Este artículo se publicó hace 14 años.
La borrachera de Diego Luna y García Bernal
Presentan 'Revolución', un compendio de diez cortos
Nadie diría que vienen a presentar una película. Parecen más bien una horda de alegres mariachis. Para el momento en que tengan en sus manos este periódico ya se habrá celebrado en la embajada mexicana de Berlín la más famosa de las fiestas del festival. La tradición así lo dice.
No es por restar méritos artísticos a Revolución, compendio de diez cortos proyectado ayer en la sección Berlinale Especial, pero es que Diego Luna, uno de sus tantos directores, así lo cuenta: "Nos juntamos una serie de compañeros realizadores atendiendo a que pudiéramos aguantarnos durante las cuatro borracheras que compartiríamos durante la promoción".
Explica de este modo, en tono de broma, por qué entre el elenco de talentos puestos de acuerdo para homenajear los cien años de Revolución mexicana (1910-1917) que se cumplen el próximo 20 de noviembre no se encuentran los reputados Alejandro González Iñárritu o Alfonso Cuarón. No se les echa de menos porque talentos del calibre de Rodrigo García, Carlos Reygadas, Rodrigo Plá o Gael García Bernal hacen un trabajo que destila tanta heterogeneidad como sentido del humor.
Puede que sea el protagonista de Amores perros quien firme con Lucio la más atractiva pieza del conjunto. Su historia, sobre un individuo que siente rechazo hacia las imágenes religiosas y los símbolo relacionado con la Iglesia, ha sido una de los más queridas por público y crítica. "La religión tuvo un papel importantísimo en la Revolución porque esta se resolvió con la separación definitiva entre Iglesia y Estado", explicó García Bernal. "Hoy, todavía, levantarse contra esos símbolos supone un gesto de rebeldía", añadió.
Con respecto a la vigencia de aquella brecha histórica y su posible utilidad, Diego Luna se mostró escéptico: "Nos juntamos una serie de señores para conmemorar aquello y para darnos cuenta entretanto de si es verdad que había algo que celebrar".
Resume y abrocha con maestría el filme Rodrigo García, cuyo corto, 7th en Alvarado, compone una minipeliculita musical muda que en nueve minutos superpone imágenes presentes y ficciones del pasado, toda una declaración que viene a decir que lo que éramos y lo que somos no se diferencia casi nada.
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