Una encuesta internacional refleja que la mayoría de los expertos cree que se debe decidir qué animales hay que salvar. Los conservacionistas opinan que todavía hay despilfarro y mal aprovechamiento de recursos
¡Salvemos las ballenas! Lo habrán leído mil veces en su vida. Pero no olviden que también hay que salvar el lince, faltaría más. Y también los osos polares. Y el lobo ibérico, el urogallo y el águila imperial. Sin olvidar el panda, por supuesto. Ni el tigre siberiano, el hurón de pies negros, el cocodrilo filipino, el cóndor de California, el orangután de Sumatra, el tiburón del Ganges... Y así, hasta las más de 17.000 especies animales que se consideran amenazadas en la actualidad. Pero, dado que los recursos son cada vez más y más escasos, ¿es posible salvarlas todas?
La mejor manera de saberlo es preguntárselo a los Noés modernos, aquellos conservacionistas que estudian, investigan y trabajan para salvar a cada uno de los animales que pueblan la Tierra y que están tan amenazados como si un diluvio se nos viniera encima. Esta encuesta, realizada entre expertos de todo el planeta, refleja que todavía ni hemos juntado los tablones necesarios para construir el arca. Y lo que es peor: que, como hay pocos maderos para construir la nave, se debería reservar desde ya el derecho de admisión en ese navío redentor. No caben todos en el arca.
El 60% cree que es mejor elegir ahora que de forma atropellada después
En concreto, casi el 60% de los científicos encuestados por la Universidad de York considera que, dada la escasez de recursos y la deriva que llevan los ecosistemas, es importante que la comunidad conservacionista comience ya a priorizar sus opciones, porque si no habrá que tomar decisiones atropelladas que serán peores. Esto es, que asuman que todas las especies no se pueden salvar y que hay que elegir, en función de los criterios que se quiera.
No es una idea nueva, pero sí es llamativo que de los 583 expertos en conservación de especies escogidos (por haber publicado en 19 revistas especializadas en el último lustro) ya sea una mayoría consistente la que opta por soltar lastre y centrar esfuerzos. Otra cosa, claro está, es decidir quiénes se quedan sin pasaje en el barco.
Al presidente de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (Ascel), Alberto Fernández, plantear la pregunta de a qué animales se abandona a su suerte le parece "frívolo". "Hablar de si hay que dejar atrás algunas especies, de una manera tan cruda, es una manifestación banal y fuera de lugar. Es evidente que ya estamos desatendiendo a muchas especies. A nadie se le ocurre decir: vamos a dejar morir a la gente en el cuerno de África, que no tenemos recursos para ellos", explica Fernández.
Hay más de 17.000 especies en riesgo cierto de desaparecer
Lo que sí considera el presidente de Ascel es que habrá de "acelerarse la atención a los casos más urgentes", pero no dejar de atender a los que ya se ayuda. Según Fernández, ninguna de las protegidas en la actualidad en el globo está mal escogida, y todas se fundamentan en que son especies clave, genéticamente irrepetibles, paraguas en sus ecosistemas. "La cuestión no es tanto la elección de las especies a proteger, sino el modo de hacerlo: en algunos casos los fondos se están invirtiendo penosamente", advierte Fernández, quien señala los programas de conservación del urogallo como un "despilfarro" que no atiende a criterios científicos. Según su criterio, las campañas de mejora de los hábitats del urogallo no se realizan con el rigor de apoyarse en estudios "serios", sino porque "genera mano de obra y mejora los pastos".
En este punto, los expertos de la encuesta publicada en Conservation Biology coinciden mayoritariamente (58%) con el presidente de Ascel en que, si ha de priorizarse el apoyo a una especie, el criterio nunca debe ser la utilidad que la población pueda obtener de esta ayuda. Según el muestreo, los esfuerzos deben concentrarse en proteger la biodiversidad esencial para el funcionamiento de un ecosistema (55%) y en mejorar el conocimiento de cómo interactúan los humanos con el medio natural en determinados lugares (56%).
