Público
Público

"El riesgo de chocar contra un asteroide es pequeño pero real"

Asphaug cree que para llegar a Marte habrá que poder llegar antes a los asteroides

VICENTE FERNÁNDEZ DE BOBADILLA

Para la imaginería popular, los asteroides son destructores potenciales, que ya han ocasiones extinciones en masa en nuestro planeta e, inevitablemente, volverán a hacerlo. Para Erik Aspasugh, catedrático de la Facultad de Ciencias Planetarias y de la Tierra de la Universidad de California, son fascinantes objetos de estudio. En su reciente visita a Madrid, invitado por Cosmocaixa, el museo de la ciencia de la Fundacion la Caixa, habló con Público de la cara amable de estos cuerpos celestes, y de cómo podrían ayudar a la humanidad en su camino hacia Marte.

¿Qué le fascinó tanto de los asteroides como para dedicarles su carrera profesional?

Para mí, es muy divertido trabajar en cosas en las que nadie se ha metido antes. Cuando me gradué en ciencia planetaria, la gente trabajaba con Júpiter, Marte, Mercurio, la Luna, otros sistemas solares… Y por ahí estaban estos extraños objetos de los que no se sabía prácticamente nada. Supongo que me gustó su naturaleza exótica. Y un par de años después de mi graduación, en los años 80, apareció la prueba de que un asteroide fue lo que mató a los dinosaurios, y de repente pasaron a convertirse en algo muy importante.

Quizá además son algo más difíciles de estudiar. Júpiter, Marte, siempre se sabe dónde están, pero un asteroide puede ser algo más elusivo…

Sí, ese es un punto muy importante. Marte tiene una trayectoria fija con respecto a la Tierra, pasa cerca de ella cada dos años, así que puedes planificar las misiones. Los asteroides van más al azar. Por tanto, cuando intentas estudiarlos tienes que elegir cuál, y para eso necesitas el concurso de muchos países, juntar a la Agencia Espacial Europea, a los japoneses y a Estados Unidos. Y cuantas más posibilidades tengas para elegir, más difícil será llegar a ese acuerdo. A veces, es un problema más burocrático y político que científico. Conocemos asteroides como Apophis, que pasará cerca de la Tierra en 2029, y posiblemente todavía mucho más cerca en 2036. Por tanto puedes pensar, bueno, este es el asteroide al que deberíamos prestar atención… Pero es como buscar a un pez en un estanque, cuando por fin te concentras en ése es casi seguro que acabarás descubriendo que el riesgo no es tan grande, que no pasará tan cerca… Así que vas pasando tu atención de un asteroide a otro, porque realmente no sabes cuál va a ser el que realmente te interesa. Es un poco problemático.

¿Y qué información puede proporcionarnos el interior de un asteroide?

Su diversidad es, probablemente, el aspecto más importante que debemos intentar comprender. Qué diferencias hay entre ellos. Porque son las sobras, los desechos de la formación de los planetas, y por tanto, si los asteroides son muy diversos eso quiere decir que la formación de los planetas comenzó con ingredientes muy diversos. Y si son muy similares, entonces la formación comenzó con ingredientes muy similares. Por tanto, ir a un asteroide, ver de qué está hecho, relacionar eso con los meteoritos que tenemos aquí en la Tierra, y luego pasar a otro asteroide que tiene un aspecto diferente, es ir descifrando las piezas de los ladrillos del Sistema Solar.

Usted está dirigiendo el proyecto Deep interior, para examinar el interior de un asteroide o un cometa. ¿Cómo piensan lograrlo?

La misión Deep interior está diseñada para orbitar alrededor de un asteroide y utilizar una tecnología que es la misma que la que nos permite en medicina ver el cerebro dentro de la cabeza; en la imaginería médica se transmite una señal electromagnética a través del cráneo, se recibe esa señal, y eso lo haces desde muchas direcciones distintas; por tanto, estudias esas señales y con ellas se construye una tomografía. Para una nave espacial, dar vuelta alrededor de un asteroide es muy fácil; el asteroide gira sobre sí mismo y la nave orbita alrededor de su polo. Y cuando haces eso desde muchas direcciones distintas, consigues elaborar un mapa del interior.

Supongo que una de las preguntas que le habrán hecho más veces es la del peligro que representan los asteroides por una hipotética colisión con la Tierra. ¿Es un peligro exagerado por el cine y algunos medios, o es algo real?

Es real. Es pequeño, pero es real, y creo que es algo que tiende a exagerarse por sí mismo debido a la naturaleza del riesgo. Ya sabe, a veces se anuncia que hay un asteroide que tiene una pequeña posibilidad de impactar contra la Tierra. Miras los informes tres días después, y el riesgo se ha incrementado, de, digamos, un 0,5 por ciento a un 2 por ciento, y a los dos días es ya del 4 por ciento. Y luego, de repente, pasa a cero. ¿Por qué ocurre esto? Tenemos la Tierra, y un asteroide que, tras dar orbitar alrededor del Sol veinte o treinta veces, está previsto que quizás choque contra la Tierra. Pero hay cierta incertidumbre sobre su posición y su velocidad inicial, puede estar en varios sitios. A esto se lo conoce como la elipse de incertidumbre. Al principio es siempre grande, por lo cual el riesgo es muy, muy pequeño. Y luego, cuando se hacen observaciones más detalladas y la elipse empieza a hacerse más pequeña, y a medida que se reduce, y la Tierra sigue dentro de la elipse, la posibilidad pasa de, digamos, una entre cien a una entre diez, o quizá una entre cinco. Así que parece que cada vez hay más posibilidades de que estemos condenados… Y de repente, la elipse se reduce tanto que se convierte en una línea que ya no incluye a la Tierra dentro de su área de influencia, y por eso la posibilidad se reduce a cero. Así que es sensacionalista por la propia naturaleza del riesgo, empieza como si no existiera el riesgo, luego se va incrementando y al final pasa a cero. Las posibilidades de que vaya a impactar son muy reducidas, pero cada asteroide individual, cada vez que se descubre uno, siempre va a tener esta trayectoria de riesgo. Por eso los científicos y la gente piensan, oh, a ver si va a ser este…  (risas). Pero el hecho indiscutible es que, si no nos ocupamos del problema, las consecuencias podrían ser considerables. 

