Este artículo se publicó hace 17 años.
La crudeza puede con la magia
Los escritores colombianos convierten sus obras en un reflejo de la violencia política y de la degradación social
"Cuando a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundió el olor del amor con el de la muerte". Ésta es una de las frases-bala entresacada de la novela Rosario Tijeras, del colombiano Jorge Franco. Una historia paradigmática de los temas que ocupan la literatura colombiana más actual.
Se acabó el realismo mágico del abuelo Gabo. Ahora lo que se impone es la violencia y el realismo más crudo. La degradación en su estado más cristalino. ¿Nombres? Los hay notables: desde el propio Jorge Franco a Mario Mendoza pasando por Santiago Gamboa, y, sobre todo, el gran impulsor, Fernando Vallejo y su Virgen de los sicarios.
Pero ¿cuál es la causa de este tono violento en las letras de Colombia? Para Mario Mendoza, que acaba de publicar en España Los hombres invisibles, y que en su haber cuenta con historias de matanzas y bajos fondos como Satanás o El viaje del loco Tafur, es evidente que la violencia política sigue siendo el gran tema colombiano: "Es verdad que se ha detenido a grupos paramilitares, pero han vuelto a rearmarse otros. Además, los informes de la ONU dicen que América Latina no es el continente más pobre, que es África, pero sí el más injusto. Todo eso, de alguna manera, se filtra a la literatura".
Y se le sacan cientos de argumentos. Las FARC, los paramilitares, los eternos secuestros. Todos ellos son una fuente inagotable de recursos para los escritores.
Sociedad degradada
Sin embargo, hay algo más que la realidad política del país para la concepción de las historias. ¿Por qué los hechos ya no se cuentan desde ese punto de vista ‘mágico' que hizo tan internacionales a los escritores del boom? ¿Por qué hay una mirada hacia lo sucio y degradado? "Porque nuestra sociedad es sucia y degradada. La matanza de estudiantes que yo conté en Satanás ha sucedido hace bien poco en la Universidad Virginia Tech, de EE UU (país donde también ocurrió la tragedia de Columbine). La sociedad está perdida", explica Mario Mendoza.
A esto se le denomina escribir sobre el síndrome del amok. Este concepto ha sido definido por los psiquiatras como la súbita y espontánea eclosión de rabia salvaje que hace que la persona afectada corra locamente armada con un cuchillo y ataque, hiera o mate a quien se encuentre en su camino.
Hacia la depresión
Para Mario Mendoza, es "un síntoma de lo que nos ocurre y que por eso traslado a mis libros. A todos nosotros, nacidos en los 60 y 70, nos dijeron que el futuro sería más democrático, que habría más igualdad. Pero nos hemos dado cuenta de que no es así. Por eso, cada vez hay más casos de depresión, de ansiedad, cada vez estamos más aislados, y a la vez más enganchados a los móviles, a Internet. Algo nos está pasando y no creo que sea nada bueno".
Este escritor, nacido en Bogotá, admite que nunca hubiera conocido la miseria si no hubiera abandonado la carrera de Medicina. "Mi familia me dio de lado cuando decidí estudiar Filosofía y Letras. Ahí conocí cómo es realmente Bogotá, una ciudad dividida en el eje norte-sur. Hasta tal punto que la gente del norte no tiene novio en el sur y viceversa. Somos una sociedad clasista, racista y muy excluyente". Y decidió plasmarla en sus libros.
Pero ¿cuándo se gestó el germen que desembocaría en este alud de literatura hiperrealista? "Cuando llegó César Gaviria al poder, a comienzos de los 90. Abrió los mercados, nos convertimos en una sociedad light, y ya nos creímos que estábamos en el primer mundo. Y nos olvidamos de los niños pobres del Chocó. Algunos sí elegimos contar esa parte. No es pornomiseria, pero sí una reflexión sobre lo que hay", finaliza Mendoza.
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