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Abou Leila 'Abou Leila', delirios de violencia

Amin Sidi-Boumedine debuta con 'Abou Leila', una tragedia que revela el grado de locura que puede alcanzar la humanidad a causa del terrorismo y la violencia. Impactante y brutal, es una película filosófica, política y dramática que se mueve entre lo onírico y lo real.

El clima de tensión está presente toda la historia.  / Flamingo Films
El clima de tensión está presente toda la historia. / Flamingo Films

Veinte años después del fin de su guerra civil Argelia sigue sufriendo conflictos violentos aislados. Hace unas semanas, el Ejército abatió a dos supuestos terroristas islámicos en una localidad del Norte en un enfrentamiento que se repite habitualmente. El país vive aún el trauma de la guerra, y los argelinos, consciente o inconscientemente, siguen secuestrados por la violencia. El cineasta Amin Sidi-Boumedine se lanza a las profundidades de esa pesadilla con su ópera prima, Abou Leila, un espejo impactante del efecto de la violencia en los individuos.

Estrenada en el Festival de Cannes, en la Semana de la Crítica, ganadora del Premio a la Mejor Película en el Festival de Sevilla en Nuevas Olas y Premio de la Crítica en el D'A Festival, Abou Leila juega en un territorio entre la realidad y lo onírico para explicar desde ahí el terrorismo y la violencia, para revelar el grado de locura que puede alcanzar la humanidad –víctimas y culpables- a causa de ellos y para dejar claro al mundo occidental que los primeros afectados por el terror islamista son los países musulmanes.

Tierra de todos

Un simple cartel deja saber al espectador que está en Argelia en 1994, aunque la verdadera intención del cineasta es llevar al espectador a una tierra de nadie, que en este caso es lo mismo que una tierra de todos, dominada por la violencia. Sin referencias concretas, lo que le permite universalizar la historia, Amin Sidi-Boumedine presenta a dos personajes, amigos desde la infancia, que atraviesan el desierto en busca de Abou Leila, un terrorista peligroso.

Éste es una invención, un MacGuffin, la excusa perfecta para acompañar a los dos hombres en su recorrido físico y real por el desierto y en el viaje por su inconsciente. Kilómetro a kilómetro se va mostrando la fragilidad de uno de ellos, acosado por pesadillas y delirios, y la aparente fortaleza del otro, acorralado por el sentido de responsabilidad y hostigado, finalmente, por la culpa.

Los dos personajes principales de la película, cruzando el desierto. / Flamingo Films
Los dos personajes principales de la película, cruzando el desierto. / Flamingo Films

Simbolismo y surrealismo

Abou Leila, una tragedia sobre la violencia, va tomando forma de película política y, sobre todo, filosófica, sin despreciar nunca el elemento dramático. Es una vuelta al simbolismo, empeño que anuncia el mismo cineasta con una cita inicial del poema Matrimonio del cielo y el infierno, de William Blake, y al surrealismo, en su sentido genuino. "Entra un cierto surrealismo, porque se trata más de entrar en la perspectiva de los personajes sin ninguna transición, que de 'hacer creer' que es real o un sueño, o ambos. Esta distinción simplemente no importa". Realidad o sueño, la violencia se manifiesta directa, sangrienta, brutal, difícil de soportar.

"En lugar de ahondar en una crónica sociopolítica, opté por evitar las referencias temporales para expresarme mejor desde una perspectiva filosófica, humana y, por tanto, más universal –explicó el cineasta en Cannes-. No utilizo signos claros relacionados con la época para evitar clichés. La historia llega a los cimientos mismos de la violencia y el terrorismo, y evita abordar el tema de frente. La palabra Islam nunca se menciona para evitar tópicos al abordar una situación en constante cambio".

La obsesión del mundo entero

Los bandos, los grupos, existen, pero no se definen en esta película que, sin embargo, transmite con una dolorosa claridad la durísima realidad de las víctimas, individuos o países. Sociedades que desde la normalidad alcanzan la demencia provocada por la violencia. Y con la película, el cineasta aspira a que Occidente entienda el sufrimiento de las naciones musulmanas. "En cierto modo, se trata de ir en contra de lo que se dice en las noticias, de lo que piensa Occidente. La película recuerda que el primer país víctima del terrorismo islamista es un país musulmán", declaró al periódico Liberation en una entrevista.

"Y sobre todo –continúa-, la película juega con esta figura del terrorista, mostrando quién mata de verdad, sin negar su existencia, pero indicando que se persigue esa imagen cuando la violencia puede venir de cualquier parte, incluso de quienes persiguen esta imagen, o que reducen todos los problemas de una época a un tipo de persona. La película cuestiona esta obsesión, que es la de mi personaje, la de Argelia, y finalmente la del mundo entero".

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