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Un catalán en el imperio húngaro

El rumbero encabeza el 'foco catalán' en el festival Sziget, el mayor encuentro de artes escénicas y musicales que tiene lugar todos los años en una isla del Danubio

JESÚS CENTENO

Llega con el inconfundible semblante que deja una buena resaca. Agotado, con cara de no haber dormido en toda la noche, se esfuerza por demostrar que lo lleva bien, que resiste, que su audacia y desparpajo característicos se mantienen intactas. Jairo Perera, alter ego de Muchachito Bombo Infierno, se presentó ayer en Budapest sin dormir y con la impresión de no haber visto algo así en su vida. Él y su banda, músicos incansables curtidos en mil batallas, completaron el 'foco catalán' que este año ha programado el gigantesco Sziget Festival, que se celebra durante toda esta semana en una isla del Danubio y al que cada año acuden 400.000 personas.

«Nací para llevar una vida errante. A los 6 dije que quería ser músico y llevar sombrero»

La odisea de Muchachito y compañía no ha sido fácil. Llegan machacados y desvelados porque el jueves tocaron en la sala Apolo de Barcelona, en el que ha sido su único concierto en España de este año. 'La cosa se alargó, te puedes imaginar. Han sido un par de horitas de cabezada en la furgoneta y pacá. Y aquí estamos, encontrándonos', cuenta el cantante catalán mientras se enciende un canuto muy tenso no parece desde una improvisada banqueta en medio de la imponente pradera húngara.

Parece que todos los días pisase el festival más multitudinario de todos los que se celebran en Europa. 'Esto es algo de lo que deberíamos aprender en España. Yo no había visto algo así en la vida. No sabemos organizar las cosas, ni disfrutarlas. No somos capaces ni combinar un cartel que le pueda gustar tanto a la gente de dentro como a la de fuera', reflexiona.

En esta ocasión, Muchachito y su banda, abanderados del mestizaje patrio, han asumido un nuevo rol: el del grupo de fuera que intenta destacar ante un público ecléctico y masivo que no lo conoce de nada. 'Es una buena oportunidad para demostrar que valemos. Nos hemos sacado un término para definirnos en este tipo de eventos, que es barriga de cartel. No somos importantes, pero somos numerosos y hacemos ruido', comenta Muchachito mientras apura su café y destapa la funda de su guitarra. 'Ha venido medio rota. Una vez nos rompieron un contrabajo y, en otra ocasión, apareció en Viena. Los músicos deberían dejar de viajar en avión, es algo estúpido. Prefiero venir en autobús y tirarme toda la semana de ruta, como se hacía antes', razona tras un extraño momento de lucidez.

«Triunfar no es más que hacer las cosas a tu manera, y la nuestra pasa por la autogestión»

Muchachito llega a Budapest para presentar en el concierto europeo qué es eso del swing y la rumba catalana cuerpo a cuerpo. Sus armas: una guitarra frenética, descaro, latinidad pervertida y el poder físico del bombo en primer plano. Además, la rumba catalana se vende casi sin querer. 'Nosotros tocamos lo mismo de siempre. Es cojonudo, porque nadie lo va a saber...'. Efectivamente: varios festivaleros observan curiosos al músico mientras canta y habla, a lo lejos. No tienen ni idea de quién es.

Jairo lo tuvo claro cuando le llegó la invitación para acudir al Sziget. 'Somos una banda numerosa y necesitamos salir. Hacía tiempo que no lo hacíamos. Es, además, un punto y a parte. En nuestros próximos conciertos queremos dar a la gente algo nuevo. Podríamos tocar lo mismo de los últimos años, pero la gente se empapa mucho si hay canciones nuevas. Lo mismo decepcionan, pero nos debemos a eso', afirma.

Para ellos, este es un mes de impasse, porque muy pronto deben rematar su nuevo disco, el cual, explica Jairo, intentará no ofrecer más de lo mismo. 'Todavía no le hemos puesto nombre ni nada. Esto es como los tebeos: cuando lo has acabado le ves la cara y le pones el nombre a la historia. Pretendemos hacer tipo algo o años treinta, pero lo estamos dejando ir. Sobre todo, no hay que frenar el lápiz', reflexiona.

«Hemos inventado un término para definirnos en este tipo de eventos: el barriga de cartel»

La crisis también ha hecho mella: 'Nos buscamos la vida para meternos en un garaje y grabar. Se acabaron los estudios guapos, pero no nos asusta: hemos vivido más tiempo sin dinero que con dinero'.

Vida de este chico

La vida de Muchachito ha dado muchas vueltas. No hace tanto desde que se actuaba por las calles pasando la gorra, primero, y de bar en bar por la periferia barcelonesa, después, ofreciendo un espectáculo intimista en el que mezclaba música y monólogos. 'Triunfar no es más que hacer las cosas a tu manera, y nuestra forma de llevar las cosas es la autogestión han montado su propio sello, El Orfanato Eléctrico. Nos da mucho más curro, pero gozamos de libertad', relata al tiempo que agradece el trabajo de Bombo Infierno, la banda con la que ha alcanzado el éxito.

