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Andrés Calamaro despide el podcast de música indie On The Rocks

Presentado por la niña Pepa Arán y dirigido por Quico Balay, por él han pasado Lori Meyers, La Habitación Roja, Sr. Chinarro, Julián Hernández o Jota de Los Planetas

QUICO BALAY

Nos ganamos las habichuelas como bien podemos, encadenando curros alimenticios o sesteando en la rutina de las redacciones, mendigando colaboraciones y quemando la línea telefónica para vender temas que tantas veces no nos van ni nos vienen. Éramos mercenarios de la Olivetti y ahora somos esclavos del copy and paste. Hay trabajos peores; también mejor pagados.

Cuando, por amor al arte, nos desprendemos del hábito jornalero y desempaquetamos nuestra ilusión, envuelta en ese ajado papel de estraza, aflora lo mejor de nosotros mismos, por baldío que sea. A mí me sucedió con On The Rocks, un podcast de música indie para una inmensa minoría que trascendió el underground virtual cuando llegó el verano y los medios se afanaban por cubrir sus plataformas con temas pintones.

Tal vez debería haber arrancado estas líneas por el final: el programa presentado por Pepa Arán se acabó, ha terminado, entona un adiós. Han sido catorce entregas por las que han pasado decenas de bandas y músicos –los mejores, para nosotros, o al menos los que más nos gustaban–, incluido el broche de lujo de Andrés Calamaro, al que entrevistamos en el último programa. Pero será mejor, aunque me contradiga, empezar por el principio.

 

Llevaba dando tumbos por ahí adelante cuando, al regresar de Sao Paulo y antes de irme a vivir a Pekín, hice una parada y fonda en mi pueblo, Carballo, para visitar a familia y amigos en Navidades y, de paso, hacerme unas pruebas médicas que me pedía la agencia china de noticias para poder trabajar en su país. Entonces, pensé que sería bueno aprovechar el tiempo y se me ocurrió un espacio musical, en el que retomaría el contacto con toda la gente que había conocido durante los años anteriores.

Tenía el nombre, On The Rocks, cuyo juego de palabras me gustaba y que, probablemente, robé inconscientemente de un club que tenía lugar cada lunes en D-Edge, un templo paulistano de la música electrónica que los lunes se travestía con sus chaquetas de cuero y cremalleras en la meca de los roqueros más noctámbulos.

Estaba en Barra Funda, un barrio despoblado en cuanto caía el sol, un erial de la noche con edificios chatos que alojaban en sus bajos talleres, garajes y otros establecimientos con persianas metálicas que ocultaban su interior, como un niño que cierra los ojos pensando que así se apaga el mundo. Cerca, había otras salas imprescindibles, como el Clube Belfiore o el Berlin. Había que ir a propósito (en coche) y volver por el mismo camino. No quedaba de paso y estaba lejos de todo, quiero decir.

Entonces, con el nombre en la mollera, estaba yo en la tienda de bicicletas de Julio Arán con mi amigo Matthew Bowen —responsable de la discográfica londinense The Parlour Records—, cuando apareció Pepa, la hija de Julito. Nada más entrar por la puerta, al ver que era inglés, le soltó, preguntando y respondiendo a la vez, sin que Matthew tuviese tiempo de abrir la boca:

- How are you? I'm fine, thanks.

Bombillita encendida. Pepa tiene que ser la presentadora, me dije, quién mejor si no. Y así empezó todo.

Me guardaré algún secreto de cocina, como buen tabernero, pero On The Rocks fue posible desde entonces gracias a la inestimable ayuda de Juanjo Vales en el control técnico. Sin él, todo sería un desastre, hasta el punto de que llevo más de un año con otro podcast en la cabeza y no tengo el valor de ponerme a ello —gracias por los ánimos, Jose y Uxío— porque temo que el montaje desmerezca el producto. Cuando Juanjo no podía, en alguna ocasión también se ocupó del asunto Cristina Souto.

Luego, mi diseñador de cabecera, Manuel Rod, se encargó de ilustrar la web, una modesta plantilla de Blogia para no complicarnos la vida. De él salió la idea de la calzada ajironada, pero ya podría haber hecho lo que le viniese en gana porque en Manuel confío ciegamente. Cuando Chinaflat, él fue el encargado de darle forma a Mi vida como un chino, la bitácora que escribí desde Londres, Madrid y Sao Paulo –antes del podcast–, uno de los blogs de esa web delicatessen que era Bestiario. Allí compartí espacio con el maestro Montero Glez y su Trinchera Cósmica, qué placer leerlo: como si Camaron cantase con una bomba Orsini en la glotis.

Falta Pepa, claro, la estrella del programa, y los autores de la sintonía de entrada y salida: mis paisanos Franc3s (Alberto, María y Patuki) y los santiagueses The Homens (Xocas, Martiño y Roi). Precisamente, este último —cuyo nombre de guerra es Logoferoz— fue el responsable de pintar a Tulsa cuando, en las tres últimas citas con los oyentes, decidimos contar con otros tantos diseñadores gallegos para ilustrar el podcast: a él se sumaron Adrián López (Franc3s) y Álvaro Valiño (Calamaro).

