De 'Caperucita Roja' a 'Cenicienta': Charles Perrault, el escritor que reescribió los cuentos infantiles
Los cuentos no siempre fueron para niños, ni contaban un final feliz. La pluma de este escritor francés tuvo gran culpa de ello.
Pedro San Martín
Madrid-Actualizado a
Todo el mundo recuerda haberse ido a dormir después de que sus padres les contasen una maravillosa historia de fantasía, un cuento que hiciese de aquella noche un descanso plácido repleto de dulces sueños y apasionantes aventuras que quedaban en un recuerdo ficticio.
Los cuentos son relatos que no distinguen entre clases, sexos, religiones, ni ninguna otra etiqueta. Los cuentos son para todos. Juegan con la ilusión dibujando con palabras una historia para acompañar una enseñanza a través de un mundo de color.
La gran mayoría pertenecen a la literatura tradicional, lo que quiere decir que sus raíces son prácticamente indetectables. Eran narrados de forma oral y anónima, lo que provocó una marea de variantes y dificulta enormemente su registro de manera fiable.
"Hace 4.000 años ya había cuentos del antiguo Egipto del que surge La Cenicienta, por ejemplo", señala Pilar García Carcedo, profesora de Literatura y Escritura Narrativa en la Universidad Complutense de Madrid. Del mismo modo que se encuentran muchas relaciones "entre los cuentos y los mitos grecorromanos", añade.
Aquellas historias no se parecían absolutamente en nada a las que todos conocen a día de hoy. No siempre fueron para niños, ni contaban un final feliz. Todo lo contrario. Eran historias repletas de mucha violencia, morbo y elementos sexuales, las cuales pretendían entretener a los adultos de cada época y dar una lección a los jóvenes acerca de las decisiones que debían tomar y el camino correcto a seguir.
Para que estos cuentos perdurasen, alguien tuvo que molestarse en recogerlos y plasmarlos en papel. Estas recopilaciones comenzaron a darse en Europa a finales del siglo XVI, con literatos como el italiano Giambattista Basile.
En esta época, los cuentos pasan a tener más peso y presencia. En distintos países se crearon salones donde se contaban estas historias, como puede ser el ejemplo de Marie-Catherine le Jumelle de Barneville, más conocida como Madame d'Aulnoy, en Francia. Esta mujer fue una de las primeras recopiladoras, como cuenta Begoña Regueiro Salgado, profesora de Literatura Infantil y Educación en la Universidad Complutense de Madrid. "Fue la que acuñó el término Contes de fées", traducido como cuentos de hadas, añade Pilar García Carcedo.
"Hay teóricos que se preguntan si habría que reconocer la autoría de los recopiladores, porque no se recogen igual en todas las épocas. Cada uno de los escritores le da su estilo y deja marcados los valores de su época", señala Regueiro.
Charles Perrault: la vida del literato
Durante la etapa barroca de la literatura francesa, que coincidió en su mayoría con el reinado de Luis XIV, se vivió una época dorada para los literatos. Entre los destacados, el que más éxito tuvo en lo referido a los cuentos fue, sin duda, Charles Perrault (París, 12 de enero de 1628 – 16 de mayo de 1703).
Este hombre, nacido en París en el seno de una familia burguesa, nunca tuvo problemas a la hora de recibir una buena educación y de obtener un buen trabajo, lo que llevó a desarrollar su carrera profesional dentro de la corte. Llegó a ser también secretario de la Academia Francesa.
La vida acomodada de Charles Perrault da un giro de 180 grados a sus 55 años, con el fallecimiento de su mujer tras tener a su quinto hijo; y dos años más tarde, en 1680, con la pérdida de su puesto de bibliotecario en la Academia en favor del hijo de Jean-Baptiste Colbert, uno de los ministros más importantes de aquel entonces.
Después de haber dedicado su carrera literaria a los textos de la corte de Luis XIV, es entonces cuando Perrault decide pasar a escribir de una forma más fantasiosa. "Se puede suponer que se centra más en sus hijos y escribe estos cuentos, como probablemente haría cualquier escritor con niños", dice Pilar García Carcedo.
A Perrault "le piden que recoja lo que le contaban en su casa", cuenta Regueiro, coordinadora del Grupo de Investigación ELLI (Educación Literaria y Literatura Infantil). La mayor parte de sus recopilaciones provienen de la transmisión oral, como se señalaba sobre la literatura tradicional, aunque también se cree que existe la influencia de aquellos primeros recopiladores, como Basile, quien "publicó una recopilación con todos estos cuentos en Italia", indica García Carcedo.
