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Bamako mira al mundo

La Bienal de Mali reúne a los artistas visuales más relevantes y prometedores del continente en torno a un mundo sostenible

SARA BRITO

Hoy es la Fiesta del cordero, la Fête du Mouton, en Mali. El centro de la capital, Bamako, asediado por un delirante ejército de motos avasalladoras, amplifica su cacofonía con millares de cabras que han invadido con paso flemático los bulevares de esta inmensa ciudad-poblado. La muchedumbre colapsa el Grand Marché el gigantesco mercado del centro, que bulle bajo un implacable calor de 40 grados, gracias al que el regateo habitual tiene un pulso aún más duro, extenuante y de final mucho más incierto. 'Todos quieren sacar dinero para comprar cuántas más cabras, mejor', cuenta Boubacar, chófer de un taxi de la capital.

Frente a la plaza de los artesanos, en el corazón del Grand Marché, está el INA, el Instituto Nacional de las Artes, en cuya galería se encuentra el contrapunto a tanta fiebre: la exposición del fotógrafo de Ghana Nii Obodai asemeja un oasis en blanco y negro. Sus fotografías se acercan desde la poesía y el misterio a preguntas esenciales: ¿cómo puede vivir un hombre en un país? ¿Qué es el ser humano y quién es en la naturaleza? Aparentemente cuestiones de alta filosofía que tienen, sin embargo, una traducción libre mucho más práctica: ¿Es posible que los seres humanos aprendan a vivir en este planeta?

Las propuestas van de la denuncia explícita a la evocación

La novena edición de los Rencontres de Bamako, uno de los certámenes más relevantes para los artistas del continente y de la diáspora desde que se creó hace dos décadas, plantea esa misma pregunta a más de 50 fotógrafos africanos, que desde el pasado martes llenan de imágenes las sedes que la Bienal tiene repartidas por Bamako. 'Las exposiciones acaban siendo un manifiesto sobre los retos que tenemos por delante para intentar vivir en un mundo sostenible', apunta a Público la tunecina Michket Krifta, que, junto a Laura Serani, comanda la dirección artística.

Las propuestas van desde la denuncia explícita y clásica del fotoperiodismo el reportaje sobre las inundaciones en Dakar de la fotógrafa Elise Fitte-Duval, que ganó el premio que otorga en la Bienal la institución española Casa África a acercamientos más conceptuales que nos hablan de la degradación la del etíope Michael Tsegaye, pero también de la esperanza, los retratos de animales de Daniel Naudé. Los trabajos presentados en los Rencontres disparan desde las cámaras de África preguntas de calibre social, político y filosófico.

Pieter Hugo, joven fotógrafo sudafricano que se hizo el viernes con el Gran Premio de los Rencontres de Bamako, se ocupa en su serie Permanent error de denunciar la visión que se tiene desde el primer mundo de África como gran vertedero de sus desechos. Lo hace a través de los retratos de los habitantes de un basurero electrónico en Acra, capital de Ghana, donde malviven con la venta de cobre, que los alimenta y a la vez los mata.

«Hoy la fotografía africana se sigue viendo como la otra fotografía'»

Desde el lado opuesto más evocador y menos directo, el etíope Michael Tsegaye plasma en gran formato las fotografías que sus compatriotas colocan en las tumbas de sus difuntos, y atestigua con ellas la degradación que sufren por el paso del tiempo, pero también por los actos violentos, 'lo que demuestra la renuncia del ser humano a cuidar de los otros, y, por tanto también de la naturaleza', admite.

Pero también hay paraísos perdidos en Bamako. Esos que nos recuerdan la posibilidad de una utopía que tiene su raíz en el retorno a una vida sencilla, como sucede en la serie del guineano Arturo Bibang que traslada la búsqueda de una felicidad nada ambiciosa a una isla de Gabón. Y luego está la política: 'El programa sobre la Primavera Árabe aborda la sostenibilidad, pero una democrática. Porque la cuestión también es cómo buscar otros sistemas políticos más justos y más perdurables', apunta Michket Krifta.

Las miradas son diversas porque la fotografía que se hace en África no puede ni debe ser vista como un monolito. 'Hoy la fotografía africana se sigue viendo como la otra fotografía', y es hora de superar esa simplificación. Los artistas deben ser conocidos por sus nombres y apellidos. El continente es diverso y las miradas también', critica Sandra Maunac, que, junto a Mónica Santos, conforma el tándem Masasam, dedicado al comisariado en las artes visuales del continente.


La directora de la Bienal insiste: 'La historia visual de los países africanos ha sido contada por otros, ahora es nuestro turno', dice, a pesar de que el peso financiero y organizativo de la ex metropoli es colosal en la muestra. De cualquier forma, para las españolas de Masasam, la Bienal es una oportunidad en una tierra que carece de ellas. 'Los Rencontres ayudan a que los fotógrafos se encuentren, pero también a que consigan financiación', apunta Santos, que recuerda el caso de Nestor Dca, un joven sin recursos de Burkina Fasso que en 2007acudió a Bamako sin que nadie le llamara. Logró presentar su portafolio, que fue finalmente seleccionado para la siguiente edición. El cuento tiene final feliz: Dca recibió un premio que lo ha llevado hasta el prestigioso Festival de Arles.

Sin embargo, siendo las instituciones europeas las que financian muchos de los eventos culturales en estos países, ¿existe inquietud ahora que arrecia la gran crisis? 'Es curioso pero en todos estos días no ha salido el tema en la Bienal. En España, el mundo de la cultura no habla de otra cosa, y el ambiente es de pesadumbre. Aquí no se habla de crisis, aquí se sigue creando', apunta Santos. El arte no cesa. Y mucho menos en África.

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