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El pequeño cine épico de Lenny Abrahamson

Se estrena 'Garage', una ocasión para conocer la nueva ola de cine irlandés

SARA BRITO

Josie (Patt Shortt) se levanta temprano, abre la gasolinera destartalada en la que trabaja y espera, sentado en el porche, a que pare alguno de los pocos clientes que se acercan todavía por allí. Por las tardes, suele tomar unas cervezas en la parte de atrás del garage. Pasa mucho tiempo solo, y, a veces, habla con un caballo que se encuentra de camino al pueblo. Josie cojea mientras pasea por los amplios paisajes de una Irlanda rural en transformación y, en esos momentos, parece un Chaplin que vagabundea, simple y digno. Josie es tonto, pero feliz.

Ése es el punto de partida de Garage, la segunda película del irlandés Lenny Abrahamson, que vuelve a abordar a un personaje marginal tras su sorprendente debut Adam & Paul (2004), una suerte de Ulises, de James Joyce, versión yonqui.

Toma a una persona que es a priori insignificante y al final será de enorme importancia, dice el director. Con un conmovedor minimalismo, y con un ritmo lento, repetitivo y, a veces, monótono, Abrahamson construye sus historias de personajes que no cuadran, que no acaban de pertenecer al mundo que les rodea, pero que, aún así, y obstinadamente, intentan comunicarse, conquistar un cachito de felicidad. Lo suyo es una épica sin grandes hazañas. Y una tragedia cruda, con humor, pero sin sentimentalismo.

Abrahamson, de 42 años, es un desconocido en España, aunque sea uno de los más interesantes realizadores de la nueva ola del cine irlandés. Estuvo en el festival de Las Palmas y desde allí habló a Público sobre su segundo filme, Garage, que se estrena este jueves, después de severos retrasos.

Lo que hacemos Mark OHallaran el guionista con el que trabaja y yo es tragedia slapstick (estilo basado en gags físicos, de caídas y tropiezos). Algo entre Chaplin y Buster Keaton, explica.

Para bordarlo ya está Pat Shortt, uno de los comediantes más célebres de Irlanda, y verdadera razón de ser de Garage. Pat es capaz de dejarte echar un vistazo a la vida interior más profunda de Josie. Se mueve suavemente entre la farsa y una interpretación muy oscura y realista, dice.

Mucho tiene la película del pathos irlandés, de un cierto olor a tragedia inevitable y aceptada sin aspavientos. Garage tiene mucho de Becket, de Esperando a Godot. Es imposible no tener en cuenta esta tradición, admite.

El cine de Abrahamson y de OHallaran corre el riesgo de, como Josie, el personaje de tonto del pueblo que retrata la película, ser ninguneado. Tal vez haya que hacer como el cineasta con su cámara: ir al detalle, a lo pequeño, en medio de una taquilla atragantada de blockbusters.

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