Usted no se ha mostrado nunca demasiado optimista sobre las posibilidades que tenemos de evitar un impacto…

En efecto, no creo que sepamos lo que tenemos que hacer. Vamos a imaginarnos el peor ejemplo posible: los astrónomos miran por el telescopio y dicen va a chocar contra la Tierra en diez años, tiene un kilómetro de diámetro, tenemos que hacer algo. Yo sería la última persona en proponer esto como la primera solución, pero ahora mismo creo que la única tecnología que tenemos es una bomba nuclear, ya sabe, para hacerlo explotar. Pero lo irónico de esto es que no sabemos cuál sería el efecto, porque no conocemos cuál es la mecánica de un asteroide. Obviamente, queremos provocar una reacción en un punto determinado que empuje al asteroide en una dirección… ¿Pero que ocurre si en lugar de estallar en una zona lo hace en otra, y la explosión lo impulsa hacia la Tierra todavía con más velocidad?. No creo que seamos capaces de predecir en qué dirección íbamos a moverlo, menos todavía con qué impulso.

¿Hay otras posibilidades?

Son sólo conceptos, pero hay inventos como tractores de gravedad, que son una tecnología muy interesante. Llevas una nave espacial hacia el asteroide, y ésta se sujeta a él disparando tres ganchos. Entonces, esa nave permanece junto al asteroide, y altera su centro de gravedad, tirando de él poco a poco con sus propulsores y lo hace cambiar de dirección. Otra idea sería pintarlo de blanco, no sé si con polvo blanco, con azúcar en polvo… (risas), pero al cambiar su color cambias la presión que recibe del sol, y muy poco a poco, a lo mejor tarda cincuenta años, podrías cambiar su órbita. Como la trayectoria se predeciría con a lo mejor un siglo de antelación, hay tiempo suficiente. Y cuanto mayor sea la antelación con la que se actúe, menor será el grado en el que haya que cambiar la órbita.

Hace unos meses, la empresa española Deimos presentó a la Agencia Espacial Europea su proyecto Don Quijote, que  consiste en utilizar un proyectil de unos 500 kilos para impactar en un asteroide de unos 500 metros de diámetro a una velocidad de 10 kilómetros por segundo, con el fin de desviarlo al menos cien metros de su trayectoria. ¿Lo conoce?

Es una misión muy interesante, porque consta de dos naves: una choca contra el asteroide, y la otra permanece en órbita a su alrededor. No tengo ningún problema con que se disparen cohetes para impactar en los asteroides, eso les pasa todo el tiempo, reciben impactos de otros meteoritos… Creo que es peligroso pensar en enviar misiles nucleares al espacio, con el propósito que sea, pero enviar una nave normal, y hacerla impactar con un asteroide, creo que es una gran idea. Podría hacerse con un asteroide cómo Apophis que pasará muchas veces cerca de la Tierra hasta que al final quizás impacte con ella, así que habrá muchas oportunidades de alterar ligeramente su órbita. Será una misión muy cara, más de lo que puede permitirse un país o una agencia espacial, así que considero que Don Quijote es muy representativa de lo que puede ser el futuro de la ciencia de los asteroides. Quizá los europeos fabriquen el orbitador y los japoneses o los americanos el impactador. Puedes dividir los costes… me gusta mucho la idea.

Usted ha hablado también de usar los asteroides para facilitar futuras misiones misión tripuladas a Marte…

Creo que los que pensamos que el futuro de la humanidad pasa por la exploración del espacio, por llegar a Marte, estamos atascados. Porque ir a Marte es muy caro, probablemente letal (risas), y una vez que hayas llegado, tienes que haberte llevado un vehículo capaz de despegar de su superficie para asegurar que podrás volver. Si pudieras dividir ese problema en dos, tienes más posibilidades de resolverlo. Una es el viaje a Marte, y demostrar que los seres humanos pueden ir allí y no matarse entre ellos, volverse locos, y sobrevivir en baja gravedad durante los casi dos años de su estancia y luego regresar. Podría sacarse ventaja del hecho de que Marte está orbitado por dos grandes asteroides cautivos, Fobos y Deimos, con diámetros de diez y veinte kilómetros respectivamente. Si puedes hacer una visita a una de esas lunas y regresar, entonces has resuelto una mitad de la ecuación, la de ir a Marte y volver. Es una misión muy cara, pero lo que me gusta de ella es que puedes usar tecnología que ya existe, concretamente el hardware de Ariane y Constellation que se está desarrollando en la NASA para ir de nuevo a la Luna. Así que podemos empezar hoy el viaje a Marte, yendo primero a los asteroides.

¿Te ha resultado interesante esta noticia?