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Cibeles en venta

Salvo excepciones, da la sensación de que el 'prêt à porter' se ha apoderado de esta plataforma comercial olvidando por completo su versión más creativa o artística

ROCÍO PONCE

La democratización de la moda es el pan de cada día, y de eso ya se encargan —para bien de unos y mal de otros— las grandes empresas textiles con sus clones de firmas de lujo. Pero no son las únicas encargadas de llevar diseños de calidad a cuantas más personas mejor. La crisis por la que atraviesa el sector de la moda ha obligado a los diseñadores a hacer colecciones más comerciales utilizando la pasarela a modo de llano escaparate. La cuarta jornada de Cibeles, salvo excepciones, ha dado la sensación de que el prêt à porter se ha apoderado de esta plataforma comercial olvidando por completo su versión más creativa o artística.

Alma Aguilar se ha mantenido fiel a su estilo (foto inferior) y a lo que mejor se le da: los vestidos románticos. Y de esos hemos visto una gran variedad que iban desde los tonos neutros al rojo pasando por un estampado floral vintage de los años veinte y el imprescindible de la temporada: el rojo. Sita Murt prometía una colección urbana y cumplió con pitillos, vestidos de lana, rebecas y camisas.

Miguel Palacio tampoco quiso mojarse, y no por falta de salidas —71 cuando la media ronda las 40—, sino porque en su colección cabe todo: mini faldas, a media pierna y largas, pitillos y pata ancha, flecos, lazos, hombreras, tonos oscuros y chillones, transparencias, brillos... En fin, no hay recurso o tendencia que se escape a su puntada.

Si TCN pretendía que ver su colección fuese como pasear por un mercadillo y cotillear el armario de la abuela, lo consiguieron. Han subido a la pasarela el estilo vintage que se ha hecho el rey de los blogs de street style a través de cuadros ingleses, tweed, punto, piel y napa, aires nostálgicos con faldas evasé, chaquetas largas, abrigos rectos y blazers aterciopelado. La jornada la cerraba Adolfo Domínguez, que invitó a los presentes a una exquisita visita por alguna de sus tiendas. Para las chicas vestidos con aires setenteros llenos de color y estampados de hormigas fluorescentes pintadas por su hija Tiziana.

Todo no estaba perdido. La mismísima Frida Kahlo parece haber dejado su impronta en la última colección de lencería de Andrés Sardá. El imaginario de la cultura latinoamericana a través de referencias al folclore, creencias y mitos han convertido el interior de la mujer de la próxima temporada en un sinfín de encajes, colores y estampados animales. Por el río de flores en el que convirtió la pasarela desfilaron mantones de manila, divas de los cincuenta y hasta la Virgen de Guadalupe, que tomó el cuerpo de la modelo Marina Pérez, enfundada en un mini bikini de lentejuelas dorado para clausurar.

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