Este artículo se publicó hace 13 años.
Adiós al pintor de la carne retorcida
Muere Lucian Freud en Londres a los 88 años de edad
Hasta el pasado miércoles era el artista vivo más importante de Europa, el último gran pintor figurativo. William R. Acquavella, marchante neoyorquino de Lucian Freud, confirmaba ayer la muerte, a los 88 años de edad, del pintor hiperrealista en su casa londinense, tras una enfermedad de la que no habló.
Nieto de Sigmund Freud, huyó junto con su familia a Inglaterra a los 11 años de Berlín dejando atrás al régimen nazi. Sus desnudos le permiten "ver los instintos y deseos básicos" de los retratados, una tradición inaugurada por su abuelo con el psicoanálisis. Entendía la pintura como una experiencia más que como un resultado, tal y como hacía Francis Bacon, con quien compartió, además de amistad, el gusto por retorcer los cuerpos hasta hallar su versión menos complaciente.
Bacon decía que la desnudez del cuerpo humano le recordaba al escaparate de una carnicería. Los de Lucian Freud colgaban del mismo escaparate de Bacon. Eran desnudos crudos y brutales, cuerpos retorcidos y pieles ásperas, una veracidad mórbida que confirmaba su máximo deseo: "Quiero que la pintura sea carne", resumía el pintor en una de sus grandes frases.
El maestro realista rechazó la visión literal de la realidad. "No es importante copiar apropiadamente al modelo. La pintura es todo lo que se siente sobre ella, todo lo que se piensa sobre ella, todo lo que se pone en ella cuando se la pinta", dijo el artista en vida para destacar la importancia de la experiencia pictórica.
Una leyenda urbana atribuía al pintor más de 40 hijos, la mayoría ilegítimos. Pero su asistente, David Dawson, rebajó la cifra a "sólo una quincena, aproximadamente".
"Vivía para pintar y pintó hasta el día de su muerte, lejos del ruido del mundo del arte", dijo Acquavella. Sin embargo, ese ruido le convirtió en el artista vivo más cotizado del momento, cuando pintó a una mujer desnuda con sobrepeso tumbada por 33,6 millones de dólares. El pasado febrero, el tríptico pintado por Bacon con retratos de Freud alcanzó los 37 millones de dólares en una subasta.
"Trabajo en él como si fuera la mejor obra que he pintado, como la mejor que nadie ha pintado nunca", confesaba Freud en uno de los vídeos de la gran exposición del Centro Pompidou de París, en marzo de 2010, aludiendo al hechizo en el que caía cada vez que arrancaba un nuevo cuadro.
Obsesionado en sus visiones, pasaba meses observando el efecto de la luz de una bombilla sobre los cuerpos de su modelo... antes de la primera pincelada. Sólo retrataba a amigos, familiares, amantes y colaboradores, porque no se veía capaz de profundizar en aquellos seres que no fueran conocidos. "Conocer algo de memoria permite adoptar más profundidad que ver nuevos lugares, por espléndidos e interesantes que puedan resultar", aparecía escrita en una de las paredes de aquella exposición.
El ansia de los cuerpos ahogados por la infelicidad se hacen creíbles a la luz del "blanco de cremnitz", un pigmento granulado mucho más pesado que los óleos habituales. Era la base de Freud, parte de su secreto. "La vitalidad de sus desnudos, la intensidad de sus naturalezas muertas y la presencia de sus retratos de familiares y amigos garantizan a Lucian Freud un lugar único en el panteón del arte del siglo XX tardío", declaró el director del grupo de galerías británicas Tate, Nicholas Serota, al conocer su muerte.
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