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Del jaleo urbano a las miserias del pueblo

La nueva narrativa portuguesa reniega de la novela popular en los noventa

PAULA CORROTO

Matar al padre. Y, sobre todo, al hermano mayor. Los nuevos escritores portugueses, aquellos nacidos a finales de los sesenta y durante toda la década de los setenta, quieren dejar atrás los viejos pilares que han sujetado la literatura de su país a lo largo del siglo XX.

Ya no más saudade, ni lirismo, ni manierismo. Adiós a ese ramalazo poético tan presente en Portugal desde la introducción de las cantigas galaicoportuguesas allá por el siglo XII. Adiós también al dolor de conciencia producido por la Guerra de Angola (1961-1975). Adiós al relato politizado que creó la dictadura de Salazar. E incluso un hasta nunca a la novela urbanita popularizada en los noventa. Un hasta luego a Saramago, a Lobo Antunes, y un adiós definitivo a la generación anterior.

¿Y qué viene? Según la narrativa publicada en España recientemente -lo cual comienza a ser habitual-, los escritores más jóvenes han decidido regresar al campo. Conocer el interior de su país para saber qué pasa en ese mundo rural tan alejado de epicentros ahora tan turísticos como Lisboa, Oporto o la zona del Algarve. Para conocer sus tradiciones.También quieren saber cuál es su país y cuál es su posición dentro la Unión Europea. Buscan dar a conocer un país que se moderniza, que es contemporáneo, que ya no vive en el pasado, pero que a la vez tampoco pierde su esencia. De ahí que en otro terreno como es la música haya vuelto el fado, tan depauperado en los noventa. Eso sí, esta vez, envuelto en ritmos electrónicos. Un ejemplo, el grupo A Naifa, que pasó hace un mes por Madrid.

Costumbres rurales
Precisamente, el letrista de este grupo es José Luis Peixoto, reconocido por la crítica como uno de los jóvenes valores portugueses. Acaba de publicar en El Aleph, Cementerio de pianos, cuyo argumento, tal y como él explica, redunda en las nuevas líneas de la narrativa de Portugal: 'Hablo de un Portugal muy íntimo, ya que es una historia familiar centrada en la familia del padre. Está ambientada en un pueblo, porque yo mismo nací en un pueblo muy cercano a Extremadura'.

En la misma cuerda se sitúa Possidonio Cachapa, escritor, guionista y director de cine, que ahora tiene en las librerías españolas el libro de relatos, Agárrate a mi pecho en llamas (Xórdica). Un libro duro. De aquéllos cuya primera lectura rasga las entrañas. Las acciones también transcurren en una zona rural donde hay homosexuales que son insultados y agredidos, y mujeres que son golpeadas. Y todo con naturalidad.

'Tenía la necesidad de hablar de la crueldad con la que se trata en mi país todo lo que es diferente. En los pueblos hay cosas que no cambian. La violencia contra las mujeres y los homosexuales
sigue normalizada. Y a los niños se les enseña que deben maltratar al diferente', aclara Cachapa.

Una vez más, el mundo rural. 'Mi familia procede del campo, y eran ellos los que me hablaban del viento, de la lluvia... La ciudad no es superficial per se, pero el ruido constante de lo que decimos o hacemos impide a muchos reflejar su condición de mortales', reflexiona el escritor.

Un nuevo país
La guerra de Angola marcó a muchos ciudadanos portugueses. Antonio Lobo Antunes lo ha reflejado bien en sus escritos. Ahora es diferente porque hay escritores nacidos en la propia Luanda. Como Gonçalo M. Tavares, que ha publicado en España El señor Valery, El señor Henri y Biblioteca, entre otros. Él mismo afirma estar más influenciado por Kafka o Walser que por los portugueses. La frase concisa, certera, antes que lo engolado. Y se vuelca en la novela negra parahablar del mal.

Estos tres escritores -Peixoto, Cachapa, Tavares- más los que vienen como Antonio Cándido Franco o Fernando Pinto de Amaral, que serán publicados por Editorial Regional de Extremadura (es una pequeña editorial que ha introducido a buena parte de los escritores portugueses actuales como Peixoto), pueden comenzar a afianzar la literatura portuguesa en nuestro país. Conoceremos así una apuesta literaria que, sin renegar del todo de la labor de los clásicos, nos ofrece un Portugal renovado.

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