El arte surge de los lugares más insospechados, de las inquietudes menos artísticas. 'Cualquiera puede ser artista', parecen decir los trabajos de Ignacio Uriarte, al que le obsesionan las rutinas de oficina. En esos momentos improductivos, aparecen rasgos creativos como dibujar sobre un papel mientras se habla por teléfono (aquellos dibujos automáticos de los surrealistas).

'Esta pieza que presento es, precisamente, una tipología del garabato. Hay dos tipos de garabatos, uno en espiral circular y otro en espiral cuadrado', la obra produce un degradado. Uriarte ha acudido a una herramienta muy común, casi de oficina: 'He utilizado siete grosores de punta de rotuladores rotring. Así conseguí siete grosores e intensidades diferentes'.

Así sucede el degradado, de los extremos inferiores, donde aparecen los garabatos más densos, a la parte superior, con rotuladores de punta más fina y garabatos, en consecuencia, más claros. Explica que quizá el origen de esta atracción se encuentre en los setenta: 'Me atrae mucho porque entonces en la empresa se sustituyeron los productos por los servicios y en el mundo del arte se sustituyeron los objetos por los conceptos. De hecho, en las oficinas se limitaron las gamas cromáticas, fueron más abstractos; es decir, se vivió una especie de paralelismo entre el mundo de la oficina y el mundo del arte'.

Ignacio Uriarte no trabaja de oídas, no se lo han contado. Lo ha vivido, ha pasado 11 años de su vida, de otra manera, en oficinas. 'Siempre he tenido mucho interés por el arte, pero de manera pasiva. Luego, fui formándome. Pero si te fijas, mis trabajos no requieren una habilidad artística. Más bien es una estrategia que decides, y precisión y paciencia. ¿No sé si has visto la pieza que está en el almacén?'. Y nos enseña un cuadro hecho a base de celdas de Excel.