Este artículo se publicó hace 16 años.
Cómic con recorrido
Una exposición agrupa la trayectoria de seis grandes autores en torno al viaje
Desde hacía 20 años no veíamos una exposición colectiva de cómic de esta calidad en España. Y cuando alguien tan templado como Max, primer Premio Nacional de Cómic de España, se expresa en términos tan absolutos, alguna razón debe tener. Es cierto que la exposición que arranca en La Casa Encendida de Madrid es algo insólito en cuanto al tratamiento e hilo narrativo: Jorge Díaz, el comisario y gurú que está abriendo la puerta de las grandes instituciones a este arte, ha planteado una división por viajes para visitar la trayectoria creativa de seis de los grandes autores de cómic de este país. Ahí están Miguelantxo Prado, Micharmut, Gallardo, Keko, Mauro Entrialgo y el mencionado Max.
Viaje con nosotros es el acertado título de la muestra, que gracias a la participación de la SEACEX ya tiene garantizada la visita a ocho países latinoamericanos y dos en Europa. Seis dibujantes que se apropiaron hace años de un lenguaje popular y de consumo para volverlo del revés, hacerlo suyo y convertirlo en un objeto de lujo (para masas). Los seis no pertenecen a un estilo generacional (como podría ser el underground); su vinculación viene dada por el espíritu generacional. “Todos ellos rompieron en los años ochenta con lo que entendíamos por tebeo.
Después de 25 años siguen estando presentes en la creación, no son viejas glorias”, aclara el comisario para hacer ver que la exposición propone una panorámica sin victimismo. “Esto es un paso más en la normalización del cómic”, explica.
Se muestra cauto al enfatizar y lanzar titulares que hablen de revolución.
No quiere alabar que la novela gráfica ya esté en todos los grandes centros comerciales y que el cómic haya dejado de ser clasificado como propio del hormigueo juvenil.
La libertad no se vendeLo importante es que están aquí, en el corazón cultural de la ciudad, en una sala un tanto estrecha, mostrando la falta de ortodoxia de seis autores que construyeron su discurso sin la necesidad de contentar a 100.000 lectores. “Nos ha salvado no tener grandes ventas. Es jodido decirlo”, más claro, agua. Miguelanxo Prado apunta que la parte buena de ser uno de los colectivos más olvidados de la creación española es que han tenido mucha más libertad y menos condicionantes. “Y eso se ve en la exposición”, remata con toda razón. Los viajes, desde la muerte al amor, pasando por la psicodelia, y enseñan las tripas creativas de todos ellos sin recelo. Aquí uno de los grandes aciertos del diseño expositivo: la cercanía a la que obligan esas maletas, que agrupan todos los originales recogidos por Jorge Díaz. Nada cuelga de la pared, uno se acerca tanto que les huele las costuras. Hay un Max de los ochenta que apesta a LSD. Precisamente: “Lo que necesitamos los dibujantes son ayudas a la creación. Lo que hay que fomentar es la obra futura. Lo que ya está hecho, para las exposiciones”, dice Max volviendo a la carga cuando se le pregunta si esta exposición ayudará a cambiar algo en la valoración social del cómic.
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