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El cine después del cine

Se publica en España Mutaciones del cine contemporáneo', un libro imprescindible para entender la evolución y futuro del que fuera el mayor espectáculo del siglo XX

JESÚS ROCAMORA

El negocio del cine es macabro, grotesco: es una mezcla de partido de fútbol y de burdel. Federico Fellini.

Publicado en 2003 en el mercado anglosajón, Mutaciones del cine contemporáneo se ha convertido en una biblia de la cinefilia, un libro imprescindible para críticos, estudiosos y locos del séptimo arte en todo el mundo. Con una estructura libre y comunitaria (algunos capítulos son conversaciones a varias voces mantenidas por carta; otros son textos firmados por cineastas), su llegada al mercado español de la mano de la editorial Errata Naturae (y actualizado convenientemente con un prólogo imprescindible del cineasta catalán Pere Portabella) viene a confirmar su naturaleza de obra en construcción permanente que quiso darle uno de sus coordinadores, el crítico estadounidense Jonathan Rosenbaum.

Más allá de un intercambio endogámico de reflexiones entre críticos y cineastas, lo que proponía Mutaciones... es 'un escenario y un lugar' para reflexionar sobre el cine en el siglo XXI, especialmente a raíz de unas alteraciones (tecnológicas, sociales, académicas) que han cambiado la cultura cinematográfica tal y como la conocíamos. Desde la ceremonia de ver el cine (con la aparición de nuevas pantallas: el DVD, internet, el móvil) a toda su cadena de producción; desde la transformación de los géneros cinematográficos, sus recursos narrativos y sus espacios geográficos, hasta el posterior análisis efectuado por parte de críticos y estudiosos.

'Una mutación implica una transformación biológica, y aquí la idea básica es que en todo el mundo se están produciendo cambios en las comunicaciones, la tecnología y la economía que alteran la forma en que pensamos y escribimos sobre cine', exponía Rosenbaum cuando el libro aún no tenía ni título. Pero, como resume Portabella a Público, hablamos de un cambio que afecta al que fue 'el mayor espectáculo del siglo XX', pero también a todos los procesos culturales, al individuo y a la sociedad: 'La revolución tecnológica de finales del siglo XX ha producido un impacto y una ruptura mayor de lo que supuso la revolución industrial'.

El autor reflexiona sobre el aspecto de aeropuertos de las multisalas

'Cada vez veo más y más películas de todo el mundo en DVD, y tengo menos ganas de ir a los cines. Y cuando voy a uno, siento que tengo menos en común con todos los que están sentados a mi alrededor', cuenta Rosenbaum a Público. No se refiere tanto a las tradicionales salas de cine como a su reinvención actual. Precisamente en uno de los capítulos de Mutaciones..., el crítico reflexiona sobre un cine multisala y su aspecto de aeropuerto o estación de tren, lleno de muchedumbres que entran y salen en función de los horarios. También lo compara con grandes tiendas, como Virgin y FNAC, cuyo 'rasgo inquietante es la desaparición de cualquier distinción entre cultura y publicidad, que ya caracteriza a la sociedad urbana en general', escribe Rosenbaum.

Para Portabella, el 3-D es «un fogonazo, un parche, el canto del cisne»

Esta misma semana, Víctor Erice aseguraba en una tertulia en Segovia que la industria cinematográfica pasa por un momento 'difícil', marcado por la 'transformación tecnológica del medio audiovisual y de la difusión de las obras, que han convertido a las salas de cine en un residuo'. Así piensa también Portabella, para quien el resucitado cine 3-D 'es un fogonazo, un parche, el canto del cisne' que demuestra lo obsoleto y decadente de unas salas 'reconvertidas en pequeños parques temáticos, donde lo mismo se ven óperas que partidos de fútbol'.

Las nuevas pantallas (DVD, internet, el móvil, las consolas portátiles; también en museos y galerías de arte) han traído consigo un debate que los críticos ya se plantearon en su día con la llegada del vídeo doméstico y los videoclubs. Una polémica cuyo eco también está en Mutaciones..., y que es extrapolable a la situación actual: por un lado, permite conocer cine que de otra manera no llegaría a estrenarse en muchos países. Por otro, se produce cierta 'cosificación' de las películas, que pasan a ser objetos coleccionables. Si el cine durante el siglo XX fue algo lejano y mítico para el espectador, el vídeo (el DVD hoy) permite al espectador dominar la película, utilizarla, desgastarla y romperla. Empequeñecerla.

La hegemonía de EEUU ha perdido fuerza en el nuevo cine

Las nuevas pantallas han dado con un espectador nuevo, conectado y que tiene el mundo al alcance de la mano. Y lo que es más importante, un nuevo espectador que no es pasivo. 'En los últimos años se ha pasado de aceptar que el espectador de cine, como el de teatro, asiste sentado al espectáculo y ve, como un voyeur, la representación que le proponen. Que se puede congratular con lo que pasa en el escenario, identificar con un personaje, reír, llorar. El nuevo espectador es el usuario, una persona que usa e interviene en la realidad', dice Portabella.