Su obra se limita a Cuentos de antaño, subtitulado como los Cuentos de Mamá Ganso, que recoge en la edición de 1967 los siguientes cuentos: La Bella durmiente, Caperucita Roja, El Gato con Botas, Las hadas, Cenicienta, Riquete el del copete y Pulgarcito. Todas estas historias son mundialmente conocidas a día de hoy, han evolucionado literariamente e incluso han desarrollado una versión cinematográfica en su mayoría.
El renombre de Perrault no viene solamente por su recopilación de los cuentos, sino por su manera de reescribirlos, promoviendo la infantilización de los cuentos, reduciendo esos aspectos macabros y violentos, acercándolos a las versiones más actuales. Un paso intermedio entre las historias truculentas que se narraban anteriormente y la fantasía para niños que existe ahora. Su decisión marcó un cambio de rumbo en la literatura infantil hasta entonces conocida.
'Caperucita Roja'
El ejemplo más conocido es el de las leyendas francesas antiguas de Chaperon Rouge o Caperucita Roja. En la versión más original, Caperucita va por el bosque de camino a casa de su abuela, donde la espera el lobo disfrazado de esta señora, a la cual no solo ha matado, sino que ha puesto a cocinar su sangre y su carne para posteriormente dársela de probar a la protagonista.
En este relato, Caperucita se escapa por su ingenio, ya que se solía describir a las mujeres como figuras "más activas y empoderadas", indica la catedrática de Literatura y Escritura Narrativa.
"Durante las épocas medievales se tenía miedo a las leyendas y a ese canibalismo, a los hombres lobo y cosas así", por lo que Perrault elimina ese morbo, explica García Carcedo. "De hecho, Caperucita muere en la historia de Perrault, porque quiere que haya esa enseñanza", añade.
Caperucita trata acerca de la desatención de la madre hacia su hija, la cual desobedece por su falta de madurez y se escapa, lo que le lleva a sufrir un caso de abuso sexual por parte del lobo, que representa esa figura malvada que busca hacer daño.
"No todos los lobos son igual de peligrosos. Hay algunos que son melosos, cariñosos y te llevan hasta la cama y en la habitación esos son los más peligrosos", se puede encontrar en la versión original del cuento, según apunta García Carcedo.
Estilo literario de Charles Perrault
Pero la infantilización de los cuentos no es el único aspecto que hace triunfar a Perrault. Dentro de una etapa como es el Barroco, un estilo destacado por su sobrecarga de elementos y sus características rimbombantes, el escritor francés supo desmarcarse de los demás.
Charles Perrault "no solo infantiliza los cuentos ligeramente", explica García Carcedo, sino que también se encarga de "literaturizarlos", es decir, los toma del lenguaje popular y los reescribe de una manera más literaria.
Su modelo de escritura no encaja con el estilo literario del siglo XVII. Mientras que otros recopiladores, como Madame d'Aulnoy, escribieron cuentos mucho más extensos y barrocos, "Perrault supo hacerlos literarios, pero cortitos, y entonces han triunfado eternamente", recalca García Carcedo.
Este hecho se debe, en gran parte, al mensaje que busca introducir en ellos: la moraleja. "Él se justifica en el prólogo [de Cuentos de antaño] diciendo que son como fábulas", explica Regueiro. Anteriormente, existía "una transmisión moral, de valores y de patrones culturales, pero siendo una enseñanza menos explícita, porque los cuentos como tal no llevaban moraleja. Eso sí que lo introduce Perrault", especifica. "Lo más importante de los cuentos es la pervivencia del mensaje", añade.
Según Pilar García Carcedo, para los principales estudiosos de los cuentos, estos son ritos de iniciación cuya principal tarea es enseñar a los jóvenes a tomar decisiones correctas. "Echando las migas de pan como Pulgarcito, vas a conseguir solventar esos problemas, cargarte a los antagonistas y terminar felizmente", simplifica.
Los cuentos han estado siempre cargados de un fuerte componente simbólico que permita identificar las principales caras que rodean la moraleja. Para ello se emplean los distintos personajes que han aparecido a lo largo de la historia de la literatura infantil (y no tan infantil).
Los protagonistas de los relatos son jóvenes con semejanzas a los de la época o idealizados, pero siempre con un lado humano, como princesas o niños y niñas. Estos siempre reciben consejos de aquellos personajes cercanos que les aprecian, ya sean sus familiares o personas cuyas palabras puedan resultar de peso.
