Este artículo se publicó hace 2 años.
¡Viva José Luis López Vázquez! ¡Viva Escandinavia!
El actor, protagonista de míticas películas como 'Mi querida señorita' o 'La cabina', cumpliría hoy 100 años. Con un talento descomunal, en sus últimos años de profesión se quejó de lo olvidadizo que era el cine español. Como dijo el cineasta José Luis Borau, era irrepetible "porque era un prototipo".
Madrid-
- Le agradeceré que me hable con franqueza, yo soy una mujer fuerte y valiente.
- Ya lo sé, y tiene usted razón en todo, menos en una cosa, no es una mujer, es un hombre.
El público del madrileño Cine Coliseum, que había entrado un poco reticente a ver aquella película tan "moderna" y atrevida en los aún coletazos del franquismo, se unió en una emocionante ovación. El director Jaime de Armiñán, hace unos años, recordaba que los aplausos y vítores eran, naturalmente, para José Luis López Vázquez, "no lo olvidemos". Mi querida señorita (1972) era, de las más de doscientas películas que hizo, su favorita.
Hoy hubiera cumplido cien años y, sin duda, y si el cine español no hubiera sido tan olvidadizo (defecto del que el actor se quejó en sus últimos tiempos), hubiera seguido trabajando. Todo lo hizo bien, lo mismo daba que siguiera con mirada rijosa los andares de las suecas en bi-ki-ni, que se arrastrara declarándose "un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo" (Fernando Galindo en Atraco a las tres) o que asesinara con sus propias manos y mirada demente a una muchacha en el campo (Benito Freire, buhonero, en El bosque del lobo).
Tenía un registro amplísimo, era un incansable trabajador, nunca rechazó un papel, sedujo con su descomunal talento y su fortísima personalidad interpretativa a cineastas del mundo entero, fue generosísimo con su profesión y escribió algunas de las páginas más memorables de nuestra cinematografía. Como decía José Luis Borau, era irreemplazable "porque era un prototipo".
Chaplin, Cukor y Hollywood
Charles Chaplin se quedó fascinado cuando le vio en Peppermint frappé (Carlos Saura, 1967), en el Festival de Cine de Berlín, y aseguró que había visto "a uno de los mejores actores del mundo". Lo mismo pensó el cineasta americano George Cukor, con quien rodó Viajes con mi tía (1972), que intentó convencerle de que se quedara a trabajar en Hollywood. No lo hizo y no solo porque no supiese inglés, idioma que, por cierto, provocó grandes carcajadas cuando Saura le dijo que quería rodar la película mencionada en inglés.
Charles Chaplin se quedó fascinado cuando le vio en 'Peppermint frappé'
En aquella ocasión, en el plató de rodaje, López Vázquez estaba en el decorado de la oficina donde trabajaba su personaje y su compañero de reparto, Alfredo Mayo, entró en plano y le dijo: "Good morning". Estalló la carcajada y la película se hizo en castellano.
López Vázquez era, probablemente más que ningún otro actor o actriz de la historia de nuestro cine, un hombre español inconfundible. "Yo era mínimo, insignificante", reconoció en una entrevista, en la que confesaba que no tenía el tipo atractivo de los actores de la época y que posiblemente por ello jamás pensó que su vida iba a dedicarla a la interpretación.
El niño iba para artista
De hecho, este madrileño de familia pobre y padres separados, que pasó la guerra repartiendo medicamentos para la Junta de Defensa de Madrid del general Miaja, se había preparado para trabajar como diseñador de vestuario, escenógrafo e ilustrador. Como actor se formó en el Teatro de las Organizaciones Juveniles y en el TEU, pero no debutó hasta 1946 con la obra El anticuario, en el Teatro María Guerrero. El director de aquel montaje, Modesto
Higueras le dijo que hablaba muy bien, recordó en una entrevista con el periodista y escritor Juan Cruz: "Que tenía muy buena dicción. Y así empecé". Ya lo había augurado una vecina muy pocos días después de que naciera. Le oyó llorar y le dijo a su madre que el niño iba para artista.
Al cine llegó muy poco después, casi siempre en comedias al lado de Gracita Morales, con directores como Mariano Ozores, Pedro Lazaga o José María Forqué, hasta que empezaron a rifársele los nuevos nombres del cine español, entre los que estaban Berlanga, Carlos Saura, Jaime de Armiñán, Manuel Gutiérrez Aragón, Josefina Molina, Mario Camus, Juan Antonio Bardem, Antonio Mercero, Pedro Olea… Con ellos hizo sus interpretaciones más reconocidas, en películas como Esa pareja feliz, El pisito, Plácido, las mencionadas Mi querida señorita y Peppermint frappé, Habla, mudita, La colmena, Esquilache...
"Esto hay que hacerlo"
Y, por supuesto, el mediometraje La cabina, alegoría de la dictadura franquista que conquistó un Emmy al Mejor Programa de Ficción (el primero para un trabajo español) y el Fotogramas de Plata al Mejor Actor en un Telefilm. Asfixiándose dentro de aquella cabina, atrapado, José Luis López Vázquez luchaba angustiado ante los vecinos que le rodeaban y observaban sin hacer nada. Para él, aquel proyecto fue especial y le interesó desde el momento en que leyó el guion. Inmediatamente llamó a su representante, que en aquellos primeros años 70 era José María Gavilán. "Haz lo que tengas que hacer, arréglalo como puedas, pero esto hay que hacerlo".
Así fue, tan claro y tan contundente como el saque de honor que hizo Adela Castro (Mi querida señorita) en el partido de fútbol y que, como muy bien destacó el periódico local al día siguiente, "Ni Pirri". Ni el famoso centrocampista ni ninguno de los actores más importantes de la historia del cine hubieran pegado ese pepinazo al balón con la misma intención con que lo hizo José Luis López Vázquez, desde pequeño "el inquieto". ¡Viva José Luis López Vázquez! ¡Viva Escandinavia!
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