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El atentado fallido de Assayas y Carlos

El propio terrorista critica el telefilme de cinco horas

CARLOS PRIETO

Anda Carlos inquieto y preocupado estos días. En concreto desde que asegura haber leído el guión de Carlos, biopic de Olivier Assayas estrenado ayer al unísono en la sección oficial y en la caja tonta (es una tv-movie). El antiguo terrorista más buscado del mundo, recluido en una prisión a las afueras de París, ha asegurado que la toma de rehenes de la OPEP en 1975 en Viena fue ordenada por Gaddafi y no por Sadam Hussein, como se dice en el filme. 'Es fácil atribuírselo a Sadam porque ya no está para responder', contó. Y remató diciendo que la obra de Assayas es una 'falsificación voluntaria e irrisoria'.

Pero Ilich Ramírez Sánchez (alias Carlos el Chacal) yerra el tiro. En realidad lo que debería preocuparle es que el tipo que aparece en el póster de la película de Assayas (el actor venezolano Edgar Ramírez) no se parece tanto a él como a Ernesto Sevilla con peluquín haciendo una parodia de un terrorista melenudo. El Chacal debía haber intuido que el rigor histórico tiene una importancia relativa cuando falla todo lo demás.

El director francés cae en todas y cada una de las trampas posibles

Había expectación por ver si Assayas, buen autor posmoderno con poca experiencia en cine político, era capaz de codificar la compleja figura de Ilich Ramírez ('manipulador y manipulado', 'héroe y víctima', según el director) mediante recursos tan suyos como la abstracción o el minimalismo. Pero no.

Assayas, al que le suele gustar experimentar con la música y las imágenes en sus películas, cae aquí en todas y cada una de las trampas posibles. Esquematismo teórico bochornoso (los diálogos entre Carlos y sus amantes parecen sacados de un versión marxista-leninista de Escenas de Matrimonio). Oleada de tópicos político culturales (canciones de Atahualpa Yupanqui y pósters del Che, ¡por el amor de Dios!), y un insensato etcétera de lugares comunes.

La única manera es tomársela como una comedia involuntaria

Assayas, incapaz de manejar una bomba política de este calibre, entrega una especie de episodio de Cuéntame cómo pasó (el terrorismo de los setenta). Quizás la única manera de tomarse esto en serio sea tratándolo como una comedia involuntaria, un vodevil izquierdista, un metáfora del dramático fiasco de la guerrilla europea.

Hay una escena modélica en ese sentido. Los hombres de Carlos atentan contra un avión de una compañía israelí lanzando un misil, pero es tal la pifia que le dan por error a un aeroplano yugoslavo que pasaba por ahí. Cuando Carlos llama para reivindicar el atentado comprueba con estupor que se le han adelantado: ya ha sido reivindicado por un grupo separatista croata (aprovechando que el Pisuerga pasa por Belgrado). Un atentado fallido. De Carlos y de Assayas.

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