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Los robots españoles quieren salir del garaje

La Campus Party, que cierra hoy sus puertas, ha recogido algunas de las iniciativas más interesantes sobre robótica. Juguetes avanzados o máquinas que realizan labores de marketing se plantean como el futuro de este sector a corto

BLANCA SALVATIERRA

Un centenar de los más de 3.000 asistentes a la Campus Party, que hoy finaliza en Valencia, ha llevado consigo algo más que un ordenador para jugar o conectarse a Internet. Son los incondicionales de la robótica, que aprovechan esta cita para mostrar sus proyectos. Coinciden allí con profesionales como Bob Allen, miembro del Homebrew Robotics Club e investigador en la Universidad Carnegie Mellon (Pittsburgh, EEUU), o la joven empresa española AISoy Robotics, que lanzará un juguete este mismo mes. Profesionales y aficionados destacan que en España la robótica no tiene un mercado claro, pero no renuncian a seguir trabajando en ella. 'Es muy difícil sacarle partido, pero tenemos gente muy válida con proyectos espectaculares'. Lo cuenta Ángel Hernández, un ingeniero de 25 años que, junto a un compañero de la universidad de Saint Louis (Misuri, EEUU), Carlos Kaiser, se ha decidido a lanzar el proyecto Robomadness, que tiene como fin poner en contacto a los creadores españoles de robots con empresas y universidades estadounidenses.

Hernández y Kaiser defienden que en España son los propios creadores los que tienden a ver sus proyectos sólo como un juguete. 'A estas máquinas se les puede sacar partido fuera del país', añade Hernández. Este año, él mismo ha logrado una medalla de oro y dos de plata en tres de los torneos de Robogames, la competición internacional más grande del mundo en esta área, también conocida como ROBOlympics. 'Fuimos el primer equipo español que se presentaba y ganamos. Por eso es tan importante que los creadores españoles estén al tanto de los concursos y proyectos que se están desarrollando fuera', explica Kaiser.

El coste de los humanoides

La inversión necesaria para construir un robot se plantea como uno de los inconvenientes principales para el avance de la robótica, sobre todo cuando se apuesta por la construcción de humanoides. En el mercado se pueden encontrar kits destinados al aprendizaje desde 600 euros. Incluyen todas las piezas necesarias y, aunque hay que programar el software que indica a la máquina los movimientos que tiene que hacer, facilitan en gran medida el trabajo a los aficionados. Enrique López, que estudió ingeniería electrónica, es uno de los asistentes a la Campus Party que ha llevado consigo un humanoide construido a partir de un kit. Su máquina, que ha podido verse en el evento disputando partidos de fútbol, ronda los 1.000 euros porque, como él mismo cuenta, el kit permite la construcción de diferentes formas dependiendo de cómo se coloquen los 18 servomotores que incluye de serie. López reconoce que, pese a que este tipo de máquinas son las que más atención capturan en Campus Party, no tienen un fin práctico. 'El objetivo de quien lo compra es sólo didáctico, permiten aprender para no quedarse atrás en esta área', explica.

Viendo cómo estos robots juegan al fútbol, los creadores de Robomadness destacan que uno de sus objetivos es centrarse en el del márketing. 'Los robots explica Hernández atraen la atención, la gente se acerca a verlos'. Su idea es que una máquina sencilla como Tupperbot, el robot construido con un tupperware que puede realizar labores de vigilancia con el que lograron algunos de los trofeos de Robogames, también puede servir como herramienta de promoción y márketing para las empresas.

Pero no siempre es fácil. Adentrarse en la construcción de un androide desde cero supone un gran salto tanto en inversión económica como en tiempo. Luis Picó, técnico de telecomunicaciones, exhibe con orgullo en la Campus un humanoide que ha salido íntegramente de su imaginación. También de su bolsillo. En el último año ha desembolsado unos 3.500 euros en las piezas que lo hacen posible, comprando los servomotores en EEUU y las piezas de aluminio en China. 'Cada servomotor cuesta 100 euros y tiene 25 en total. Podría haber reducido el precio a unos 700 euros suprimiendo cuatro motores de las piernas o comprando otros más baratos, fabricados en China'.

La creación de Picó comenzó como un proyecto de fin de carrera para el que los profesores le recomendaban que adquiriese un kit. 'Me decían que era una locura construir un robot desde cero, pero yo quería hacerlo', explica con humor,'que para eso soy de Bilbao'. Además del hardware, Picó ha tenido que crear tanto el software que convierte un mando de PlayStation en un control para el robot como el que dirige la propia máquina, un trabajo sacrificado que hoy es más un proyecto personal que una forma de ganarse la vida.

El investigador Bob Allen, invitado de honor en la Campus Party de este año, reconoce el mérito de los robots bípedos, pero también pretende concienciar a los jóvenes de que la robótica es algo más. 'Me gusta pensar en que un robot es un mecanismo que nos ayuda. A lo largo de la vida gastamos una enorme cantidad de tiempo haciendo pequeñas tareas que no nos aportan ningún beneficio especial, como limpiar la casa, recoger cosas del suelo, abrir el buzón o sacar la basura. Tener robots que pudieran hacer eso por nosotros nos facilitaría la vida', explicó a Público.

La industria juguetera

A Allen, que también es cofundador de la compañía de robótica OLogic, le gusta centrarse en el aspecto práctico de esta disciplina, logrando un equilibrio entre las posibilidades del artefacto y el posible precio de comercialización. La Campus Party fue el lugar elegido por el investigador para mostrar un robot bombero que detecta fuentes de calor en una casa y las enfría con el ventilador que incorpora o IGOR, que cuenta con un sistema de posicionamiento que le permite moverse por interiores sin chocarse. 'La industria del juguete y la robótica se están entendiendo muy bien. Nosotros tenemos acuerdos con Hasbro', añade Allen, que pone como ejemplo Force Trainer, un juguete que ya se vende en EEUU y que permite controlar una pelota con un casco que mide los impulsos eléctricos cerebrales.

La empresa española AISoy Robotics también cree que hay futuro en la robótica aplicada a los juguetes. Tras tres años de trabajo este mes lanzará AISoy I, un robot de 23 centímetros con sistema operativo Linux que reconoce más de 3.000 palabras y tiene programados 14 estados emocionales. 'Vamos a liberar una aplicación para que los usuarios puedan crear aplicaciones alternativas para el robot, que también cuenta con sistema de reconocimiento de voz', añade Diego García, responsable de ingeniería de la empresa.

Mientras España mira a EEUU como país avanzado en robótica, Allen destaca que son países como China o Japón, más allá de los juguetes, los que encabezan la creación de robots humanoides. 'En EEUU los costes son tan elevados que generalmente se tiende a recortar muchas de las funciones de la máquina para conseguir un verdadero robot comercial'. Para llevar a cabo un desarrollo completo, Allen explica que es necesario contar con el respaldo de un Gobierno o depender de países como China o Japón para adquirir esta tecnología, renunciando a una industria propia. En EEUU, el proyecto Willow Garage fabrica robots y dona algunos de ellos a universidades para que los alumnos puedan crear aplicaciones. 'Son millones de dólares en tecnología y es una de las pocas soluciones que hay para investigar. Es un ejemplo para entender que aún nos quedan muchos años de trabajo para que los robots más avanzados lleguen al hogar'.

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