Este artículo se publicó hace 13 años.
El agitador Artur Barrio gana el Premio Velázquez
El artista revolucionó el arte brasileño en los sesenta con obras hechas de basura como protesta contra la mercantilización del arte y la dictadura militar
Contra todo y contra todos. Artur Barrio (Oporto, 1945), que ganó ayer el Premio Velázquez de Artes Plásticas, escribió a finales de los sesenta un Manifiesto en el que cargaba contra las categorías artísticas, contra los salones, contra los premios, contra el jurado y contra la crítica de arte. Era la legendaria carta de presentación de un artista premiado ahora por "la construcción de una poética radical" y por su uso de "materiales no convencionales", según el jurado del galardón, otorgado por el Ministerio de Cultura y dotado con 125.000 euros.
El artista no debe "dejarse condicionar o seducir por el concepto de arte mercantilista, su papel es otro", afirmó ayer Barrio, para quién el Premio Velázquez supone un reconocimiento a una trayectoria "al margen de las reglas" de lo convencional y de la vorágine de los cenáculos artísticos.
Barrio, de hecho, era hasta ahora casi un desconocido para los museos españoles. Entre las escasas veces que ha expuesto en nuestro país destacan dos muestras colectivas organizadas por el Reina Sofía en 2001: Heterotopias y Eztetyka del Sueño.
Afincado en Brasil desde los 10 años, Artur Barrio es, sobre todo, un hijo de los movimientos contraculturales que agitaron los años sesenta en medio mundo. Influido tanto por las vanguardias artísticas históricas (dadaísmo, situacionismo), como por la nuevas corrientes rupturistas del arte, de Fluxus al Arte Povera, Barrio creó sus piezas más emblemáticas durante los años más salvajes de la dictadura militar brasileña que derrocó en 1964 al izquierdista João Goulart. Un régimen represivo que, paradójicamente, provocó como reacción una ola de creatividad cultural contestataria (Cinema Novo, tropicalismo) que hizo historia en Brasil. El joven Barrio se nutrió de ese caldo de cultivo en sus años de formación.
El orgullo del Tercer MundoEl artista creó la primera de sus Situaciones en 1969. Se trataba de obras efímeras hechas con basura y desechos de la sociedad de consumo: excrementos, navajas de afeitar y toallas usadas, trozos de carne o papel higiénico. Barrio razonó sus intenciones en el manifiesto Estética del Tercer Mundo (1969). Usaba materiales baratos y perecederos para denunciar la deriva mercantilista del arte contemporáneo y la colonización capitalista del Tercer Mundo.
Sus instalaciones de arte efímero buscaban hacer reaccionar al espectador. Performances como echar a un río fardos con sangre, carne y huesos. O diseminar bolsas de basura con sangre, uñas, estiércol, heces y orina por las calles del centro de Río de Janeiro. Bolsas con aspecto de contener restos humanos en descomposición...
Corría el año 1970 y Barrio llamaba así la atención sobre la brutal política de limpieza de las calles llevada a cabo por el régimen militar, que liquidó esos años a centenares de marginados, delincuentes y niños de la calles de Brasil.
Acabada la performance, no existía una obra en sí, un producto final que se pudiera comprar y vender en una galería de arte, lo que dificultaba que el arte de Barrio fuera asimilada por el mercado. Al fin y al cabo, ¿qué coleccionista exhibiría en su salón una nauseabunda bolsa con heces, orines y pelos?
El objetivo de Artur Barrio era alertar sobre la violencia política y social de la época. Su medio era una obra visceral que provocaba una reacción sensorial extrema en los espectadores. Sus actos efímeros pretendían incitar una interferencia artística y política en las calles. Intervenir en el espacio público para agitar conciencias. O el arte como vía para revolucionar el Tercer Mundo.
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