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Demme fascina con su vuelta a la ficción

El ‘anime’ existencialista de Oshii completa la mejor jornada de la competición

SARA BRITO

Este miércoles pasó lo nunca visto en esta edición de la Mostra. Las dos películas que competían por el León de Oro gustaron mucho. Lejos de enrevesados ejercicios cinematográficos, los filmes de Jonathan Demme y Mamoru Oshii trajeron emoción y calidad y constataron dos cosas: lo bien que le han sentado a Jonathan Demme los documentales y la habilidad de Mamoru Oshii para crear atmósferas y construir metáforas sobre el mundo contemporáneo.

El regreso de Demme a la ficción con Rachel getting married, el retrato de una familia y sus conflictos con boda al fondo, está profundamente marcado por su experiencia como documentalista, un género que ya había transitado en los años ochenta pero que lo mantiene felizmente secuestrado desde hace unos años. 'Pensé que el modo más emocionante de contar la historia era que pareciera una película casera', dijo ayer en rueda de prensa. Y Demme acertó.

La película es cercana, intensa, verdadera. El director de El silencio de los corderos no escatimó recursos para hacer que el rodaje fuera lo más parecido a una reunión de amigos (multiétnicos y progres, eso sí) donde reinara la improvisación: las escenas raramente se preparaban, la mayoría de extras son amigos de Demme, entre ellos Roger Corman, y la música fue grabada en directo por músicos afines. 'Siempre quise hacer una película donde la música sucediera en el momento', aseguró el autor de varios documentales sobre Neil Young.

Con guión de Jenny Lumet, candidata a convertirse en la nueva cronista de la familia disfuncional americana, la cinta sigue a Kym (Anne Hathaway), una joven atormentada y en plena desintoxicación, que regresa a la casa familiar para asistir a la boda de su hermana, Rachel (Rosemarie Dewitt). Aunque el punto de partida es parecido al de Margot y la boda, la película de Demme no es tan fría y cerebral: Rachel getting married es un retrato realista y cercano sobre una familia que, a pesar de los pesares, lucha por permanecer unida.

La película recuerda a Celebración, de Thomas Vinterberg, uno de los hitos del movimiento dogma. De hecho, Demme reconoció ayer haber visto 'muchas películas danesas antes de rodar'. Además del regreso de Debra Winger a la primera división, el filme destaca por la actuación de Hathaway, favorita al premio a la mejor actriz.

Por su parte, Mamoru Oshii lo ha vuelto a hacer: nos ha dejado boquiabiertos. Sky Crawlers (algo asÍ como Los surcadores del cielo) te mantiene bien envuelto en una atmósfera particularmente densa: la cadencia de los planos, el uso de un ritmo melancólico y pausado, una banda sonora, a cargo de Kenji Kawai, envolvente y repetitiva que acentúa la rutina endemoniada de unos personajes, los Kildren, que no crecen, y tampoco mueren.

El autor de Ghost in the Shell retrata, con estética retro de los años cincuenta, un mundo donde la guerra se ha convertido en un espectáculo a cargo de unos pilotos adolescentes hastiados de la vida. El dibujo es asombroso. Una pena que Oshii se pase con la filosofía y el subrayado.

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