Y yo, como decía Pepa en la despedida de cada entrega, encargándome del papeleo. Le doy las gracias desde aquí a las personas citadas, a Xosé Ameixeiras –por la confianza mostrada– y, especialmente, a Julito y Mercedes, por su amistad y por ser tan generosos.

Además de algunos colegas y amigos músicos que han protagonizado los programas, también fue inestimable el apoyo de agencias de contratación como Mushroom Pillow, Spanish Bombs o Love to Art, por lo que los agradecimientos también son para Bruno González, Carlos Mariño y Tomás Heredero, buena gente. No me gusta repetir palabras en un escrito, pero aquí es inevitable el raudal de gracias.


Desde que dimos el pistoletazo de salida con Julián Hernández, que presentaba su banda paralela Transportes Hernández y Sanjurjo, entrevistamos a Lori Meyers, Sr. Chinarro, Fran Fernández (Francisco Nixon y La Costa Brava), La Habitación Roja, Joaquín Pascual (Travolta, Mercromina y Surfin Bichos), Tachenko, Tulsa, Jota (Los Planetas y Grupo de Expertos Solynieve) y Andrés Calamaro.

Todos ellos estrellas del indie español (con permiso del gigante argentino), aunque también quisimos descubrir algún grupo —elegimos a Motores— y dar a conocer las bandas gallegas emergentes, como The Homens y Franc3s, hoy habituales de salas y festivales de toda la península. También, de paso, rescatar al eslabón perdido del pop español, Metro, injustamente olvidado, pero que dejó un joven y romántico cadáver.

Cada entrega, dedicada a un combo, estuvo acompañada por los saludos de tantos artistas que necesitaría escuchar los programas para acordarme, pero ahora me viene a la memoria Ilegales, Kiko Veneno, Remate, Triángulo de Amor Bizarro, Christina Rosenvinge, Cathy Claret, Aviador Dro, Jet Lag, Talita Alves o Fino Oyonarte (Los Enemigos, Clovis y Los Eterno). Hasta nos mandó un abrazo ¡Camela!, qué majos.

El programa también ha tenido alguna tacha, a veces debido a nuestro deseo de salir al aire y a la Red de forma espontánea, precoz, casi embrionaria. De hecho, nuestro lema era Roquerío de primeira desde cuarto de primaria, aunque también jugamos con la independencia (musical) con el que luce en la cabecera: Un microespazo musical sobre bandas democráticas, populares e solistas. Cito en gallego porque ésa era la lengua del programa. Lo intentamos en español con Jota de Los Planetas, pero no cuajó.

Lo hemos hecho en ratos libres, robándole minutos a nuestros respectivos trabajos y, en el caso de Pepa, a sus deberes y aficiones. La distancia que media entre Madrid y Carballo no resultó insalvable, pero llega un momento en que uno no puede cumplir como es menester.


Cuando el podcast trascendió los oídos de los ontherockeros y comenzaron a llamar de los lugares más insospechados, no podíamos dar rienda suelta a sus peticiones. Tampoco queríamos, y vaya con toda la humildad por delante. Nos sentimos halagados por las propuestas de entrevistas de cadenas de radio y televisión, pero no se trataba de exprimir nuestros quince minutos de gloria, ni mucho menos convertir a la bisoña locutora —Pepa tenía nueve años cuando empezó— en una atracción de feria veraniega.

Una televisión por cable de Miami, valga como ejemplo, quería llevársela para que se encontrase en el plató con otro minipresentador del otro lado del charco. Sí dejamos que Cámara Abierta 2.0 filmase cómo se grababa el programa, porque era un espacio especializado en Internet que se emitía de madrugada en La 2 de TVE. Su trato fue exquisito: gracias mil a Vanesa Rodríguez, Nuria Verde y Carlos del Amor. Asimismo, aceptamos la invitación de O país dos ananos, de la TVG, porque era un programa infantil y detrás de él estaba Belén Regueira y María Yañez, un cheque al portador: bicos para as dúas.

Gracias también por el cariñoso trato a los periodistas de El Mundo Sara Domingo y José Luis Martín. Y, para no eternizarnos, a los de La Voz de Galicia Xesús Fraga, Santiago Garrido y Fernanda Tabarés, así como a la gente de Cadena Ser o Vieiros, entre otros medios. No nos olvidamos tampoco de  los blogueros y podcasters que propagaron la palabra de Pepa.

En fin, que durante estes años nos lo pasamos como enanos. Pepa sigue cantando, bailando y tocando el piano. Yo nunca me fui a Pekín y, como no se nos pasaba por la cabeza que esto llegaría a su fin, infelizmente no nos dio tiempo a dedicarle una entrega a Josele Santiago, nadie es perfecto. Ese día ya nos ha embestido. Es hora de correr un tupido velo sobre el micrófono y quedarnos con el recuerdo, tan dado a la lágrima. Fue, y que alguien me alcance un pañuelo, maravilloso.

* Quico Balay es periodista y director del podcast On The Rocks. Twitter: @weareontherocks

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