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'En busca de Dora Maar' Vida de Dora Maar: de la fotografía vanguardista al misticismo antisemita

Si antes conocíamos a Dora Maar como amante de Picasso, con el libro de Brigitte Benkemoun nos adentramos en un mausoleo más sórdido, donde la agenda recuperada de Dora arroja una mísera luz sobre su vida.

La fotógrafa Dora Maar retratada por Man Ray
La fotógrafa Dora Maar, retratada por Man Ray

La periodista y escritora francesa Brigitte Benkemoun hace su ingreso en el panorama literario español con una biografía extravagante de la fotógrafa, pintora y musa de Picasso. Con el título En busca de Dora Maar: una artista, una libreta de direcciones, una vida, la autora cuenta del encuentro fortuito de una agenda repleta de prestigiosos nombres: André Breton, Lacan, Picasso, Jean Cocteau, Louis Aragon, entre otros.

Tras el descubrimiento de la identidad de su propietaria, Benkemoun decide retomar las huellas de la vida de Dora Maar a través de sus amistades y amores que a lo largo del libro dibujan el cuadro de una época. La de un París atravesado por dos guerras mundiales y en la que vivieron algunos de los intelectuales, artistas y poetas más emblemáticos del siglo pasado.

Y sin embargo: qué pena leer este libro. Mientras los nombres desfilan como soldaditos ordenados seguimos desde lejos la locura de Dora, el masoquismo de sus relaciones eróticas, el electrochoque en el hospital psiquiátrico, el misticismo de los últimos años y el antisemitismo escondido, con esa postal del Führer conservada entre las páginas del Mein Kempf de su biblioteca.

Benkemoun decide retomar las huellas de la vida de Dora Maar a través de sus amistades y amores que a lo largo del libro dibujan el cuadro de una época

Encontramos a la autora en la sede madrileña de la editorial, nos advierte: "es una mujer que ha estado sinceramente comprometida con la izquierda y el antifascismo. Pero hay como un deslizamiento al final ligado al sufrimiento, a la soledad, a la amargura y a la influencia de un monje cristiano que se convirtió en su director de conciencia".

Nunca sabremos hasta qué punto la curiosidad de Dora fue inocua. Lo que sí es evidente es su relación sadomasoquista con Picasso que la llevará al borde del suicidio: "John Richardson —amigo y biógrafo de Picasso— cuando fui a verle en Nueva York me dijo: cuidado, porque no vas a entender nada de Dora Maar si te olvidas que era sadomasoquista".

El primer encuentro entre los dos nos dice mucho al respecto: Dora empieza a jugar con un cuchillo entre los dedos de la mano hasta sangrarse llamando la atención del pintor. "Lo que ella quiere decir es: mira hasta qué punto estoy dispuesta a llegar por ti, estoy dispuesta a sangrar incluso".

La fuerza de Simone de Beauvoir y la fragilidad de Dora Maar

Una vez dejado de ser la "amante histérica" del malagueño, decide volcarse en un misticismo desesperado del cual la mismísima Simone de Beauvoir se burlará con maldad junto a Jean-Paul Sartre y Michel Leiris. En una sesión de espiritismo la filósofa fingirá ser el fantasma del abuelo de Sartre, riéndose con los amigos de la exaltación demente de Dora.

"Para mí y para las mujeres de mi generación Simone de Beauvoir ha sido una persona muy importante. El Segundo Sexo es un libro fundacional para la chica que era y la mujer en la que me he convertido, no quiero destruir lo que he admirado".

"Pero a través de la libreta de Dora, yo entré en el entramado de las relaciones amistosas y descubrí que estos genios eran también hombres y mujeres de todos los días. Han escrito cosas extraordinarias, pintado cuadros innovadores, han sido importantes para la historia del siglo XX y seguirán marcando el siglo siguiente. Son monumentos".

Y sin embargo, en lo cotidiano, han sido hombres y mujeres con ciertas mezquindades. Simone de Beauvoir fue una plaga con Dora Maar, aunque creo que era despiadada con todas las mujeres que encontraba débiles, y no soy la primera en decirlo, muchos de los testimonios cuentan que era una mujer despiadada.

Portada 'En busca de Doora Maar'
Portada 'En busca de Doora Maar'. Random House

Pero esta escena fue un momento de cambio, es decir, creo que es la primera vez en la escritura y en mi trabajo de investigación donde amé profundamente a Dora Maar. Probé de la ternura hacia ella: estaba con ella, percibía la burla. Es una escena fundadora porque paso a estar con ella, mi mirada en Dora Maar ya ha cambiado".

La tonalidad aterciopelada de su voz y la profundidad de sus ojos tan sinceros me atrapan. Tenía razón mi marido —"no vas a poder ser dura con ella, en cuanto la veas te vas a enamorar, siempre te pasa lo mismo". Pero sigo intentándolo: "usted habla de los encuentros con Sartre, de Beauvoir, Camus…, los intelectuales comprometidos por excelencia, pero no hay nada de heroico en su libro".

"Habría podido escribir otro tipo de libro, habría podido contar lo que ellos fueron en las obras de ese período, enseñando su compromiso. Lo cotidiano tiene algo de más simple. Me gustó descubrir su parte de humanidad, su debilidad, sin reducirlos a eso. Puedes ser un genio, pero no todas tus conversaciones son geniales".

Ya nos despedimos, pero antes de que pueda alcanzar el pasillo intenta detenerme con un tímido movimiento del brazo: "A mí también me dio tristeza lo de Simone de Beauvoir y Dora". Me voy, sabiendo que quizás ahora yo también amo a Dora.

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