El seguir debidamente o no estas advertencias lleva a los personajes principales a enfrentarse a ciertas situaciones peligrosas que les pueden causar problemas. Este lado oscuro de los cuentos es el que está simbolizado por los antagonistas, aquellos que representan el mal. Personajes, normalmente ficticios, que buscan hacer daño y salirse con la suya.
En las recopilaciones de Perrault se pueden apreciar algunos de estos arquetipos de antagonistas, como el anteriormente mencionado lobo de Caperucita Roja o los ogros que aparecen en los cuentos de La Bella Durmiente, Pulgarcito o El Gato con Botas. Aunque también aparecen otros con menos relevancia que incitan a los protagonistas a salirse del camino.
Controversias sobre la originalidad de sus cuentos
El hecho de pasar de una literatura más sobria, escrita para la corte, a escribir estos cuentos dirigidos a un público más juvenil, podía no estar del todo bien visto en aquella sociedad francesa del siglo XVII. Por ello, Charles Perrault "firma como su hijo, para justificar que una persona de su talla intelectual se ponga a escribir cuentos", cuenta Begoña Regueiro.
Además, debido a que se trataba de recopilaciones y no de cuentos escritos originalmente por Perrault, se mantiene el debate sobre la originalidad de las propias recopilaciones.
Del mismo modo que destacó por aquel entonces Madame d'Aulnoy, también se ha mencionado previamente a Giambattista Basile. Algunos expertos "no encuentran que [Perrault] los recopilara tan directamente de fuentes orales", sino que existe la posibilidad de que se inspirase en las lecturas de este recopilador italiano, indica García Carcedo.
Un claro ejemplo de esto puede ser la versión italiana de La Bella Durmiente, más conocida como Talía. En este caso, mientras Talía duerme, "el caballero la viola y ella se queda embarazada de gemelos, Sol y Luna", que nacen durante su largo sueño. Pasado el tiempo, uno de los niños le chupa el dedo, quitándole la astilla y provocando que se despierte, cuenta García Carcedo.
Es en la segunda parte del relato donde coinciden Perrault y Basile. Cuando la Bella Durmiente se despierta y se va a vivir con el hombre que la viola y su madre, la cual es una ogresa que se quiere comer a los niños, mientras ella trata de defenderlos, añade la catedrática.
También es cierto que no es tarea fácil detectar esta originalidad, ya que muchos de los cambios que se han producido en estos cuentos son debidos a las cuestiones culturales. En Blancanieves, cuando se pincha el dedo y cae la gota de sangre, hay países en los que se cuenta que esta cae sobre "la nieve y en otros en leche, porque allí no nieva", según explica la coordinadora del Centro de Investigación ELLI.
Evolución de los cuentos tras Charles Perrault
Como es lógico, la escritura y narración de los cuentos ha continuado desarrollándose desde que falleció Charles Perrault hasta la actualidad, por lo que, a día de hoy, no se cuentan ni leen de la misma manera en la que el escritor francés los reflejó para su época.
El próximo gran paso hacia la infantilización de estos relatos se daría dos siglos después, en el XIX, en la etapa del Romanticismo, durante el que los hermanos Grimm se dedicaron a recopilar los cuentos que, nuevamente, sufrieron el auge de la transmisión oral en el siglo XVIII.
Es entonces cuando, "con la industrialización, los padres y madres se van a trabajar a las fábricas y los niños se tienen que quedar en escuelas o a cargo de alguien", por lo que se empiezan hacer libros específicos para ellos, según desarrolla García Carcedo.
De este modo, "se empieza a tener en consideración a los niños como entidades aparte", psicológicamente hablando. Por ello, estos hermanos alemanes son los que "terminan de eliminar todos los aspectos sexuales" y finalizan ese proceso de infantilizar los cuentos, añade la experta.
Más adelante, en el siglo XX, los cuentos evolucionarían para dar el salto a la gran pantalla de la mano de Walt Disney, por el que, seguramente, "ahora todo el mundo conoce esos cuentos", presupone García Carcedo. Si estos relatos ya quedaron fijados para la historia con su recopilación en papel, el hecho de plasmarlos en películas cinematográficas los hará durar para siempre.
Sin conocer una sociedad futura, nadie puede afirmar que no se vayan a recuperar las versiones más antiguas o que se pueda leer acerca de un "Caperucito Rojo". "Cuentos van a seguir contándose porque los hay en el mundo entero", asegura la catedrática; porque así lleva haciéndose desde hace miles de años. Solo queda esperar a ver qué caminos toman y cuáles serán las nuevas enseñanzas que deparan estos relatos fantásticos que han hecho las delicias de la gente a lo largo de la historia.
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