Walter Salles reconstruye en 'Aún estoy aquí' la memoria del Brasil devastado por la dictadura
La muerte y desaparición de Rubens Paiva y la posterior lucha de su mujer Eunice Paiva sirven al cineasta para reflejar los sueños rotos de todo un país por una dictadura militar que duró 21 años. Presente en San Sebastián, con un Goya, un premio en Venecia y un Globo de Oro, el filme aspira ahora a tres Oscar.

Madrid--Actualizado a
El 20 de enero de 1971, el diputado brasileño Rubens Paiva fue detenido por el ejército. Fue torturado y asesinado, y su cuerpo nunca apareció. Fue uno de los cientos de desaparecidos durante la dictadura militar de Brasil, que derrocó a un régimen elegido democráticamente en 1964 y duró 21 años. Con Aun estoy aquí, el cineasta Walter Salles recupera el recuerdo de aquel hombre y de toda su familia, a la que conoció en su adolescencia, y traza y reconstruye desde ellos la memoria de un país en tiempos muy oscuros.
Inspirado en sus propias vivencias y en el libro de memorias de Marcelo Rubens Paiva (hijo del diputado), la película cuenta aquella dictadura brutal desde la resistencia de una mujer, Eunice Paiva, que tras la desaparición de su marido luchó para mantener a sus cinco hijos, estudió para convertirse en abogada de Derechos Humanos y terminó siendo una de las mayores defensoras de los indígenas de Brasil. Investigó durante 30 años la muerte de Paiva, el tiempo que tardó el país en volver a la democracia. La desaparición de Rubens Paiva ha sido seguida por la Comisión de la Verdad.

Urgente, ante el avance de la extrema derecha en el mundo, Aún estoy aquí es también una magnífica película, emocionante, política y rebosante de vida y de deseos de libertad. Presente en Perlak de San Sebastián, ha ganado el premio al mejor guion en Venecia (Murilo Hauser y Heitor Lorega), el Goya a la mejor película iberoamericana y el Globo de Oro a la mejor actriz (Fernanda Torres, extraordinaria), y es candidata a tres Oscar, los de película, película internacional y actriz principal.
Usted conoció y convivió con la familia Paiva…
Sí, en la película hay un punto de encuentro ente mis recuerdos personales de esa época, la historia de aquella familia y lo que pasaba en la dictadura. También está, por supuesto, el libro de Marcelo Rubens Paiva, donde cuenta cómo su madre fue la heroína secreta de lo que ellos vivieron. Me conmovió el libro, por primera vez se contaba la historia de los desaparecidos dese el punto de vista de los que quedaron atrás, era un reflejo de cómo quedaba todo el país, y me hizo recordar y luego busqué información.
Adquirió los derechos de la novela durante el gobierno de Bolsonaro. ¿Cambió la perspectiva o la intención de la película con la llegada de Lula da Silva?
Sí. Al principio en el guion intenté retratar un pasado lejano y confieso que no había investigado lo suficiente, pero quería que esa historia se contara. A medida que pasaba el tiempo la realidad política de Brasil iba cambiando y la película se convirtió de repente en un presente distópico.
¿Cómo contestan el cine y la cultura en general a esta deriva hacia la extrema derecha que estamos viviendo?
Si miras los movimientos de extrema derecha que están surgiendo, incluso con el partido Republicano en EE.UU., te das cuenta de que siempre hay un primer acto que unifica esos grupos y es el ataque a la educación pública. También, se esmeran en limitar las voces que representan la variedad, lo hacen poco a poco. Muchos de los medios de comunicación están estrangulados por los gobiernos y comprados por los que comparten sus creencias. Trump dijo hace tres días (la entrevista se hizo antes de las elecciones en EEUU) que él no necesitaba un secretario de Educación en Estados Unidos. Así que, ya ves, la incredulidad en la educación, esta incredulidad en la cultura en general es lo que realmente une a la extrema derecha.
Pero ¿cómo debemos combatir esto?
Nosotros sabemos que una de las únicas maneras de enfrentar eso es exactamente haciendo lo contrario, teniendo una educación pública de alta calidad, que hasta ahora tal vez no se hizo lo suficientemente; conseguir un uso más polifónico de los medios de comunicación, que estos sean libres... y también la regulación de los medios de comunicación social. Hay que hacer frente al flujo constante de noticias falsas.
Aquí en España hay gente que tiene ahora 20 años que cree que Franco era del siglo XIX.
Lo sé, pero en Brasil la gente joven sí sabe que hubo una dictadura militar, que hubo muchísimos desaparecidos… A pesar de ello, esta película no es solo una historia sobre el pasado, es también una historia los peligros de las nuevas formas del autoritarismo que amenazan el mundo.
Hay que contar la historia para que no repita.
Siempre. Nosotros estuvimos siete años trabajando en el guion y la vida en Brasil se acercaba cada vez más a ese pasado de la dictadura, así que era necesario, era muy urgente, contar esta historia. El punto de partida de esta película, y de todas las películas que he hecho, tiene que ver con mi atracción por una historia que, de alguna manera, retrate un recorrido, un viaje, que es al mismo tiempo personal, pero que también refleje algo más amplio, más grande, que tiene que ver con el país en general. Mostrar ahora este periodo de la historia de Brasil era vital para comprender mejor un pasado traumático y evitar repetir los mismos errores.
¿Con esta película desde la familia Paiva está contando toda la dictadura?
Sí, sí, exactamente, a través de la familia llegas a contar lo político. De la misma forma, en Estación Central do Brasil, la búsqueda del niño para encontrar a su padre para mí siempre fue la búsqueda de seis personajes por un país. Y son historias de personajes que tienen que reinventarse, esas son las películas que yo intento hacer. La historia de los Paiva era el espejo del sueño roto de un país entero. A principios de los años 60, el país se estaba convirtiendo en un nuevo Brasil, inclusivo, con ideales de libertad y con el nacimiento de nuevo movimientos en la música, en el cine, en la arquitectura… La dictadura arrasó con todo eso.
Usted es un cineasta consagrado, conocido en todo el mundo, pero ¿cuesta mucho conseguir ahora en Brasil un presupuesto para montar una película como ésta?
Hasta ahora he hecho todas mis películas de forma independiente, son generalmente coproducciones. Los coproductores la hacen posible al abrazar el guion. Yo continúo defendiendo y acreditando esa forma analógica, esa diversidad de ser el cine. Creo que es la única cosa que garantiza una independencia real.


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