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Las sobrecogedoras huellas de la enfermedad

El Museo Egipcio de Barcelona exhibe restos humanos que muestran las dolencias de nuestros antepasados

TONI POLO

Es una exposición de la vida, no de la muerte'. Assumpció Melgosa, bióloga y paleopatóloga (que estudia las enfermedades de los humanos o animales a través de su rastro en los huesos), comisaria de la exposición Esqueletos enfermos. Una visión de la enfermedad a través del tiempo, defiende que la muestra, que estará hasta el 30 de junio en el Museo Egipcio de Barcelona, aporta importante información sobre la manera en que, a lo largo de la Historia, hombres y mujeres han luchado contra sus dolencias.

Consta de 150 piezas procedentes de 32 instituciones de todo el mundo y es la exposición de este género abierta al público más grande de Europa. Sus comisarios, la citada Melgosa y el también paleopatólogo y traumatólogo Albert Isidro, han tardado cerca de dos años en inventariarla. Los restos expuestos abarcan un amplísimo periodo, desde artrópodos paleozoicos, de hace 540 millones de años, hasta osarios del siglo pasado.

La exposición tiene como objetivo conocer y documentar dolencias y afecciones humanas y animales a partir de sus esqueletos. 'Lo primero que puede constatar el visitante es que muchas de las enfermedades que mataban a los seres humanos de hace millones de años, le resultarán familiares', comentó Isidro. 'Son los mismos males actuales que en algunos casos tienen cura y en otros, no'. Se trata de infecciones como la poliomielitis, la lepra o la sífilis, que no son tan históricas como se cree, pues hay casos muy recientes en el tiempo.

Las huellas de estas enfermedades sobre los huesos pueden aportar datos sobre la condición de la persona o su entorno social. Un niño de 13 años, muerto junto a otras 265 personas en Hungría en el siglo XVII, se quedó sin poder abrir la boca por una tuberculosis: la mandíbula tocaba el pecho. Todo indica que resistió la enfermedad gracias a la ayuda de los demás. 'Hemos investigado hasta esclarecer que fue alimentado por sus progenitores y que su padre murió en el mes de febrero; la madre en mayo y el niño, ya solo, en junio del mismo año', explica Isidro.

Los huesos de la muestra configuran un recorrido tétrico, duro y sobrecogedor. Podemos ver un aborto espontáneo del siglo XIX, cráneos agujereados, paladares destrozados por la lepra, el segundo caso de infección de oído más antiguo del mundo (datado en Menorca, en 1700 a.C.), caras devoradas por infecciones o un rincón dedicado a los tumores: cánceres benignos y malignos, y varios tipos de metástasis.

Los restos óseos sólo pueden ayudar a descifrar las enfermedades de aproximadamente un 5% de los cuerpos, es decir, aquéllos de personas (o animales) que han soportado las dolencias el tiempo suficiente como para afectar a los huesos.

Distintos son otros casos, como los de violencia. Se puede apreciar un hueso sacro con la marca de un hachazo, costillas cercenadas por espadas, cráneos despellejados... No se sabe si algunos cráneos neolíticos trepanados lo fueron por ritos o por violencia. Lo que parece seguro es que esas personas sobrevivieron, porque los bordes de los agujeros de la calavera se quedaron lisos. Cierra la exposición la momia de un anciano precolombino hallada en Perú con un paquete de coca en la boca. Sin duda, para resistir el dolor de su enfermedad.

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