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"Los cubanos esperan
un auge económico pero también tienen miedo del 'modelo USA'"

El cineasta Laurent Cantet da la voz a los cubanos en 'Regreso a Ítaca', una película escrita junto a Leonardo Padura, en la que los personajes reflexionan sobre sus sueños, desilusiones y cicatrices que les ha dejado la historia reciente de la revolución

Laurent Cantet (arriba), junto a los actores de 'Regreso a Ítaca'. Xavier Torres Bacchetta

BEGOÑA PIÑA

MADRID.- Es seguro que los protagonistas de la nueva película de Laurent Cantet, Regreso a Ítaca, jamás hubieran imaginado en su juventud que un día verían cómo el presidente de Cuba daba un vigoroso apretón de manos a su homólogo estadounidense. Símbolo de la paz, para unos, ese gesto es para muchos cubanos “la reparación de un error histórico”. Y para el director francés es el momento absolutamente perfecto para que hablen sus personajes.

Con un guion firmado junto al escritor Leonardo Padura, el filme del cineasta francés da la palabra a los cubanos, concretamente a una generación, mujeres y hombres en torno a los cincuenta años, que creció con la Revolución, en un nuevo contexto político y social, y que en los noventa vio cómo se desvanecían sus sueños colectivos y personales, esperanzas desgastadas por el esfuerzo que exigía la batalla diaria, cruel, por la supervivencia. “El sentimiento que domina hoy es el cansancio, más que la ira, más que la desilusión”. (Consigue aquí entradas para la película)


Amadeo vuelve a La Habana después de 16 años en el exilio en España. Es el motivo del reencuentro de cinco amigos de juventud, reunidos en una cena en una azotea de la ciudad. En este único espacio, los personajes reflexionan en voz alta sobre sus frustraciones y esperanzas, sobre sus sueños, el miedo… y las cicatrices que ha dejado la historia reciente de la isla en ellos. Jorge Perugorría, Isabel Santos, Fernando Hechavarría, Néstor Jiménez y Pedro Julio Díaz Ferrán son los intérpretes.

¿Ha hablado con sus amigos cubanos sobre este encuentro entre Castro y Obama?
Sí, con algunos amigos. Ellos piensan que esto es la reparación de un error histórico. Muchos esperaban el momento con impaciencia, aunque no están eufóricos, porque son muy conscientes de lo que puede pasarles. Creo que saben que económicamente van a mejorar las cosas, y lo necesitan de verdad. Esperan que llegue el turismo de EEUU, que mejoren los intercambios en Internet… un auge económico pequeño. Pero también tienen miedo del 'modelo USA'. De hecho, están de acuerdo con Raúl Castro en que hay que controlarlo.

¿Cuál sería el modelo mejor para ellos?
Un modelo quizás estilo China, con liberalismo económico, pero con control sobre los asuntos sociales.

Con todo esto, su película llega a los cines en un muy buen momento…
También fue un buen momento para rodarla. Cuando las cosas cambian de este modo, es bueno mantener la vista en el pasado en este tipo de pasado. Deberíamos tener la posibilidad de escoger lo que uno quiere mantener. Hasta hace muy poco, una reflexión sobre el pasado de esta revolución no era posible en Cuba. Hoy sí lo es, incluso con un sentido crítico.

Alguna vez dijo que Regreso a Ítaca era, también, una película sobre la ira, ¿ese es hoy el sentimiento mayoritario de los cubanos?
He conocido a cubanos que iban más allá de la ira, incluso. Estaban más deprimidos que llenos de ira. Pero eso no corresponde a lo que soy yo. Por eso, quería cierta dureza en la película, sí, una ira interna, no exteriorizada. Me gusta mucho la gente que resiste. Creo que el sentimiento que domina es el de cansancio, más que la ira, más que la desilusión. Uno aprende a vivir con la desilusión, pero la gente necesita vivir un poco mejor económicamente a cómo viven ellos.

Esa lucha diaria por la supervivencia ¿ha terminado con la conciencia política del pueblo cubano?
Durante el ‘periodo especial’ así fue. Las prioridades básicas eran qué iban a comer, qué educación iban a dar a sus hijos… Eso borró la ideología. Pero hoy, hay otra vez gente que se implica, que piensa, se reúne… Lo malo es que no tienen demasiado espacio para existir.

La conciencia política ¿no se difumina también en Europa entre los jóvenes?
Eso tiene que ver con lo que trabajo para mi próxima película. La haré en Francia y será sobre la impotencia política de los jóvenes franceses, de los europeos. Se encuentran con la tentación automática de mirar hacia los extremismos de cualquier bando. Desgraciadamente en Francia el extremismo es de extrema derecha.

Volviendo a Regreso a Ítaca, en ella usted ha dejado hablar a los cubanos, pero no deja de ser la mirada de un europeo, ¿eso en qué convierte a la película?
Quise dar la palabra a los cubanos, a Padura, porque él me ayudó a entender Cuba a través de sus libros. Hemos trabajado juntos. Mi papel ha estado más dirigido a la construcción de la película. Los diálogos y contenidos son más suyos, yo solo tenía ganas de restituir ese pensamiento. Quería escuchar a Padura y a los actores y a todos los cubanos.

Su desilusión y su sentimiento de pertenencia a un colectivo… también son de otros fuera de Cuba, tal vez suyos, ¿no?
Sí, y por eso me sentí autorizado a hacer esta película. Sus desilusiones yo puedo compartirlas. Me parecía importante como extranjero mirar esa especie de mitología revolucionaria. Y como izquierdista europeo he podido mirar con cierta envidia. Con la película quería crear historias humanas en las que pudiera reconocerme y también quería intentar pasar por las diferentes fases de la revolución cubana en una hora y media.

Respecto al sentimiento de colectivo, ¿cree que eso se perdió con esa generación?
De algún modo, por eso aparece el hijo de uno de los personajes. Son chicos que no conocieron las esperanzas de sus padres, que tienen la impresión de haber heredado un sistema que no les pertenece y algunos solo tienen la idea de marcharse. Gracias a cómo funciona Cuba, tienen una fantástica educación, pero saben que dentro de la isla no van a poder florecer profesionalmente.

Y esa “fantástica educación” y la cultural como idea de Estado ¿no son dos de las cosas en peligro ahora en Cuba?
Buenos, son dos de las cosas que los cubanos querrían seguir controlando, pero, sí, son muy conscientes de que están en peligro. Que un profesor gane 25 dólares al mes no atrae a los jóvenes para que quieran ser profesores. Aunque el discurso sigue allí, ya no es como antes, en que la Educación era una absoluta prioridad. Bueno, no solo la Educación, la Cultura también… Hay pocos países, por ejemplo, en que la cinefilia esté tan desarrollada…

Entonces, ¿es uno de los últimos reductos?
Quiero creer que va a quedar algo potente de toda esta experiencia. Creo, por ejemplo, que ese sentimiento de colectivo del que hablas y que creó la revolución no va a borrarse. Es ya una forma de vida en Cuba.

En su película, la ideología afecta a los vínculos entre los personajes…
Es un tema en todas mis películas, la forma en la que lo social y lo político modelan nuestra intimidad, lo que realmente somos. En Cuba es más fuerte porque el país vivió una historia colectiva muy potente. Para mí era muy importante mostrar al público ese colectivismo.

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