El cineasta Paul Urkijo enmienda en 'Irati' el 'Cantar de Roldán' mil años después y destruye las divinidades masculinas
El joven director recupera las leyendas de la mitología vasca en esta película de amor y aventuras, desde la que hace una defensa de la naturaleza, denuncia la violencia religiosa y reivindica el matriarcado.
Madrid-
Algunos soldados cerca del desfiladero de Roncesvalles pensaron que la "extraña tormenta, una tempestad cargada de truenos y de viento, de lluvia y granizo (…)" que cayó sobre ellos era el fin del mundo. "Pero ellos nada saben, no son ciertas sus palabras: es un inmenso duelo por la muerte de Roldán". Mil años después, el joven cineasta Paul Urkijo corrige al autor de Cantar de Roldán, la obra más antigua que se conserva de la literatura francesa, y explica que aquel temporal nació de la mano de la legendaria Diosa Mari, la diosa madre.
Lo hace en su película Irati, cine español liberado de complejos. Aventuras y género fantástico en los montes de Euskadi, donde renacen para la ficción muchas de las criaturas de las antiguas leyendas de la mitología vasca. Premio del Público en la 33 Semana de Cine Fantástico y de Terror y en el Festival de Sitges, donde también ganó mejor efectos especiales, la película se adentra en las sombras de la Edad Media, siglo VIII, jugando con la magia, la Historia y la fábula.
En la primera campaña para arrebatar la Península Ibérica a los musulmanes, Carlomagno sufrió una histórica derrota, en la batalla de Roncesvalles. La retaguardia de su Ejército, alrededor de 20.000 soldados liderados por el comandante Roldán murieron a manos a guerreros de tribus de la zona. Al fracaso de aquellas tropas convertido en legendaria gesta, Paul Urkijo contesta con este trabajo, "la película de aventuras histórico fantástico medieval que toda la vida he querido contar".
Inspirada en la novela gráfica El ciclo de Irati, de J. L. Landa y J. Muñoz, la película arranca con aquella derrota de los francos, propiciada por el pacto que ha hecho el señor del valle con la diosa Mari. A cambio, entrega su vida y hace prometer a su hijo Eneko que protegerá a su pueblo. Años después, el niño ya es un hombre y ayudado por una lamia –sirena con pies de ave- de nombre Irati se adentrará en el bosque para recuperar el cuerpo de su padre y defender el valle.
Una película valiente
Todo encaja en esta película, segundo largometraje de su director, que tiñe el relato de defensa medioambiental, de denuncia contra la violencia religiosa, de reivindicación del matriarcado y de custodia del euskera. Una historia que gira alrededor de las tradiciones paganas y sus deidades vinculadas a la naturaleza, presentada como una súper producción sin serlo, con unos efectos visuales fantásticos y toda la emoción de una historia de aventuras y amor. Decididamente valiente, Urkijo ha apostado por recorrer un camino difícil y apenas transitado en el cine español y triunfa.
La música de Maite Arroitajauregi y Aránzazu Calleja es una gran baza de esta película, en la que el cineasta ha acertado de pleno con decisiones como la de rodar con luz natural los hermosos bosques o iluminarlos con hogueras de fuego auténtico. Con ello, el trabajo de los intérpretes –los protagonistas son Eneko Sagardoy, Edurne Azkarate e Itziar Ituño- y el genuino entusiasmo de Urkijo por la mitología vasca, Irati consigue conmover y entretener con inteligencia y mucho arte.
La diosa madre
Entre el avance del cristianismo y la alianza de los pueblos del norte con los musulmanes, Irati recoloca los cuentos paganos que se han perpetuado en la tradición oral del euskera y que a él le llegaron de sus padres y sus abuelos. Mientras hombres armados con lanzas luchan por ocupar un territorio, en esta ficción, ese territorio está vivo y sus habitantes sienten la angustia del bosque, de los árboles que sangran y lo ríos que llevan las lágrimas de las lamiak.
"Nuestros antepasados –explica el director- convivían con estas creencias mitológicas y las usaban para responder a las preguntas existenciales. Todo fenómeno o elemento de su entorno era sagrado y todo tenía nombre. De ahí la frase que todo vasco conoce: Izena duen guztia, bada ("todo lo que tiene nombre existe)". Y en Irati existen las lamiak, la diosa Mari rodeada de fuego, los gigantes Jentiles y Sugaar, un hombre-serpiente que vive en las profundidades y en las cuevas.
Y con ellos, la película viaja al pasado para hacer preguntas sobre la identidad, los orígenes y para recolocar ciertas cosas en su sitio justo. "Tierra y creación entera se componían de la misma sustancia que la diosa madre: mito originario de todas las culturas del mundo, que se fue desplazando por la divinidad masculina, desacralizando la naturaleza o la visión de la vida como una unidad completa", escribe Paul Urkijo en las notas de dirección, donde desvela su propósito de "rendir homenaje a esta creencia, manteniendo viva la fascinación y el respeto que se merece la madre de todas las creencias del mundo".
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