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Los indígenas conmocionan a la Mostra

Birdwatchers y Vegas: Based on a true story traen el cine valiente a la competición

SARA BRITO

El cine de Marco Bechis hace visible lo que permanece oculto, lo que corre el riesgo de desaparecer si no se cuenta. En Garaje Olimpo (1999) eran los desaparecidos en un centro de torturas durante la dictadura argentina; en Birdwatchers son los miembros de la comunidad indígena guaraní kaiowa (Mato Grosso, Brasil), que sobreviven desterrados y condenados a trabajar como semi esclavos o a venderse en forma de postal pintoresca para los turistas que acuden a lo que queda de selva para observar pájaros.

El director italo-chileno presentó ayer en competición un filme que, pese no tener fans entregados de antemano, como ocurrió en el pase de la nueva obra de Miyazaki hace dos días, ha conseguido levantar un entusiasmo inédito en la hasta ahora alicaída Sección Oficial de la Mostra.

Lejos de caer en ningún tipo de maniqueísmo, Birdwatchers se presenta como un matizado retrato de el otro. Aunque Bechis toma partido y decide contar la historia desde el punto de vista de los indígenas, no renuncia al complejo juego de contradicciones y tensiones entre dos culturas enfrentadas. Tampoco al retrato de personajes individuales: por la pantalla pasan indios con sentido del humor, mala leche y deseos sexuales; seres contradictorios, al fin y al cabo. Todo ello eso sin que los matices resten fuerza a la denuncia política.

Los aplausos acompañaron a los créditos en la sala de proyecciones y a la entrada del director junto a parte del reparto, en la sala de prensa. Ni Ambrosio Da Silva Pedro, ni Alicia Batista, ni Ademilson Concianza Verga, ni Ambrosio Vilhalva, ni Eliane Juca da Silva, actores y miembros de la comunidad indígena, habían salido nunca de Brasil. Tras interpretar a los miembros de una tribu con un alto índice de suicidios entre los jóvenes, los actores ocasionales posaron confundidos en el abarrotado photocall del festival. En estas condiciones, la conferencia de prensa podía ser todo menos aséptica: “Somos como vosotros, somos seres humanos. Personas que amamos, trabajamos, nos reímos, sufrimos “, dijo Eliane Juca da Silva, primero llorando, luego alzando la voz. “Sólo queremos un pedazo de tierra para las cosechas y que se nos respete, como nosotros les
respetamos”.

Según Bechis, “esta película viene a demostrar que el hombre blanco prosigue con la conquista de América Latina”; no obstante, en Birwatchers los blancos, por muy terratenientes que sean, son personajes complejos alejados de cualquier esquematismo. La película es importante no sólo por su acertado carácter contemporáneo y urgente, alejado de los retrato exóticos con indios al fondo o de las visiones mitificadoras, ni siquiera por su acertado montaje de sonido, inquietante cuando se quiere convocar a Angue, el espíritu maligno que habita en los bosques, sino por la intensa implicación de Marco Bechis.

Si Rosellini, dicen, vendió sus muebles para poder producir Roma Ciudad abierta, Bechis ha rehecho el guión varias veces, se ha sumido en años de investigación sobre el terreno y ha trabajado a fondo la interpretación de los indígenas. El rumor Bechis, que venía oyéndose en los pequeños corros de los pasillos del Palazzo Casino del Lido veneciano, ha acabado confirmándose por todo lo alto. La Mostra sobrepasa el ecuador a lomos de un caballo ganador. 

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