Este artículo se publicó hace 17 años.
La gran escapada de Sean Penn
La rabia me estimula”, confiesa Sean Penn. “No recomiendo a nadie montar en cólera, pero a mí siempre me ha ayudado”.
La furia empujó al más rebelde de los actores de Hollywood a llevar al cine la impresionante historia de Christopher McCandless, el estudiante estadounidense que renunció a toda comodidad material para descubrir la verdad en contacto con la naturaleza.
Con ese fin, viajó durante dos años por parajes silvestres, cruzándose con gentes de valores alternativos a la norma tradicional. Fue una cruzada poética, filosófica y trágica. Con 24 años, McCandless moría de inanición en Alaska, castigado por los rigores del mundo natural.
Penn hila la biografía del joven idealista en su impactante adaptación de Hacia rutas salvajes, el best seller de Jon Krakauer, publicado en 1998.
“Lo leí dos veces de un tirón y quise comprar millones de ejemplares para compartir la historia de Chris con medio mundo. Hasta que de pronto me di cuenta de que tenía otra vía de hacerlo”, recuerda con buen humor de un proyecto que le obsesiona desde hace una década.
“La búsqueda de lo genuino es el aspecto dominante en su aventura. La gente conecta a diferentes niveles personales con su ansia por descubrir un mundo auténtico. Es una idea seductora y atractiva eso de desaparecer en el espacio natural, de dejarse a merced de la implacable autenticidad del lugar”, defiende con marcado convencimiento.
Viento y calma
Penn ha viajado a Londres con Hacia rutas salvajes (estreno en España en el 2008), su cuarta realización y una de las joyas del Festival Internacional de Cine. Llega de California con el cutis curtido por largas horas subido a la tabla de windsurf, donde le sobrevienen “momentos de calma” que bloquean su constante torbellino interno. Arrastra, a sus 47 años, una leyenda negra de ser un tipo de maldito carácter, pero atiende con divertidos toques irónicos a un grupo de periodistas europeos, reunidos en un hotel del Soho.
Ni se impacienta ante la obvia pregunta de si alguna vez quiso dejarlo todo y lanzarse a la aventura. “Todos los días”, salta de inmediato. “Siempre lo he sentido y sigo sintiéndolo cada día. Hago escapadas a mi manera. Son versiones propias sin llegar a límites tan extremos. Me resulta tonificante. Y, literalmente, animaría a los jóvenes a hacerlo aunque, claro, evitando peligros temerarios. Vivir a tope y experimentar tu vida al completo es la adicción más sana posible. Es una experiencia que nunca se olvida”.
Renuncia y peregrinaje
Hacia rutas salvajes sigue los pasos de McCandless en su recorrido por Estados Unidos. Entrelazando distintas etapas del viaje, y con el joven actor Emile Hirsch de protagonista, Penn va descubriendo el espíritu e inquietudes de un chaval decepcionado por las mentiras familiares y descontento con la realidad socio-política de su entorno.
Con 22 años, se lanza a la aventura sin dar explicaciones a nadie y sin un dólar en el bolsillo. Tenía el futuro asegurado, vía Harvard, pero a todo renuncia en su búsqueda de la verdad. Dona a Oxfam los veinte mil y pico euros que le ha regalado su padre, un ingeniero de la NASA, y reniega hasta de su propio nombre.
En su peregrinaje existencial adopta una nueva identidad: Alexander Supertramp (literalmente supervagabundo o supercaminante).
Humanidad y temeridad
La película impacta por su realismo, humanidad y temeridad. Penn arriesga su pellejo, y el del resto del equipo, en localizaciones imposibles.
Desde los desafiantes rápidos del río Colorado a las aisladas montañas heladas de Alaska. Desde el peligroso centro urbano de Los Angeles a extensos campos de labranza de Dakota. A cada momento triunfa el ansia de libertad del protagonista, que conquista amistades genuinas en su peregrinaje por EEUU para ser finalmente derrotado por su propia ingenuidad.
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