Este artículo se publicó hace 16 años.
En ARCO se vende, ¿pero dónde se cobra?
Los artistas no lo tienen fácil para recibir lo que se les debe
Un artista sin dinero no es artista. Un artista sin carácter es un artista lleno de deudas, porque la obra se vende en cuanto se puede pero se cobra cuando se puede. Si entre coleccionista y galerista hay un compromiso para incentivar la compra con facilidades de pago y crédito, el artista es el último en la cola, el que sufre esos cómodos plazos. Las galerías más fuertes tienen blindados a sus artistas, porque cuentan con liquidez para pagar el porcentaje convenido (lo normal es 50 % para artista y 50 % para galerista), aunque ellos no hayan recibido el ingreso total por parte del coleccionista o la institución.
Lamentablemente, son pocas las galerías con esa solvencia y pocos los artistas que puedan disfrutar de una situación idílica. Entre estos se encuentra Fernando Sánchez-Castillo. "Depende de la seriedad de con quien trabajes. El MUSAC, el Centro Santa Mónica de Barcelona o mi galerista Juana de Aizpuru son sitios modélicos porque producen, ayudan y compran. Mi relación es idílica y me siento un privilegiado", señala Fernando, que advierte que es un mito romántico erróneo pensar que el artista no tiene que pelear por su dinero.
El cobrador del frac
Mateo Maté es un fuera de serie, tal y como él mismo se descubre, en el arte de perseguir a los morosos y dejar atado y bien atado el compromiso de quien le encargue una obra. "La mayoría de los artistas temen hablar de dinero, es tabú. Muchos no se atreven a atar la producción de la obra", cuenta Mateo que señala a la severidad como clave para no asumir ningún impago.
El trabajo del artista no está normalizado. Sin contratos ni fórmulas que cierren el trato antes de ponerse a trabajar, aseguran arriesgar más de lo que pueden. La mayoría empeñan ahorros para hacer frente a la siguiente creación. El debate todavía está muy verde en nuestro país y aún no se entiende que cobren unos honorarios mensuales para responder al encargo. Esther Mañas trabaja a partir de la instalación y ha tirado la toalla a la hora de pedir todas esas horas que tarda en montar sus piezas en las exposiciones. Está trabajando. "Me ha costado siempre mucho perseguir el dinero y cuando lo haces inviertes más tiempo y dinero que el que has dedicado en hacer la pieza", aclara.
Solos ante el peligro
El caso de Manuel Franquelo fue uno de los más sonados cuando se presentó hace años en ARCO con una pancarta acusando a su galería por impago. Le debían 90.000 euros y la sentencia del juicio le daba la razón. Sin embargo, la galerista se declaró en ruina y cerró su galería. Pero abrió otra. "Eso me provocó 10 años de depresión ante la imposibilidad de no poder hacer nada. Afortunadamente, hoy estoy con la galería Marlborough que me cuida", explica para dar a entender que lo que falla es la estructura del mercado del arte. Sentencia con un "todo está basado en un engaño encubierto".
Más casos: Chus García-Fraile fue invitada a exponer obra en México, junto con Óscar Seco. Los dos y el resto de artistas se quedaron sin cobrar ni un duro de todo lo que se vendió en la inauguración. "El galerista nos decía que mañana cobraríamos y de eso hace tres años. Todavía no hemos vista nada", recuerda Chus indignada.
También está esperando Eugenio Merino. Mandó a Italia cuadros que supuestamente nunca llegaron, aunque tiene el recibo firmado por el galerista. El mismo que no le pagó por vender su obra y no compartir lo pactado. También recuerda que le han robado en ferias. Y lo mismo.
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