Inversión inteligente"Ya estamos desatendiendo a muchas de ellas", opina un experto
En ese punto coinciden con el diagnóstico de la situación que realiza el responsable de conservación de SEO/Birdlife, Juan Carlos Atienza, quien considera que lo primordial no es elegir las especies a proteger, sino el modelo de desarrollo menos perjudicial para ellas. "Es mucho más inteligente invertir un euro en no dañar un ecosistema que invertirlos después en querer restaurarlo", resume Atienza, "La necesidad de elegir entre especies ha estado muy clara desde hace más de 40 años, cuando nacieron las primeras estrategias de conservación", asegura Atienza.
Este biólogo cree que las administraciones ya llevan tiempo haciendo su propia selección entre las especies a proteger. La Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) es el documento de referencia para el análisis de los animales en riesgo. Según la última actualización, en el que describe la situación de 61.000 especies, el 25% de los mamíferos está en peligro de desaparecer. Esta lista, que coloca en situación crítica previa a la extinción a casi 4.000 especies, es elaborada con criterios científicos por organizaciones como la suya, SEO/Birdlife. "Sin embargo, los gobiernos luego realizan sus propios catálogos de protección, que son menos rigurosos, ya que se hacen en función de sus propias prioridades", explica Atienza.
"Sería un error rebajarnos a ese nivel de dar por acabadas de antemano determinadas especies", apunta. Y añade: "Ahora tenemos que ser más sofisticados". Se refiere a que los planes de ordenación de los territorios (en España, responsabilidad de las autonomías) se realicen de forma integral, atendiendo a criterios de sostenibilidad. "Eso es mejor que la guerra de guerrillas de ir defendiendo animales en peligro aquí y allá. Es mejor proteger de forma horizontal a todas las especies", defiende el coordinador de conservación de SEO/Birdlife.
Proteger el águila sirve de paraguas para el resto de su ecosistema
Atienza señala que, hasta ahora, una de las principales estrategias para defender a los animales ha sido la de elegir especies "bandera" o "paraguas", aquellas que son fáciles de vender a la población y a las autoridades para que destinen recursos a protegerlas. Por debajo, o junto a ellas, esos recursos están preservando otras muchas especies que se benefician del cuidado y la vigilancia que se realiza en sus ecosistemas. "Cuando se protege el águila imperial ibérica estamos tutelando todo el ecosistema Mediterráneo", explica Atienza.
No obstante, la estrategia de las especies bandera no es perfecta, y está mostrando debilidades, como certifica el responsable de conservación de WWF en España, Luis Suárez. Hay muchas que se quedan fuera de sus paraguas, aunque son igual de fundamentales en sus ecosistemas. El ejemplo en España es el desmán de los Pirineos, un bicho con peor fotogenia que los pandas. "Es feo, pequeñito y poco detectable. Por eso no se le presta la atención que merece y se nos está yendo. La protección de las nutrias no le sirve de paraguas, aunque compartan sitio en sistemas fluviales", explica Suárez, quien cree que el problema no es que se dejen de lado algunas especies, sino que se haga por dejadez o falta de atención, como sería el caso.
La solución para este experto no es tanto elegir como aprender a optimizar. "No es por la crisis, es que es absurdo que desde hace mucho tiempo incluso se tripliquen los esfuerzos en defensa de determinadas especies por parte de administraciones y organizaciones. Hay que optimizar recursos. Un problema, una solución. No tres a la vez", lamenta el portavoz de WWF.
La semana pasada, su organización, en colaboración con otras, transportó en helicóptero a 19 rinocerontes negros de más de una tonelada de peso por los aires de Suráfrica, en un viaje de más de 1.500 kilómetros, para tratar de salvarlos de la extinción. Noé sólo tuvo que abrir la puerta del arca. Los conservacionistas actuales no lo tienen tan fácil.
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