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De la Iglesia pide crear otra 'ley Sinde' desde abajo

El director presenta 'La chispa de la vida', tragicomedia negra sobre la crisis

 

CARLOS PRIETO

Lo que no mata, engorda. Dice Álex de la Iglesia que su paso por la Academia de Cine, salida traumática incluida por sus intentos por cambiar la ley Sinde, le dejó un poso de 'orgullo', aunque no tanto como para tragar con la legislación antidescargas: 'Sigo pensando que se necesita una ley, pero no esta. Lo más sensato sería empezar de cero, hacerla desde abajo, contando con todos los sectores culturales'.

Pero la crisis que hizo más fuerte a De la Iglesia palidece comparada con la que sufre el héroe de su nueva película, La chispa de la vida, que se estrena mañana, un reflexión sobre interrogantes laborales contemporáneos (¿Ha perdido usted su trabajo?) que a veces se responden con afirmaciones inquietantes del tipo: no se preocupe, su desgracia laboral es un golpe de suerte.

'Lo más sensato sería empezar de cero contando con todos los sectores'

En efecto, la cháchara de la crisis como oportunidad, un fenómeno que EEUU ha exportado bajo el nombre de pensamiento positivo y en forma de manuales de autoayuda sobre cómo ser feliz, millonario e inmune a las enfermedades sólo con desearlo y best sellers sobre emprendedores que se alegran de su despido y renacen cual ave fénix. Ahora De la Iglesia ha sacado punta crítica al asunto con su habitual agudeza: ya puestos, lo mejor que te puede pasar en la vida es quedarte sin empleo y que se te clave una barra de hierro en la cabeza por accidente...

El protagonista del filme (interpretado por José Mota), aprovecha la feliz coyuntura de tener hundida una barra en el cráneo para, al calor del circo mediático que se monta alrededor de su infortunio, intentar forrarse de una vez. 'Es la historia de un hombre que decide poner a la venta su alma y vender la exclusiva de su muerte', cuenta De la Iglesia.

'La chispa surge cuando alguien recupera la dignidad al plantarse'

Un fulano que, tras triunfar en la publicidad, perder su trabajo y ser incapaz de encontrar otro, 'se vuelve loco con esa felicidad hipotética de un mundo mejor que no llega', cuenta el director. Preso de un autoengaño convertido en moda: 'Una de las razones por las que sufrimos tanto es por esa tendencia al optimismo. Por mucha ilusión que tengas, hay cosas que no tienen solución. Te has muerto porque no tenías suficientes ganas de vivir, dicen. ¡Joder, qué crueldad! Como acusar a alguien de no encontrar trabajo porque no se han esforzado lo suficiente. ¡Como si fuera tan fácil! Los problemas se solucionan cuando hay condiciones para solucionarlos. Hay cosas que no pueden ir bien y hay que saberlo para poder reaccionar a tiempo', explica De la Iglesia, que después del rodaje leyó Sonríe o muere, de Barbara Ehren-reich (Turner, 2011), crítica inmisericorde al pensamiento positivo que comparte tesis con La chispa de la vida.

'Puede que ya no tengamos respeto por cómo funcionan las cosas, pero peor es perdemos el respeto a nosotros mismos. La chispa surge cuando alguien se planta y dice basta, cuando se recupera la dignidad. La sociedad no se sostendría sino hubiera personas honradas por debajo. Hubiéramos desaparecido bajo las aguas. Puede que los poderes que toman las decisiones están comidos por la presión de la economía, pero hay un sustrato de gente honesta que hace que esto funcione y no se hunda. Hay gente que mantiene esto a flote desde abajo. Yo, con mi cobardía y con mi angustia, no ayudo mucho a mejorar las cosas, pero al menos puedo contar una ficción en la que alguien se planta y dice no', zanja.

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