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La depresión como experiencia literaria: escribir al borde del abismo

La enfermedad mental se cuela en la literatura. La palabra como bálsamo cuando lo que duele es estar vivo.

Paciente psiquiátrica
Una mujer mira por la ventana de su apartamento en Bourges, centro de Francia, el 24 de abril de 2005. Fred Dufour / AFP

Hay veces que la tristeza lo hace saltar todo por los aires. Días, meses, incluso años en los que la zozobra cala hasta los huesos. Un viaje íntimo y salvaje hacia el centro mismo de la pena que, en ocasiones, encuentra su reflejo en el arte. La reciente tematización de la salud mental en libros de memorias y novelas evidencia hasta qué punto, como dijo Franco Battiato, se quiere otra vida.

La escritora Almudena Sánchez (Andratx, Mallorca, 1985) estuvo ahí. Transitó durante buena parte de 2017 ese dolor que no remite y tampoco deja huella. Regresó con Farmaco (Literatura Random House, 2021) bajo el brazo, testimonio de una travesía hecha de pastillas, sueños, recuerdos de infancia y deseos. También de literatura, de historias que le salvaron y de libros que le permitieron mirarse bien por dentro, entenderse de nuevo. 

"Es una enfermedad muy abstracta, tiene ese halo fantasmagórico e inspira una especie de silencio cuando hablas sobre el tema, y eso es porque es difícil de comprender e interpretar. Cuando me diagnosticaron depresión necesitaba indagar en los motivos que me hacía padecer esta enfermedad, de esa búsqueda nace este libro", explica Almudena a Público.

Siglos de incomprensión han perpetuado un tabú que llega hasta nuestros días. No en vano y pese a la creciente tematización, lo cierto es que enfermedades mentales como la depresión o la esquizofrenia se han silenciado largo tiempo bajo ese manto hecho de misterio y mutismo. Zonas de sombra que no han hecho más que estigmatizar a los sufrientes.

"Incluso cuando se aborda desde la política –apostilla la escritora– somos incapaces de mantener una discusión seria y profunda al respecto, da la impresión de que la ciencia ha avanzado mucho en comparación con otros ámbitos, seguimos siendo incapaces de tratar este asunto desde las emociones, seguimos instalados en el no hay que llorar, en tapar la tristeza, en hacerla desaparecer, en verla como un castigo".

Enfermedad mental
Una mujer, aquejada de una enfermedad mental, sentada en la habitación de un apartamento en Bourges, centro de Francia. Fred Dufour / AFP

"Dejas de dialogar con la vida"

Cuenta Almudena que durante su calvario la idea de la muerte le atrapó de tal forma que no podía dejar de pensar en ella. Una obsesión que le fue apartando de la vida y de la gente que le rodeaba. Un viaje hacia dentro. Fue así como empezó a flirtear con la idea del suicidio, tema que dudó si incluir en el libro pero que finalmente por una cuestión de "honestidad"

"Llegado un momento dejas de dialogar con la vida y te centras en la muerte, estás sentada en el sofá y no piensas ni en las vacaciones, ni en el mar, ni en las personas queridas, piensas exclusivamente en cómo podrías desaparecer, coges un cuchillo y no piensas en preparar la comida, sino en clavártelo, tu cerebro te da constantemente la orden de quitarte de en medio".

Afortunadamente para todos no lo hizo. Fármaco fue en parte bálsamo, en parte búsqueda y en parte salvación. Un libro que pone sobre la mesa un tabú que no debería serlo y que nos habla de la literatura como testimonio de un viaje al centro mismo del dolor. 

Historias de un vacío

Si es cierto que las historias nos salvan, el escritor José Ignacio Carnero (Bilbao, 1986) encontró su particular asidero escribiendo Hombres que caminan solos. Un libro que es también el relato de una depresión, de un vacío repentino en la vida de un hombre que bajo la mirada del autor se convierte en un trasfondo luminoso para hablar de lo importante, de todo aquello que se siente y no se dice.

Carnero se sumerge desde la autoficción en un viaje al fondo de una enfermedad que aún se nombra en voz baja. Nos habla de la madre fallecida que nunca se ha ido y del padre que siempre está ahí, de lo frágil de la masculinidad, de sus trampas y sus máscaras. Una aproximación necesaria para entender en tiempo real qué sucede cuando se escucha el chasquido, ese leve crujido en nuestro interior que desencadena la mayor de las tristezas.

Enfermedad mental
Un paciente mira a través de una ventana en el hospital psiquiátrico Saint Jean de Dieu de Lyon. Philippe Ksiazek / AFP

"Se está muriendo de tristeza"

"¿Le puedo hablar con franqueza? Tengo la impresión de que, sencillamente, se está muriendo de tristeza". En estas líneas, extraídas de Serotonina (Anagrama, 2019), última novela del escritor francés Michel Houellebecq, el psiquiatra del protagonista del libro expone a su paciente, con toda la crudeza de la que es capaz, que algo no va bien en su interior.

La frase, y en cierto modo la trama del libro, serían la avanzadilla de una serie de preocupaciones que, dos años después, parecen estar en boca de todos. La sacudida pandémica ha dejado exhaustas nuestras psiques, y narrar lo que nos duele se antoja un ejercicio útil para sobrellevar los demonios interiores. También para llenar el vacío de lo cotidiano, la sensación de no llegar y de correr constantemente.

Por Yoga, último libro del también francés Emmanuel Carrère, se filtran algunos de esos males contemporáneos. En la parte central del libro narra, de hecho, un periodo de profunda crisis personal. Así lo explicaba en una reciente entrevista en EFE: "Las cosas no siempre suceden como uno quisiera, una especie de crisis provoca la destrucción de una fortaleza que me precipita hacia esa depresión tan profunda que explico en el libro. Tenía la impresión de ir sobre raíles, pero descarrilé".

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