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Un anarquista entre el placer y el dolor

Se reedita 'El jardín de los suplicios' más de un siglo después de su publicación

GUILLAUME FOURMONT

El libro arranca con esta dedicatoria: 'A los sacerdotes, a los soldados, a los jueces, a los hombres, que educan, dirigen, gobiernan a los hombres, dedico estas páginas de asesinato y sangre'. La ironía del autor, el francés Octave Mirbeau, no oculta su intención: despertar la llama anarquista y acabar con la moral burguesa. Más de un siglo después de su publicación, en 1899, dos editoriales españolas (Impedimenta y El Olivo Azul) rescatan El jardín de los suplicios, un libro descrito en su época como 'un monstruo literario', como 'la obra más desagradable del siglo XIX'.

Octave Mirbeau (Trévières, 1848 - París, 1917) 'dedicó toda su energía a sus combates personales: el anarquismo, la lucha contra el colonialismo; luchaba por lo que consideraba grandes valores éticos como la verdad y la justicia', explica Pierre Michel, biógrafo del escritor. Autor de obras de teatro, ensayos y novelas, Mirbeau firmó con El jardín de las delicias su testamento político, aunque la obra se quedó mucho tiempo en el olvido, como si el estilo y el contenido fueran un exceso permanente.

'Para Mirbeau, lo que puede cambiar el mundo es una revolución moral'

El jardín de los suplicios narra la historia de un hombre −el narrador siempre es anónimo− que, tras ser involucrado en escándalos de corrupción política, huye de Francia a Oriente. Convertido en naturalista, conoce a Clara, una mujer inglesa que pretende abrirle los ojos a la realidad de los instintos humanos −el placer no tiene límite−, que le llevarán al llamado 'jardín de los suplicios', un lugar de China donde la muerte y el placer se confunden. 'Es un viaje a las raíces del placer y del dolor, que en último extremo son la misma cosa', explica Eduardo Moreno, de El Olivo Azul.

'El homicidio es la mayor de las preocupaciones humanas y todos nuestros actos derivan de él. [...] Esta necesidad de matar nace en el hombre con la necesidad de comer y ambos impulsos se confunden. Esta necesidad instintiva, motor de todos los organismos vivientes, se desarrolla por la educación en vez de anularse, y las religiones la santifican en vez de maldecirla', escribe Mirbeau.

La lección política que el lector saca es que se puede llegar a un mundo distinto. 'El mundo es malo según Mirbeau y, a través de los excesos sexuales, se puede conseguir destruir la moral burguesa y alcanzar una moral nueva. Lo que puede cambiar el mundo no es la revolución política, sino la revolución moral', analiza el crítico literario Luis Antonio de Villena. 'Para Mirbeau, la moral burguesa era hipócrita y había que tirarla', añade Pierre Michel.

'El escritor francés convirtió lo desagradable en lo sublime'

Más que un texto de crítica política y social, El jardín de los suplicios también rompe con el roman del siglo XIX, que encarnaba Zola. El texto está fragmentado en tres partes, la narración no es continua. 'Era un monstruo literario porque reunió tres partes que no estaban hechas para ir juntas, hizo como un collage', explica Michel.

Mientras Villena y Michel coinciden en que es fundamental leer a Octave Mirbeau en la actualidad, Marta Peinaro, la instigadora de la traducción en Impedimenta, compara la obra del francés con la de James Graham Ballard: 'Ambos convierten lo desagradable la enfermedad, la tortura, la muerte, en resumen lo decadente en lo sublime, en lo poético'.

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