La búsqueda del absoluto pictórico

Quizás nadie ha llegado tan lejos como Tàpies en la búsqueda de un absoluto pictórico; lo cual no hay que confundir con la consigna de André Breton del rechazo del tema exterior, porque todas las obras de Tàpies, así como todas las de Miró, tenían precisamente un tema a la vez externo e interno, y en este sentido desde su punto de vista eran siempre pintura figurativa, aunque desde el punto de vista de la evolución de la materia pictórica podían ser designadas como pintura abstracta. De hecho lo absoluto y lo abstracto eran equivalentes y jamás rehuían el referencial de la realidad inmediata o más alejada, pero perfectamente descriptible y captada por el autor: exactamente igual que Miró, Tàpies siempre podía explicar el sentido de cada elemento de cualquiera de sus obras, y eso es cierto hasta tal punto que, por ejemplo, en una pieza del salón de crónicas de la Generalitat aparece una frase literal de la crónica de Jaime I, o bien, en la pintura y grabado La sardana se ve un círculo alrededor de una redonda que es una mesa, aunque el espectador pueda no saberlo, y en torno a esta redonda-mesa, una serie de nombres entre los que reconozco perfectamente los de muchas personas que, de hecho, a menudo se sentaban a su alrededor, entre ellos sorprendentemente el mío propio. Todo ello significa también que, ultra su valor de ejemplo de un cometido artístico, radical, extremado y riguroso como pocos, hablo también de algo profundamente ligado a mi vida como persona, como escritor y como espectador de arte. Quiero dar paso por tanto a un vasto silencio: tangencialmente toda la obra de Tàpies, como la de Mallarmé, se dirige hacia el silencio por plenitud y tensión extrema del lenguaje. En consecuencia el silencio, a la vez que expresa un dolor, le rinde el máximo homenaje.

*Pere Gimferrer es escritor