Tras su debut en 2004, no han parado de rumbear por los escenarios. También han exprimido el tiempo para juntarse con sus compadres Kiko Veneno, Los Delinqüentes y Tomasito para grabar en Jerez, 'la Nueva Orleans de España', bajo el nombre de G-5. 'Ellos me lo han dado todo. Antes, no quería saber nada de nadie. Lo había intentado por todos lados y estaba harto. Vivía bien en los bares, tenía de 12 a 14 bolos al mes y estaba cansado de que la gente me llenara la cabeza de tonterías, de que me robaran el dinero'.

Hasta que aparecieron ellos: Tito Carlos al piano lo conoció en una jam session de nueve horas, Héctor Bellino (contrabajo), El Lere, compañero inseparable desde su encuentro que entró de trompeta y terminó como cajero (caja, charles y plato), que se acompañan de La Gigoleto, la sección de metales del grupo. Son Josué Ciclón García (trompeta), Martín Luxurius (saxo alto), David Carrasco el Niño (saxo tenor), Óscar Bas (trombón) y Alberto Perez Jordana el Jaguar (trompeta de asalto).

La parte plástica y visual la cierra Santos de Veracruz, ilustrador que pinta un lienzo en cada concierto. 'Esta gente tenía brillo en los ojos, así que me lié la manta a la cabeza y me dije: esta vez no nos van a dar por culo. Esta vez vamos a montarlo de otra forma, vamos a aprender lo que es organizarse y a llevarlo todo. Bueno, y a hacer el loco, que es lo que más me gusta hacer todo el día. Pero merece la pena. Si no les hubiese dicho que sí, ahora no estaría aquí, en este festival', afirma orgulloso.

Muchachito Bombo Infierno suman veinte cabezas en la carretera aunque siempre hay alguno 'que sale trasquilao'. Para enfrentarse al Sziget y su tamaño XXL, lo único que hicieron fue tocar y beber el día anterior. Así es como se sienten más cómodos. Con todo, había una buena razón que excusa la melopea del jueves: 'En Barcelona, la burocracia ha hecho estragos. De fuera puede parecer una ciudad muy moderna, muy cosmopolita, pero la realidad es que es una ciudad en la que cada vez se pueden hacer menos cosas. Dimos ese concierto para recaudar fondos para pagar las reformas de una bodega que tiene más de 90 años y en la que se juntan pintores, músicos, actores...', comenta Jairo, que tiene una idea muy pesimista de la música en España. 'Comemos del directo, de sudar. Si no mueves público nadie te ayuda. Todo se encarece y es la vía equivocada. Nosotros pagamos una hartá de dinero para que a la gente no les sableen en los conciertos. Gracias a eso conseguimos ofrecer entradas por 15 euros', explica.

Lost in Budapest

La vida de Jairo y compañía consiste en improvisar, en vivir el momento. 'Yo nací para llevar una vida errante. Por eso estoy aquí. A los 6 años, le dije a mi madre que quería ser músico, guitarrista, cantante y llevar sombrero'. Sin embargo, lo que le trajeron fue un sombrero de paja. 'La guitarra llegó, pero a los 13. Desde entonces no he parado. Llevo 17 años en bandas y sigo en contacto con todos los que he tocado', cuenta el músico, que no para de gesticular y hacer bromas: 'He descubierto que aquí se montan partidas de póker clandestinas, ¿tú sabes algo?'.

Después de su paso por este megafestival le esperan un par de meses de duro trabajo. 'Me preocupa este disco. Hubo muchos problemas con el segundo álbum: tuve que operarme de un quiste, no había tiempo y nos vimos empujados a terminar con prisa muchos de los temas'. El resto de la banda, mientras tanto, esperaba. 'A la hora de componer, compongo yo solo. En eso soy bastante egoísta, pero es que estoy contando cosas mías y otro no lo podría hacer igual. Estoy un tiempo solo y tengo claro por donde llevar cada canción. Después, guío a la banda, les digo cómo es la atmósfera y les dejo que toquen lo que ellos crean, les dejo que manden sobre su instrumento. Muchachito no es la banda de Jairo'.

En cualquier caso, un disco no es más que 'una excusa para hacer promoción y que te dejen tocar. Es la excusa para poder estar aquí. Si no, no los haría'. Cuando se le pregunta por el mundillo de la música, a Muchachito se le revuelven las tripas. 'Hemos montado una ONG musical. No queremos ganar dinero, pero sí hacer algo alternativo a los cauces convencionales porque no estamos de acuerdo de cómo funcionan las cosas. Este es un país que está muy ligado al arte pero que lo cuida muy poco'. Además, en la música, uno no se puede regir por el dinero. 'Si lo haces por dinero no aguantarás todo lo que hay que aguantar: que te traten mal, como un delincuente. Es necesaria cierta actitud'.

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