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"Con nuestro silencio somos responsables de la barbarie de los niños soldados"

Kim Nguyen firma Rebelde (War Witch), retrato del horror de los niños soldados y al mismo tiempo historia de amor y de supervivencia

BEGOÑA PINA

Premios en Berlín, Tribeca, Sitges, Canadá...  y unas críticas apabullantes -'la película más impresionante del año', 'extraordinaria', 'profundamente conmovedora', 'imposible de olvidar', 'impactante y perturbadora'...- es el aval con el que aterriza en los cines españoles Rebelde (War Witch), retrato del horror de los niños soldado realizado con dureza, sin concesiones. No hay espacio en la película para manipulaciones emocionales, pero tampoco lo hay para secuencias de violencia explícita.

Protagonizada por Rachel Mwanza, una niña abandonada que vivía en las calles de Kinshasa y que, tras este trabajo, conquistó el Oso de Plata a la Mejor Actriz en el Festival de Berlín, la película cuenta la historia de Komona, una niña de doce años secuestrada por el ejército rebelde, obligada a combatir como niña soldado. Al mismo tiempo, Kim Nguyen narra la historia de amor de la chica con su amigo, ‘el Mago', un joven albino de quince años que quiere casarse con ella. Representante de Canadá en la carrera por el Oscar, Rebelde es un ejercicio de denuncia a una de las mayores barbaries de este mundo y un grito de esperanza a la cuota de resistencia que sobrevive en el corazón de todos los niños.

Su historia es una mezcla de odio y amor, está la violencia y la guerra y la historia de amor de los dos niños, ¿es posible el amor en un mundo así?

Absolutamente. El amor es una de las cosas más importantes que busca la gente en tiempos de guerra. Es una de las cosas más verdaderas acerca de la vida, lo he visto en los lugares más duros del mundo. En mi opinión, el amor es hoy mucho más difícil de conseguir en las sociedades cómodas, seguras, abrumadas por las posibilidades de elección y llenas de deseos consumistas creados artificialmente. Nuestro sistema económico de ‘usar y tirar' es mortal para las relaciones.

Todos nosotros tenemos parte de responsabilidad en esa salvajada

¿Lo más salvaje, lo peor del ser humano, es convertir en salvajes a los niños, quitarles su inocencia?

Quizás. Pero todos nosotros tenemos parte de responsabilidad en esa salvajada, somos parte de esa barbarie. Lo somos a través de nuestras inversiones basadas estrictamente en el beneficio, de nuestro silencio y de nuestra inacción, cuando ya hemos sido conscientes de lo que ocurre.

 En 90 minutos se ve la evolución de la niña a mujer, ¿la brutalidad impide a esos niños vivir la infancia? ¿Son adultos antes de tiempo?

Por lo que he visto, ellos son los seres humanos más complejos que hay sobre la faz de la Tierra. Ellos son niños y son adultos, víctimas y criminales, desean amor y desean un poder brutal. Son miedosos, temen, y son valientes, audaces.


¿Por qué una niña y no un niño?

La mayoría de las imágenes de niños soldados muestran a niños y el hecho es que aproximadamente la mitad, el 50 por 100, son niñas. Sentí que teníamos que acabar con las ilusiones y dar voz a una de las personas vivas más heroicas que haya conocido la historia: una niña soldado que tiene la capacidad de resistencia necesaria para sobrevivir.

La niña, Rachel Mwanza, ganó el premio a Mejor Actriz en Berlín y Tribeca, era una niña de la calle, ¿dónde la encontró? y ¿qué es de ella ahora?

Nuestro casting se hizo en sesiones abiertas. Nuestros colegas congoleños fueron por todo  Kinshasa buscando nuevos talentos. Algunos niños que vivían en la calle mostraron inmediatamente tener una autenticidad que estaba más allá de cualquier prueba. Ellos tenían un aura especial, que no tenían niños más afortunados, que vivían en sus casas con sus familias. Era como si no tuvieran miedo a ser totalmente ellos en cada momento, sin limitaciones y como si su permanente estar atentos, vigilantes, diera vida a sus silencios. Y Rachel Mwanza era la mejor en esta estirpe poco común de actores. Ella vivía dentro y fuera de las calles, había participado en un documental belga antes de que nosotros descubriéramos su talento. Rachel es ahora parte de un programa de reinserción de cuatro años, en Kinshasa, y vive con un tutor. Está aprendiendo a leer y escribir y dentro de pocos años cumplirá 18. Ha realizado avances increíbles en el último año, aunque se enfrenta aún a desafíos inmensos, pero Rachel es una de las personas más fuertes que podrías encontrar en tu vida.

En la película huye de lo lacrimógeno, no manipula emocionalmente, y también huye de las carnicerías, ¿la realidad era demasiado dura o es que es mejor dejar espacio a la imaginación?

Dejar a la imaginación es siempre mejor en el cine. Hacer comprender al espectador a qué nivel de violencia puede llegarse, pero mostrando lo menos posible era la apuesta.

Lo que más me preocupó fue la mirada fija de esos niños que habían sido soldados, es una mirada rota

¿Lo que dice finalmente su película es que existe un espacio de resistencia a todo esto en el corazón de los niños?

Absolutamente. Y esa resistencia está en todas partes en el Congo. Nosotros tenemos que darles las herramientas para que esa sociedad encuentre su propia fe y su propio camino.

En la investigación habló con niños ex soldados en Burundi, ¿qué le sorprendió más? Y ¿qué le revolvió más?

Lo que más me sorprendió fueron las actitudes verdaderamente infantiles de todos, a pesar del horror. Lo que más me preocupó fue la mirada fija de esos niños que habían sido soldados, es una mirada rota.

¿Por qué decidió rodar en Kinshasa, República Democrática del Congo? Otros sitios, por ejemplo, Kenia, hubieran sido más cómodos

Kinshasa tenía la idiosincrasia que necesitaba la película. Estuvimos en lugares increíblemente extraños, rarísimos, como una ‘ciudad prohibida' abandonada, construida por Mobutu en los años ochenta para los dignatarios europeos. La levantó con la ayuda de cerca de 200 arquitectos chinos a los que trajo y dejó en medio de la selva.

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