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Anzuelo asexuado

La androginia marca de ambigüedad las últimas campañas de las firmas de lujo

ISABEL REPISO

Las últimas campañas publicitarias de Gucci, Prada y Armani para sus gafas de sol tienen una cosa en común (lentes oscuras aparte): la ambigüedad de sus modelos. Una tendencia a la que suelen recurrir marcas de renombre, como Levi’s con el lanzamiento de sus pantalones Sta-Prest o Calvin Klein Jeans, con el rostro asilvestrado de la rusaNatalia Vodianova.

Pero los apasionados de la diferenciación de sexos no tienen qué temer. Según la agencia de modelos Elite España, “la androginia pasó de moda”, aunque el fervor por ídolos juveniles como Bill Kaulitz (vocalista de Tokio Hotel) o maniquíes tan demandadas como Bimba Bosé demuestran lo contrario. Eso sí, la tendencia no nació ayer, sino décadas atrás, y es intermitente.

La modelo y cantante Grace Jones explotó sus marcados rasgos físicos en las portadas y los libretos de su discografía. Nightclubbing (1981) y Slave to the rhythm (1985) circularon no sólo por las canciones sino por el impactante trabajo gráfico del diseñador y estilista Jean Paul Goude.

Anteriormente, la ambigüedad sexual tuvo otro estandarte de excepción en David Bowie, que en los setenta, alcanzó la cima con el álbum Ziggy Stardust. La estética de este personaje, de pelo eléctrico, mallas y maquillaje, caló en los jóvenes de la época y su música lo hizo en los géneros que surgieron del punk posterior.

Conocido por sus desnudos y por sus retratos de las estrellas de Hollywood, el fotógrafo Greg Gorman aportó su particular granito de arena al sexo de los ángeles al retratar a Brigitte Nielsen y Shari Belafonte, minimizando sus lados femeninos.

De hecho, la imagen en blanco y negro de Nielsen ha pasado a los anales de la historia como la evocación de un ser mitológico: con espaldas de hombre y piernas de mujer. La tendencia se diluyó en los años noventa, en los que triunfó una generación de top models hiper femenina, con Claudia Schiffer, Cindy Crawford y Karen Mulder a la cabeza.

En la misma línea exuberante se situaron las publicidades de Guess Jeans, con modelos cuya estética recordaba a mitos del cine. Sirva como ejemplo el transformismo que convirtió a la ex Playboy Anna Nicole Smith en Marilyn de culto.

En el siglo XXI, el testigo de la ambigüedad ha recalado en la citada Vodianova, cuyo aspecto aniñado ha casado perfectamente con el estilismo provocador de Calvin Klein y Agyness Deyn, única modelo del top ten de Vogue que sigue apostando por la coiffure garçon.

Tan camaleónicas como Linda Evangelista, han sido capaces de explotar con igual éxito sus lados femenino y masculino. Precisamente, esta cualidad es la que ha lanzado mundialmente la carrera de Stella Tennant, cuyo portfolio está plagado de siluetas recortadas. Por no citar la manía de Hollywoodpor masculinizar a las heroínas de Robin Hood (léase Uma Thurman), Juana de Arco (Milla Jovovich) o Piratas del Caribe (Keira Knightley). 

De reciente publicación en España, Masculinidad Femenina (Editorial Egales) recopila las formas de masculinidad que han desarrollado las mujeres en los últimos tres siglos. En sus páginas, Judith Halberstam, profesora de Literatura en la Universidad de San Diego, reflexiona: “Después de todo, la feminidad convencional tan excesiva con que a menudo se asocia la heterosexualidad femenina puede ser mala para la salud”.

La autora pone de relieve que la feminidad se asocia a “la pasividad y la inactividad, con diversas formas de manipulación del cuerpo nada saludables, desde la anorexia alos zapatos de tacón”. 

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