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Vuelo rasante sobre un cometa

La nave Rosetta se acercará a solo 6 kilómetros de la superficie el 14 de febrero y es posible que localice la sonda Philae, perdida y en silencio desde hace dos meses.

Chorro de gas y polvo observado en el cometa el 22 de enero desde la sonda Rosetta. /ESA Rosetta NAVCAM

MALEN RUÍZ DE ELVIRA

A una altura menor que la de los aviones comerciales sobre la superficie terrestre pasará la nave Rosetta sobre el cometa Churyumov-Gerasimenko el 14 de febrero, acercándose a solo 6 kilómetros. Las imágenes y los datos sobre la atmósfera que tome permitirán probablemente despejar algunas de las incógnitas que siguen existiendo sobre la corteza del cometa, que es dos veces más negra que el carbón y ha demostrado ser más dura de lo esperado. Sobre ella rebotó tres veces la sonda Philae el 11 de diciembre pasado, antes de posarse finalmente en un lugar todavía no localizado exactamente.

Philae permanece desde entonces en silencio por falta de luz solar suficiente para cargar sus baterías pero la Agencia Europea del Espacio ha decidido finalmente no gastar parte del combustible que tiene Rosetta en buscarla específicamente, aunque pueda aparecer en las imágenes que obtenga, y esperar a que en mayo o junio reciba energía suficiente para comunicarse con su nave. Se mantiene así el plan previsto de sobrevuelos del cometa a corta distancia sobre sus regiones más activas. Dentro de este plan, el máximo acercamiento se producirá a las 13.41 del 14 de febrero, sobre el lóbulo mayor, en la región de Imhotep.

“Este sobrevuelo permitirá realizar observaciones científicas únicas, nos proporcionará medidas de la superficie en alta resolución en un rango de longitudes de onda y nos dará la oportunidad de tomar muestras de la atmósfera más interior del cometa”, explica Matt Taylor, director científico de Rosetta. La nave tendrá el Sol detrás, con lo que obtendrá imágenes sin sombra del polvo oscuro que cubre el núcleo helado.

Además de este sobrevuelo, habrá otros a distancias de entre 15 y 100 kilómetros de la superficie. Las trayectorias se han calculado para que se puedan obtener buenos datos con los 11 instrumentos que tiene Rosetta. En alguna ocasión la nave seguirá al cometa en su rotación, a la misma velocidad, de forma que pueda observar un punto concreto de la superficie. Los científicos quieren conocer mejor la relación entre el aumento de actividad del cometa, con crecientes emisiones de gas y polvo a medida que se calienta al acercarse al Sol y la composición de la atmósfera, o coma, de un tamaño cada vez mayor.

Se cree que Philae está en una zona acotada de 350 metros por 30 metros en el lóbulo menor del cometa, pero no se ha podido identificar la pequeña sonda, del tamaño de una lavadora, en las espectaculares imágenes del cometa que ha mandado Rosetta desde que se produjo el descenso. “No vamos a cambiar la trayectoria de Rosetta específicamente para volar sobre la zona donde creemos que está pero sí podemos tomar imágenes de esta zona a poca distancia si lo permiten las actividades científicas programadas”, dijo Matt Taylor la pasada semana. De todas formas, localizar Philae no es imprescindible para que pueda volver a funcionar. Depende del incremento de luz solar y de que no haya sufrido daños, como así parece, en su accidentado descenso.

Mientras Philae se despierta o no, el cometa (y Rosetta) se acercan al Sol. El perihelio o máxima aproximación será el 13 de agosto. Pasarán a 186 millones de kilómetros de la estrella, entre las órbitas de Marte y la Tierra, de la que le separarán entonces 265 millones de kilómetros. Es la primera vez que una máquina humana acompaña y observa a un cometa a medida que se transforma por el calor del Sol. Los resultados cambiarán la comprensión de los procesos que se dan en estos viajeros sin pausa y de su aportación a la aparición de la vida sobre la Tierra.

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