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Buenos Aires: El último tango de san Carlos Gardel, el milagroso

Su muerte dejó al mundo huérfano de la voz que entonaba 'El día que me quieras'

MANUELA IRIGARAY

A primera vista, parece que el cementerio de la Chacarita no presume del mismo sabor que el de la Recoleta, con más solera, pues yacen allí varios patriotas. Pero, a poco que camine en la ciudad mortuoria de 95 hectáreas, uno descubre el gran secreto que alberga.

En el cruce de las callejuelas 6 y 33 se alza la majestuosa estatua del cantor de tangos más recordado y venerado por los argentinos, Carlos Gardel, rodeado de mausoleos venidos a menos. El de Carlitos, como se refieren a él cariñosamente los argentinos, fue declarado sepulcro histórico nacional en 2006 y hasta allí se acercan cada día gardelianos apasionados y turistas curiosos. El panteón es todo un ejemplo de adoración y fervor popular en Argentina.

Carlos Gardel murió con 45 años trágica y repentinamente en Medellín en 1935. Su muerte dejó al mundo huérfano de la voz privilegiada que entonaba El día que me quieras, que grabó 2.500 tangos y protagonizó 40 películas. Agustín Paoleta, un tanguero admirador del zorzal criollo, le describe así al pie de la tumba: 'Era un hombre muy lindo, apuesto y varonil. Si se le suma que su voz era única y cantaba como los dioses...ya está, las mujeres caían rendidas a sus pies. Por algo triunfó en Nueva York.'

Sobre la bóveda con los restos del cantor y su madre, Berta Gardès, se levanta el bronce que ríe: así han bautizado los fanáticos a la estatua de un Carlitos de tamaño natural, 'porque está igual de galán como él era en vida'. Con el pelo engominado hacia atrás, vestido de smoking y con ademán de dirigirse a su público, sonriente, sus visitantes suelen colocarle un cigarrillo entre los dedos de la mano derecha y una flor en el ojal para rememorar más fielmente al sex symbol de la época. En torno a él, decenas de placas metálicas que cuelgan de las paredes con mensajes de agradecimiento y reverencias de todas partes del mundo, incluso se ven besos femeninos estampados con carmín sobre la puerta blanca de la cripta.

Hasta aquí, nada demasiado sobresaliente en lo que respecta a la veneración de un mito. Sin embargo, más de siete décadas después de cantar su último tango, Carlitos se ha convertido en algo más que el mayor tanguero de todos los tiempos. Ahora ostenta además el rango de santo, que obra y promete milagros a sus fieles. Paoleta, de 76 años, viene siempre que puede a poner flores al Mago, 'le estoy muy agradecido porque un nietito mío estaba muy enfermo, con leucemia. Le recé mucho a Carlitos y al final mi nieto se curó'. Sus fieles se acercan a visitarle a diario, se arrodillan a rezarle o le susurran la petición al oído mientras le encienden un cigarrillo entre los dedos. La leyenda dice que sólo se cumple el milagro si se consume toda la colilla. 'Gracias Carlitos por el favor recibido' agradecen sus fieles al milagroso.

Los afortunados que recibieron la gracia del prodigioso morocho reclaman que el 24 de junio sea día festivo nacional, en recuerdo del fallecimiento del cantor: 'En el almanaque debería decir: hoy es san Carlos Gardel'.

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