Este artículo se publicó hace 13 años.
"Los desaparecidos están enterrados bajo el suelo que pisamos"
El madrileño Teatro Galileo acoge la obra 'NN12', de Gracia Morales, hasta el próximo domingo
Rocío Ponce
A un metro y 20 centímetros de profundidad encontraron los restos de NN12. Aunque su nombre es Patricia, podría llamarse Marga, Luisa o Cecilia y es una desaparecida forzada. Una víctima de cualquier dictadura o conflicto bélico reciente. Gracia Morales es la autora de la obra, ganadora del XVIII Premio SGAE de Teatro 2008, que la compañía Remiendo Teatro interpreta hasta el domingo 17 de abril sobre el escenario del madrileño Teatro Galileo.
Esta dramaturga granadina de 37 años ha visto cómo NN12 y la actualidad se pisaban continuamente. Una emocionante visita al mundo forense en la que pasado y presente se encuentran para, si no hacer justicia, al menos sí encontrar la verdad o parte de ella.
¿Cómo surge la idea de escribir NN12?
Nació en un viaje de Roma a Madrid en el que iba leyendo el periódico y me encontré con un reportaje del equipo argentino de antropología forense que trabajaba recuperando restos de desaparecidos tanto argentinos como de otros países. Aparecía una imagen en la que salía la forense trabajando en un esqueleto que estaba sobre una mesa y de pronto me vino cómo sería la relación de esa forense y la persona muerta si pudiera estar ahí viendo cómo se produce ese proceso. Algunos de mis textos nacen de imágenes que veo, leo, me cuentan, esa imagen pone la semilla de toda la historia.
¿Se había interesado antes por temas de memoria histórica?
Me había interesado por temas de desaparecidos, no exactamente de memoria histórica de nuestra guerra civil. Para mí, esta obra no trata la Guerra Civil española y no la he localizado en ningún espacio físico concreto aposta.
Tampoco hace falta.
Esa es la cuestión. Lo más triste es que los procesos son muy parecidos. Aquí pensábamos que no había niños robados y estamos viendo que sí que los había. Se repiten los esquemas porque al sistema que quiere mantener a una ciudadanía aterrorizada le funcionan muy bien. Hacer desaparecer a alguien es lo más terrible que se le puede hacer, no sólo para la persona desaparecida, sino para la familia que de pronto un día no vuelve a saber nada de su ser querido.
Y además les roban la identidad, como al personaje NN12.
Ni siquiera cuando lo fusilan lo reconocen, esconden los cuerpos e intentan que no se descubra. En el caso de la obra, también le quitan la identidad a su hijo, que no sabe quién es. Cuando hablamos de memoria histórica en España nos quedamos con lo que nos pasó a nosotros y para mí es igual de cercano que los procesos sufridos en Argentina, Chile, Yugoslavia, Bosnia, Japón, Alemania. Casi todos los países están llenos de desaparecidos enterrados bajo el suelo que pisamos.
¿Cómo ha sido el proceso de documentación previa?
Fue muy necesario y aunque me costó mucho tiempo fue fascinante. Cuando se me ocurrió la idea mi problema es que no domino el lenguaje de la antropología forense y necesitaba hacerlo. El personaje tenía que hablar como un especialista y por eso leí varios libros y José Antonio Lorente, un investigador de la Universidad de Granada, me ayudó al corregir mis textos, sobre todo la parte de la forense.
Y para la parte más sentimental de la obra, ¿habló con afectados?
Más que hablar con afectados vi muchos reportajes donde hablaban ellos. Por ejemplo, El alma de los verdugos, de Baltasar Garzón y Vicente Romero. Era muy interesante porque indagaba en la figura del torturador, una figura que necesitaba conocer para el personaje de Ernesto al que le tenía cierto rechazo. Tuve que aceptarlo para poder escribirlo y este documental me ayudó mucho, como también Tras un largo silencio. Leí muchos testimonios y vi películas y me he dado cuenta de que hay un proceso de reflexión desde el periodismo y el cine y eso me vino muy bien.
Sobre la Guerra Civil no hay duda, pero ¿cree que hay suficiente ficción sobre temas de memoria histórica?
Quizá no hay tanto como debería, también por una cuestión: si no entendemos ni resolvemos lo que ha ocurrido no hemos aprendido la lección que la Historia nos está dando. Alguien que no conoce su Historia puede fácilmente volver a cometer esos errores, algo que la Humanidad nos demuestra constantemente. Es cierto que se han hecho muchas películas sobre la Guerra Civil, muchas veces un poco maniqueas o simplistas, porque es un tema muy complejo y muy humano. No estamos inmunizados de que vuelva a ocurrir, necesitamos un sistema que impida que eso ocurra y el problema es cuando el sistema incluso lo puede favorecer.
¿Qué opina sobre la Ley de Memoria Histórica y el proceso contra el juez Garzón?
Estoy en contra de lo que se ha hecho con el juez Garzón. Independientemente de que caiga mejor o peor, es indudable su labor por los derechos humanos que ha hecho no sólo en España, sino también en Chile y en Argentina. Creo que aquí hay mucho miedo a hablar de este tema y ya deberíamos haberlo superado. Llevamos ya muchos años en una democracia estable y consolidada, lo que pasa es que muchos creen que hablar de este tema reabre heridas. Y no estoy de acuerdo con eso, las heridas siguen abiertas para los que las tienen. Los que hablan de no reabrir heridas, estoy segura de que no tienen a un familiar en una fosa, y no hablo porque me ocurra pero me puedo imaginar lo duro que es no saber dónde está tu ser querido. Dignificar la memoria de la gente que está ahí y permitir a las familias que puedan recuperar sus restos, no es una cuestión política sino ética y moral. Es inconcebible que no dejen recuperar los restos de alguien enterrado en una fosa común.
¿Le condicionó que el tema que su obra trata le pudiera crear dificultades para su difusión?
Sí, me hizo pensar. De hecho, creo que en algunos casos podría tener dificultades y en otros más aceptación. De cualquier modo, un creador no debe pensar en esto. Cuanto más crítico sea un texto más fácil es que haya gente a la que le moleste, pero es algo que los escritores tenemos que asumir y prepararnos para ello.
La reciente polémica de los niños robados en España durante la Guerra civil y el franquismo han devuelto también a NN12 a la actualidad.
Es cierto que lo escribí antes de que todo esto comenzase a salir a la luz. Pero no me extraña porque cuando estuve documentándome me encontré con casos de este tipo y el libro Los niños perdidos del franquismo. Quizás no habían tenido la publicidad o respuesta mediática porque se suponía que eran casos aislados.
No se encuentra ápice de justicia en la obra.
No me gusta que mis textos acaben resolviéndose. Y menos cuando escribo sobre temas que no se han resuelto socialmente. No me gustan los finales felices que dejan al público tranquilo y con los deberes hechos. No quiero que el teatro proponga soluciones sino que te deje inquieto, que te movilice. Los finales felices y cerrados no permiten eso, y si queremos que mejore el mundo tenemos que movernos.
¿Y es ahora el mejor momento para inquietar?
Sí, necesitamos despertar. Creo que las crisis tienen un componente muy trágico, pero pueden servir para cambiar cosas. Además de los desaparecidos, hablando de la situación general creo que los ciudadanos tienen mucho que decir. No somos borreguitos y tenemos mucho poder de decisión y fuerza, pero nos han desacostumbrado a utilizarla. Ojalá que a pesar de la crisis, podamos darnos cuenta de que si queremos conseguir algo lo tenemos que hacer nosotros.
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