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Como Alicia en el país de las pesadillas

El Reina Sofía muestra por primera vez en España la obra de Yayoi Kusama

JESÚS ROCAMORA

Internada desde 1977 en un hospital psiquiátrico en Tokio, que a día de hoy sigue siendo su residencia, y dueña de una obra marcada por las experiencias alucinatorias, Yayoi Kusama (1929) es considerada la artista japonesa viva de mayor relevancia. 'En su día se llegó a decir que era tan famosa como Warhol', recordó ayer Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, durante la presentación de su primera retrospectiva completa en España, con la que el museo pretende sacarla de la categoría de artista de la excentricidad y de los 'lugares comunes' propios de una vida y un arte marcados por la enfermedad mental. Estamos ante una artista, mujer y japonesa, que se enfrentó a un arte 'patriarcal, expansivo, autoritario' con todo lo que tenía mano, estilos, medios, materiales y hasta con su propio cuerpo.

El suyo es un arte feminista (curiosamente, la palabra 'feminismo' no existe en japonés), que según el recientemente nombrado director de la Tate Modern de Londres, Chris Dercon, conecta con Louise Bourgeois y Nancy Spero. Dercon también dio un consejo a los visitantes que se acerquen a la exposición hasta el próximo 12 de septiembre: que miren sus obras desde la perspectiva de que fueron realizadas por una artista internada en un hospital y sin olvidar que el Reina Sofía es precisamente un antiguo hospital reconvertido en museo.

La exposición quiere ir más allá de su imagen de artista excéntrica

La exposición sirve para trazar el viaje vital de Kusama, delimitado por la salida de Japón en 1958, su estancia en EEUU y su posterior vuelta a su país en 1973. Aún a día de hoy, Kusama sigue trabajando, y parte de su última obra se expone también por primera vez en esta muestra. El itinerario comienza mostrando sus primeras pinturas en un Japón desolado tras la II Guerra Mundial, donde la artista tuvo que improvisar hasta sus materiales de trabajo: utilizó sacos de semillas como lienzos y pinturas domésticas mezcladas con arena, como en Earth of Accumulation (1950).

En esta época 'desarrolló un estilo colorido y muy animado' donde ya se apreciaba su sello característico (los lunares, que reciben al visitante del Reina Sofía impresos en la reciente instalación Dots Obsession, realizada a partir de globos inflables y adhesivos de vinilos en suelo y paredes) e 'ideó un vocabulario de formas orgánicas microscópicas y biomorfas' que 'evocaba mundos estelares, acuáticos o subterráneos', según escribe en el catálogo Francis Morris, comisaria de la muestra.

De entonces pueden verse pinturas y obra en papel, pero sobre todo trabajos donde puede verse la influencia del surrealismo al comienzo de su carrera en piezas como Lingering Dream (1949), un extraño sueño donde la flora onírica crece hecha carne, a base de tendones trenzados, tejidos y órganos.

La utilización de su propia imagen y la repetición la vinculan al pop art

Tras su llegada a Seattle en 1957 y su posterior traslado a Nueva York, Kusama utilizaría su propia imagen no sólo en numerosos autorretratos, también en happenings y performances, como Walking Piece (1966), en la que se paseó por las calles vestida con un kimono tradicional y donde reflexiona de su doble condición en el circuito artístico estadounidense: mujer y forastera. El uso de su propia imagen y la repetición de elementos (desde sus habituales lunares en pinturas como en Dot Abstraction a símbolos como el dólar o los sellos postales, pero también en esculturas donde se refleja su obsesión con la comida o con el sexo a partir del uso de falos de tela rellenos y cosidos) son algunos de los elementos que la vinculan al pop art.

El mundo de pesadilla de esta Alicia nipona se completa con su obra más reciente, realizada tras su vuelta a Japón y su internamiento voluntario. Por un lado, cuadros de algas (Weeds), esculturas de tentáculos (Heaven and Hearth) y series donde vuelve a los motivos de sus primeros años (ojos, flores, jeroglíficos). Por otro, las fabulosas instalaciones, donde sigue reflexionando sobre sus episodios alucinatorios (I'm Here, but Nothing, una habitación cubierta de puntos fluorescentes) y, sobre todo, la espectacular Infinity Mirrored Room, donde lleva al espectador hasta su obsesión por el espacio infinito en un espacio rodeado de espejos y luces mágicas.

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