Este artículo se publicó hace 14 años.
Cien años de soledad. O más.
El realismo mágico en español es religioso o por lo menos, milagrero, y nace en lengua romance al tiempo que nace el cuento. Miguel Delibes publicó Viejas historias de Castilla la Vieja, obra modélica del género, en 1964, quinientos años después de que Clemente Sánchez de Verdial recopilara en su Libro de los exenplos por a.b.c. algunos milagros, entre ellos el de la barra de hielo que no se derrite nunca. García Márquez publicó Cien años de soledad en 1967. El de Delibes y el de García Márquez son distintos y el mismo libro; no los hemos leído igual.
Delibes sabía que la única manera de atrapar la realidad es renunciar a las explicaciones, que el contador no tiene que referirse nunca a las causas, sólo puede relatar los hechos; esa es la magia; el resto es ciencia o moral. Ha pasado medio siglo desde que Lumen lo editara en la ejemplar colección Palabra e imagen con fotografías de Ramón Masats. Hoy queda la impresión de que Delibes buscó ser antiguo para conseguir ser, con el tiempo, el más moderno (se las sabía todas) y que a Masats le pasó lo contrario.
El año anterior, Delibes había publicado La caza de la perdiz roja, en la misma editorial, esta vez con fotografías de Oriol Maspons: el mismo paisaje, la misma luz, la misma lengua, la misma memoria y los libros no tienen nada que ver. La caza de la perdiz roja es un documental. Los escritores de antes eran capaces de todo. Los de antes. Cualquier día nos quedamos solos, cien años, o más.
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