Este artículo se publicó hace 14 años.
Adán y Eva regresan al Paraíso
El Prado restaura desde hace año y medio las dos tablas de Durero
Adán y Eva fueron expulsados de las salas del Prado hace un año y medio cuando peligraba la vida con la que Durero había pintado las dos tablas en 1507. Tristes, oscuras y con problemas de estructura subieron rápidamente a los talleres de conservación y restauración del Museo del Prado y todavía siguen allí. En estos momentos les retocan por delante para devolverles su cara bonita, pero antes intervinieron en el reverso, la cara por donde respiran los cuadros. Si todo va como está previsto, regresarán a sala el próximo octubre con toda pompa.
«Llegó una pintura que no se parecía en nada al original», dice Maite Dávila
Maite Dávila aguanta el pulso, le ha dedicado muchas horas a devolverle el esplendor a las dos tablas de más de dos metros. "Hemos recuperado esos fondos neutros negros porque estaban absolutamente repintados y apagados de las anteriores restauraciones. Ahora tienen de nuevo el brillo intenso original, que consigue sacar a la figura del fondo", explica la restauradora que hace de Durero en estos días. Explica que a pesar de las intervenciones, los viajes y la contaminación, las pinturas se conservan en un estado óptimo: "Son dos tablas extraordinarias: la capa de pintura es prácticamente transparente. El pintor quiso que valorásemos las formas escultóricas de ambas figuras, con transiciones de luces a sombras muy suaves. Llegó una pintura que no se parecía en nada al original".
El problema más grave de las tablas no era "refrescarles" la cara: cuando la superficie pictórica del cuadro está oscura por el polvo se manda a talleres para "refrescarles", básicamente barnizarles hasta sacarles el brillo. En el caso de la dos figuras del pintor alemán, la buena voluntad provocó que las capas de polvo fueran acumulándose, junto a las de barniz, tal y como explica Maite Dávila. El problema real de la pintura era la conservación de la tabla.
La cara fea del cuadro
«Esta restauración debe ser la que aguante siglos», cuenta de la Fuente
Antes de llegar a las delicadas manos y pinceles de Maite, pasaron por la mesa de operaciones de George Bisaca, restaurador del Metropolitan de Nueva York, y José de la Fuente, restaurador de soportes de madera del Museo del Prado, que se ocuparon de acabar con las grietas, la carcoma, la rigidez y la amenaza de pérdida de la capa del pigmento de los cuadros. La tabla de Eva se conservaba mejor, "su restauración era más o menos sencilla", reconoce José de la Fuente. La trasera en su caso había sido asegurada con tornillos que se atornillaron por delante, desde la pintura, agujereando la obra de Durero hasta en doce ocasiones. Los agujeros fueron tapados y repintados, la trasera arreglada y extraídos los tornillos.
El problema real era Adán: además del golpe que le provocó serios daños, una intervención aventurada a principios de los setenta tratando de asegurar la rigidez de la tabla con un engatillado en el bastidor, multiplicó las grietas de la superficie, hasta 60. "Nosotros no trabajamos con madera, trabajamos con cuadros", dijo de la Fuente, que habló de casi 400 trozos de madera sacados de una madera de un bastidor de hace 300 años. "Tenemos que estar muy seguros de la restauración que hacemos porque debe ser la que aguante siglos", explicó.
Y tanto. Aplicaron en el bastidor un sistema de muelles que deben regular el movimiento y la curvatura natural de la tabla de Adán, que los especialistas dejaron claro que estaba en estado crítico. Permitir que el cuadro se mueva para que no se agriete ha costado lo suyo: "Sólo en la investigación para crear estos muelles se invirtieron más de 17.000 euros". Los criterios de exposición antiguos eran estrictos con la rigidez del cuadro: prohibido enseñarlos combados. Afortunadamente, los especialistas se han vuelto más laxos en ese sentido.
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