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Barrio Venecia La historia de la Venecia española para combatir la nostalgia reaccionaria

'Barrio Venecia' son muchos vecinos, una fábrica y años 80. Una mirada autobiográfica de su autor para desmantelar la peligrosa idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Imagen de la fábrica sobre la que gira 'Barrio Venecia', la novela de Alberto Santamaría.
Imagen de la fábrica sobre la que gira 'Barrio Venecia', la novela de Alberto Santamaría. Pablo Hojas

"Un viejo comunista me dijo que durante muchos años fue la clase obrera la que daba sentido a la izquierda, pero que ahora la izquierda está como loca diciendo a la clase obrebra cómo debe sentirse", recuerda Alberto Santamaría, autor de Barrio Venecia.

Sostienen Los Chikos del Maíz que la nostalgia es reaccionaria. Pablo Sánchez, de Ciudad Jara, la considera llanamente necesaria. Aunque basta con ver los remakes de Star Wars para comprobar que, cuanto menos, la nostalgia es un negocio e indisociable del ser humano. Se trata de canalizarla con criterio. La ultraderecha ha puesto ese concepto sobre la mesa al añorar un pasado que nunca existió pero hay literatura que combate el relato.

En ese tránsito entre reflexiones contundentes brota Barrio Venecia, el último pasaje de los nuevos Episodios Nacionales editados por Lengua de Trapo. "No quería escribir un ensalzamiento de lo maravilloso que era el barrio porque no lo era, había mucha precariedad y era indefendible. La nostalgia tiene una parte productiva que nos permite detectar elementos que se reinsertan en el presente, pero hay otros deleznables. Los obreros no son héroes", asegura su Santamaría.

"Ya cuarentón empecé a recordar el barrio y necesité recuperar esa sensación de necesidad de huir que tuve"

El filósofo y autor de la novela se aproxima a su adolescencia y a las calles donde se crió en un barrio de Santander durante los años ochenta. El objetivo, era no edulcorar el pasado, ni agrandarlo ni romantizarlo y a la vez reconocer todas las lecciones aprendidas, el sedimento que consolidó la persona que es ahora y los valores inculcados, donde sin duda aparece —y queda muy legitimado— el odio de clase. 

Esa misma romantización que in situ llevaba a los vecinos de este barrio de Santander a denominar su tierra como "Venecia", no sin grandes regueros de ironía: viviendas levantadas entre marismas que hacían del hogar un lodazal inmenso para tener a los obreros más cerca de la fábrica donde trabajaban. Modelos de urbanismo capitalista aparecidos con la industrialización: "La vida estaba vehiculada a lo que era la fábrica. Quería luchar contra esa idea de que el trabajo nos hace libres, porque el trabajo nos impide ser independientes y libres y hemos aceptado códigos capitalistas y cosificadores", relata Santamaría.

Los recuerdos son compartimentos estancos y los capítulos de Barrio Venecia se asemejan a esa ordenación aleatoria. Sus páginas conectan entre sí de manera no-cronológica, son memorias de una vida pero también reflexiones universales válidas para una barriada de Madrid o un patio andaluz. "El barrio estaba fuera de la ciudad y la gente pobre construyó sus casas después de la Guerra Civil. Santander se ve como ciudad burguesa pero tiene mucho contraste, nosotros vivíamos apartados", rememora.

La escritura de Barrio Venecia fue motivada, según su propio autor, por cierto síncope nostálgico a partir de los 40 años. Una emoción que tuvo que corregir para ser fiel a la verdad y tener presente que hubo un tiempo en el que solo quería escapar de allí. "Ya cuarentón empecé a recordar el barrio y necesité recuperar esa sensación de necesidad de huir que tuve", confiesa. Pero hay cosas del barrio que se añoran aunque la nevera estuviera vacía o la heroína hubiera matado a tu vecino. 

— "Estábamos todo el día en la calle y no nos cuidaba nadie, nos cuidaba el barrio"—, recuerda Alberto Santamaría, que ha publicado Barrio Venecia.

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