Este artículo se publicó hace 14 años.
Viaje desde el centro de la Tierra a los Apeninos
Un laboratorio italiano detecta geoneutrinos, partículas del núcleo terrestre
Asomarse al tórrido interior del planeta es más difícil para los científicos que estudiar las emisiones de una estrella lejana. Entre 30 y 50 kilómetros bajo nuestros pies, más allá de las rocas de la corteza terrestre, el viaje hoy utópico al interior de la Tierra debería atravesar casi 3.000 kilómetros de manto terrestre formado por rocas y material viscoso a una temperatura de entre 1.500 y 3.000 grados centígrados.
Una vez allí, se iniciaría la exploración del núcleo, el misterioso corazón de la Tierra que con su ardiente latido calienta el magma y es el último responsable de terremotos y erupciones volcánicas.
Más factible es, sin embargo, fiarse de unos singulares testigos de lo que sucede allí dentro y que viajan hacia el exterior para contarlo. Un equipo internacional de científicos liderado por el milanés Gianpaolo Bellini ha logrado finalmente averiguar qué sucede a tanta profundidad gracias a la observación, por primera vez de forma nítida y medible, de las únicas partículas emitidas por el núcleo terrestre capaces de llegar constantemente hasta la superficie, los geoneutrinos.
Son la variante terrestre de los antineutrinos o antipartículas provenientes del sol o las estrellas. Se trata de partículas tan ligeras que son capaces de atravesar la materia sólida, como las rocas de la corteza terrestre, pero que, precisamente por ello, son tremendamente esquivas. Es muy difícil capturarlas y observarlas, y además, no poseen carga eléctrica, lo que dificulta aún más su detección.
Bajo la montañaPara poder examinarlas, los científicos han utilizado un enorme laboratorio subterráneo, el Borexino, construido por el Instituto italiano de Física Nuclear a 1.400 metros de profundidad, bajo una montaña colosal, el Grande Sasso, la más alta de los Apeninos italianos centrales.
Es un punto virgen, lejos de las centrales nucleares españolas o francesas que emiten también unas antipartículas que podrían confundirse con sus compañeras del interior de la Tierra. Una enorme esfera de acero sumergida en agua purísima alberga un hidrocarburo líquido que acoge, a su vez, a otra esfera de nailon con 300 toneladas de un líquido que, en contacto con los geoneutrinos, emite minúsculas chispas de luz, invisibles a la vista.
Unos aparatos se encargan de multiplicar esta lucecita para que los investigadores puedan examinarla. La captación de estas partículas ha permitido probar que el interior de la Tierra funciona como un inmenso reactor nuclear que produce calor por la desintegración de elementos radioactivos como el uranio.
A esta prueba se le añade una comprobación más sorprendente, la de que el calor total que genera la Tierra -unos 40 millones de millones de vatios- también se produce fuera del núcleo, en el manto, como revelaría la trayectoria de estas partículas.
El descubrimiento, según el profesor Bellini, "abre una nueva era en el estudio de los mecanismos que gobiernan el interior de la Tierra" y "permitirá obtener informaciones más precisas sobre el calor producido en el manto terrestre y, en consecuencia, sobre los movimientos que están en la base de los fenómenos volcánicos y los movimientos tectónicos".
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