Este nuevo espectador/usuario no es muy diferente del que Sartori llamó homo videns, y desarrolla no sólo una 'mirada digital' sino que debe adaptarse a ese nuevo supermedio global que tiene entre las manos que se caracteriza por unir todos los anteriores (palabra, imagen y sonido). Un espectador que tiene las herramientas para ser creador y cuya materia prima es el planeta, 'que ha pasado a estar en nuestras manos y que podemos manejar y manipular'. Se reduce así la distancia entre el mundo audiovisual profesional y el doméstico.

La quiebra llega a las estructuras clásicas de producción y exhibición

'La fotografía es verdad. Y el cine es una verdad 24 veces por segundo', dijo Godard. Y si el vídeo trajo a su propia generación de directores de cine, crecidos bajo referencias propias y con su manera de ver el mundo en una textura particular, la nueva imagen digital ofrece lo mismo hoy. 'Si el cine que conocimos en el pasado se basaba en el registro fotográfico del mundo, ahora, con la imagen digital, podemos falsear ese mundo', escribe Portabella. Se trata de utilizar lo virtual y las simulaciones que permiten estas nuevas tecnologías para representar el mundo en pantalla; de reflejar el mundo real a partir de irrealidades.

'El valor de la posesión está cambiando por el valor del uso'

Una realidad descentralizada geográficamente, que permite que películas provenientes de Asia y Oriente Medio, que presentan narrativas ajenas al canon occidental, transformen la idea de relato. La hegemonía de EEUU ha perdido fuerza en el cine. Para Rosenbaum, 'el papel y la influencia de EE UU sobre el resto del mundo ha disminuido desde 11-S, lo que para mí ha tenido ciertas ventajas (así como algunas desventajas). Los cinéfilos más jovenes parecen interesados hoy en día en películas difíciles y desafiantes, y eso es un avance muy positivo. Pero también aparece una carencia total del conocimiento sobre historia del cine, más amplia ahora'.

Este es uno de los debates que sobrevuela Mutaciones...: el cine que está en crisis es el que viene exigido por las majors e inspirado en códigos caducos, como la novela del siglo XIX. Las nuevas formas de narrar historias no dependen de la tecnología, pero, liberalizada esta, se libera al creador para que defienda cómo quiere contar una historia: de forma convencional o sin ningún tipo de argumento. Desaparecen los géneros y la diferenciación entre ficción y realidad, largometraje y cortometraje, 'inventos de la industria que han respondido a intereses de productores y salas de cine', según Portabella. Ya no tiene sentido que 'nos cuenten la misma historia siempre, con la misma estructura: planteamiento, nudo, desenlace. Las academias de cine han hecho mucho daño y han servido para repetir unos modelos al servicio de la explotación de las producciones de las majors: un thriller se hace así, una comedia se hace así, los modelos son Orson Welles o Howard Hawks. Todos los profesionales que han formado sólo han sabido hacer bien lo que ya está hecho'.

Y llegamos a la crisis actual de la industria del cine, provocada por la quiebra de la hegemonía de las estructuras clásicas de producción, distribución, exhibición y la llegada de nuevas formas de difusión por la red. Los beneficiados son los creadores, libres de limitaciones: 'La parte creadora va hacia adelante y desaparece esa carrera de obstáculos que suponía la exigencia de un productor, la necesidad de hacer un determinado producto, con una determinada factura, una distribución en determinadas condiciones y unos cines con unas programaciones concretas', dice Portabella.

Con su replanteamiento de los sistemas de distribución cultural, del consumismo y del capitalismo, ¿puede tener un libro como Mutaciones... una intención política? Para su coordinador, Jonathan Rosenbaum, 'toda la gente que escribió para este libro era y es muy política. Es simple: queremos cambiar el mundo y queremos aprender nuevas cosas. Si nuestra misión ha sido acertada o no, y si ha sido un éxito o un fracaso, es algo difícil de juzgar'.

Vivimos un cambio de valores y conceptos que generan al individuo una nueva disponibilidad para intervenir y actualizar y modernizar lo que hoy ha envejecido. 'El cine, como séptimo arte, es el que nació más joven y es el que ha envejecido más rápido. Pero las democracias también han envejecido. Están torpes. El individuo es mucho más ágil y pide más', asegura Portabella, para quien las mutaciones afectan a la misma raíz del consumismo: con estas nuevas pantallas, 'el valor de la posesión está cambiando por el valor del uso, y esto puede ser una noticia muy buena'.

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